martes, 4 de septiembre de 2012

RAÚL GONZALEZ TUÑÓN




 EL POETA  EN SU BARRIO NATAL
                                        
  
“Vi la luz en el barrio del Once, en el surero.
Cerca de allí nació también Julio de Caro
   y escribió de la Púa sus memorables versos.

           Entonces aún la luna bajaba hasta los patios…”

En su acontecer histórico el barrio de Balvanera se caracterizó por albergar varias generaciones de poetas, escritores, dramaturgos y compositores, por lo que se ha consolidado como depositario de un patrimonio literario inconfundible.
Transitaron por su damero geográfico personajes que aportarían una obra substancial a la literatura nacional e internacional, de referencia ineludible como; Enrique Santos Discépolo, Carlos de la Púa, Alfonso Daniel Rodríguez Castelao,  Julio de Caro, Ramón Gómez De La Serna, Leopoldo Marechal, Roberto Jorge Santoro,   Edmundo Guibourg, Roberto Tito Cosa,  y los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón entre tantos otros.

“EL NIÑO triste mira con asombro
el patio donde había cielo.
La marca que dejó en el muro
la fotografía de la boda.
El sitio donde estuvo el piano
(su música, como la lluvia).
La ventana donde el otoño
daba su luz a los malvones.
¿Y cómo la verá un día,
vaga, distante, en el recuerdo?

La carta que cayó del mueble
como una hoja del tiempo.”


Raúl González Tuñón, el poeta que blindó la rosa, como lo calificó una vez, Pablo Neruda, nacía en una modesta casa colonial de la calle Saavedra 618, un 29 de marzo de 1905,   cuando el barrio dormía su siesta de  bodegones, corralones y patios, de parras y letargos de perros echados al sol. Allí, en la casona frente al Convento que lo cautivó de niño y lo inspiró de joven. Hoy la casa ya no existe, cayó víctima de la infalible piqueta. En su lugar se levanta un edificio en el que se colocó una placa, recién el 14 de agosto de 1996, que dice: “El Honorable Concejo Deliberante  de la Ciudad de Buenos Aires la declara Sitio de Interés Cultural…” Hoy tampoco existe aquel convento.
A los 18 años el joven Raúl desplegará sus alas y remontará  vuelo, lo hará por ciudades y puertos en busca de aventuras y de respuestas a sus innatas ansias de libertad y justicia, que pronto plasmará en su obra.
A esa corta edad esboza un primer libro de poemas, El Violín del Diablo (publicado en 1926), que expresa en un fragmento:

“Media noche, sobre las piedras
de la calzada hay un caballo muerto.
Aún faltan cinco horas
para que venga el carro de ‘La Única’
y se lo lleve. Ese caballo viejo,
hederoso de sangre coagulada,
ese pobre vencido, fue un obrero…”

Pronto recala  en el Diario Crítica, el sitio privilegiado de los periodistas, novelistas y escritores de entonces que empezaban a dar los primeros pasos, allí conoce a su vecino Carlos de La Púa, pronto lo descubrirá Natalio Botana (director del diario), quien expresará su admiración por el poeta: “Raúl es un pájaro que hay que hacerlo volar”
Y así ocurrió, volará a París junto a Sixto Pondal Ríos, más tarde lo hará al inmenso  sur argentino, que define señalando que la “tierra es la madre de la Patagonia”.
A su tiempo cubrirá  la Guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia, una guerra de intereses imperiales por el dominio del petróleo. Cubrirá desde Brasil la época de Getulio Vargas así como la guerra europea que lo llevará a la España republicana donde conoce a García Lorca, Pablo Neruda y Miguel Hernández. También se encontrará con los mineros de Asturias en su  inmemorial  levantamiento, y es allí cuando concibe  La Rosa Blindada:

“Donde el carbón se junta con la sangre
Y la ametralladora bailarina
Lanza sus abanicos de metralla.
Donde todo termina…”

Lo sorprenderá la Guerra Civil, que Raúl cubrirá como corresponsal de “El Diario”. Nuevamente el ruido de los fusiles y el tronar de los cañones…y otra vez la sangre y la muerte…y otra vez los versos del poeta:

“Toca la gaita Domingo Ferreiro
toca la gaita... ‘¡Non queiro, non queiro!’
Porque están llenas de sangre las rías,
porque no quiero, no quiero, no quiero.
Y se secaron los ramos floridos
que ella traía en la falda del viento,
que ella traía a su novio soldado
o pescador, labrador, marinero.
Sobre Galicia ha caído la peste,
ay, los oscuros sargentos vinieron.
Están colgando en los pinos los hombres,
toca la gaita, no quiero, no quiero....
Toca la gaita, no quiero, no quiero.
Porque la gaita no quiere que toque.
Porque se ha muerto Domingo Ferreiro.”

Ni la guerra ni la sangre le impedirán enviar cartas, hasta hace poco inéditas, a su primera esposa, Amparo Mon. Deambulará con sus versos junto a la mezcla de titiritero, farsante, marginal, prestidigitador y hombre de mil aventuras de Juancito Caminador.  
Regresa a Buenos Aires, viaja a Chile y retoma su estilo de poesía inicial, del Violín del Diablo, a la que le imprime un contenido marcadamente social.
Cultiva en su obra dos líneas poéticas que se conjugan, la lírica junto a un contenido atado al hombre que sufre el rigor de los regímenes opresivos y represivos. Serán otra vez los bodegones sombríos, los barracones inmundos, los circos pobres, los marineros ebrios y barcos de humo y barullo, los  camastros compartidos, las rameras sentimentales y rincones de amnesia clandestina, la morfina, la coca y el opio. Resurgirán aquellos versos primeros para explicar la desidia de una sociedad, que pone a la luz el mundo canalla y sórdido que lo rodea, el mundo del que calla y otorga:

“A pesar de la sala sucia y oscura de gentes y de lámparas luminosas
si quiere ver la vida color de rosa, eche veinte centavos en la ranura. 
Y no ponga los ojos en esa hermosa que frunce de promesas la boca impura si quiere ver la vida color de rosa eche veinte centavos en la ranura. 
El dolor mata amigo, la vida es dura, la vida es dura
y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa, si quiere ver la vida color de rosa eche veinte centavos en la ranura….
 …Y no se inmute, amigo la vida es dura, con la filosofía poco se goza.
Si quiere ver la vida color de rosa eche veinte centavos en la ranura.”
CON NERUDA  (EL PRIMERO DE LA IZQUIERDA) TUÑÓN DE PIE

En  1948 vuelve a Buenos Aires, desde donde colabora con el Diario Clarín. Se casa con Nélida Rodríguez Marqués, su segunda esposa, pero de nuevo volará, esta vez por la Unión Soviética, Checoeslovaquia, China y  Polonia. En 1962 será jurado por la Casa de las Américas en Cuba.
Varias etapas marcarán su poesía: la histórica, la simbólica y la social, aunque todas ellas se complementan en una extensa obra que transita en la búsqueda de lo formal desde el Grupo de Florida y de lo social desde el Grupo de Boedo, sin apelar a ternuras llorosas ni afiches melancólicos. Los principales títulos de su trabajo son: El violín del diablo (1926); Miércoles de ceniza (1928); La calle del agujero en la media (1930); El otro lado de la estrella (1934); Todos bailan, poemas de Juancito Caminador (1934); La rosa blindada (1935); La muerte en Madrid (1939); Canciones del tercer frente (1939); Nuevos poemas de Juancito Caminador (1941); La calle de los sueños perdidos (1941); Himno de pólvora (1943); Primer canto argentino (1945); Hay alguien que está esperando (1952); A la sombra de los barrios amados (1957); Demanda contra el olvido (1963); Poemas para el atril de una pianola (1965); La veleta y la antena (1969); El banco de la plaza: los melancólicos canales del tiempo (1977).
Pero además incursiona en el teatro, con las obras El descosido, La cueva Caliente, y en  colaboración con el poeta Nicolás Olivari: Dan tres vueltas y luego se van.
Es a mediados  de 1974 cuando el poeta escribe sus últimos  versos, dedicados a Víctor Jara:

“En la roca profunda está el agua profunda.
Los sonidos ya estaban antes que el guitarrero
en su forma más pura,
como el agua que luego se convierte en cascada.”

                 Este gran poeta y militante nos dejará un 14 de agosto de 1974.
Al pasar por México y Saavedra, el barrio mágico de su infancia, una melancolía nos invade. No está más su casa colonial, tampoco el convento de enfrente, pero igual resuenan en el silencio sus versos, como aquellos que pintan su profunda nostalgia por lo perdido:    

“…y hoy, a veces escucho en el fondo del tiempo,
la risa de mi madre detrás de los postigos…” 


                                          Miguel Eugenio Germino


 Fuentes:
-http://www.verdestrigos.org/sitenovo/site/cronica_ver.asp?id=1416
-http://poes1a.wordpress.com/category/raul-gonzalez-tunon/
-http://www.elortiba.org/rgt.html
-González Tuñón, Raúl, La luna con gatillo, Cartago, 1957
-Del reportaje a Nélida Rodríguez Marqués, en Primera Página nº 35, octubre 1996.
-González Tuñón, Raúl, Antología Poética,  Losada, 1974.




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