martes, 5 de octubre de 2010

RICARDO PASSANO


Ricardo Passano: un maestro de actores

Esta nota es una síntesis de su charla, hace un tiempo, en una confitería tradicional, una tarde dominguera.

La carrera me dio muchas alegrías, artísticas y humanas; en la época de oro del cine argentino me habían encasillado como galán. A mí me hubiera gustado hacer un inglés, un italiano o un viejo, un gallego… en cambio mi hermano Mario representaba al recio, el que regalaba las piñas.

En 1950 hice La muerte de un viajante, obra de Arthur Miller, junto a Narciso Ibáñez Menta. En ese mismo año me casé con la mujer de mi vida, Martha, “Negrita”, mi alma; se me fue no hace mucho. También fallecieron mi hijo Ricardo, poeta y contador, mis hermanos Margot y Mario. Me cuesta mucho la soledad.

Tuve muchos éxitos de todos los colores y también fracasos.

Me realizan homenajes muy seguidos, son sorpresas de emoción y cariño.

En este momento la televisión tira por el suelo lo que es arte puro. Por eso me gustaría que en los colegios proyectaran Cuando en el cielo pasen lista y Juvenilia, no porque yo trabajé en ellas, sino porque tienen un mensaje de amor, conducta y educación.

Yo me alimento de forma natural, sin picantes. En una palabra: no vivo para comer, como para vivir.

Le doy valor a los recuerdos. Amo a mi hija Roxana, no quiero dejar de mencionar a mis queridos nietos: Pablo, Pedro, Catalina y Leonora.

Soy matero de alma; me gusta el té de tilo, me tranquiliza, me relaja.

Colecciono mis películas y los homenajes.

Tendré muchos defectos, pero soy una persona que hizo buena letra en la vida y se lo debo a mis padres que me formaron.

Mi mujer, Negrita, me alentaba como nadie: “Viejo, no te desanimes, ya te van a llamar”.

Hice dos películas con Lolita Torres, que no solamente cantaba como los ángeles, sino que era una excelente actriz, Ritmo, sal y pimienta (1951) y La niña del fuego (1952).

A veces pienso que después de haber hecho 50 películas nadie se acuerda de uno. Cuando doy estas charlas, el público me recuerda con cariño y eso, para mí, vale oro.

“No tengo palabras para expresar todo el agradecimiento por ese cariño, a los 88 años de edad...”

Natan Blum

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