EL POETA EN SU
BARRIO NATAL
“Vi la luz en el barrio del Once, en el
surero.
Cerca
de allí nació también Julio de Caro
y
escribió de la Púa sus memorables versos.
Entonces aún la luna bajaba hasta los patios…”
En
su acontecer histórico el barrio de Balvanera se caracterizó por albergar varias
generaciones de poetas, escritores, dramaturgos y compositores, por lo que se
ha consolidado como depositario de un patrimonio literario inconfundible.
Transitaron
por su damero geográfico personajes que aportarían una obra substancial a la literatura
nacional e internacional, de referencia ineludible como; Enrique Santos Discépolo, Carlos de la Púa, Alfonso Daniel
Rodríguez Castelao, Julio de Caro, Ramón Gómez De La Serna,
Leopoldo Marechal, Roberto Jorge Santoro, Edmundo Guibourg, Roberto Tito Cosa, y los hermanos Enrique y Raúl
González Tuñón entre tantos otros.
“EL NIÑO triste mira con asombro
el patio donde había cielo.
La marca que dejó en el muro
la fotografía de la boda.
El sitio donde estuvo el piano
(su música, como la lluvia).
La ventana donde el otoño
daba su luz a los malvones.
¿Y cómo la verá un día,
vaga, distante, en el recuerdo?
La carta que cayó del mueble
como una hoja del tiempo.”
como una hoja del tiempo.”
Raúl González Tuñón, el poeta que blindó la rosa, como lo calificó una vez, Pablo Neruda,
nacía en una modesta casa colonial de la calle Saavedra 618, un 29 de marzo
de 1905, cuando
el barrio dormía su siesta de bodegones,
corralones y patios, de parras y letargos de perros echados al sol. Allí, en la
casona frente al Convento que lo cautivó de niño y lo inspiró de joven. Hoy la casa ya no existe, cayó víctima
de la infalible piqueta. En su lugar se levanta un edificio en el que se colocó
una placa, recién el 14 de agosto de 1996, que dice: “El Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires la declara
Sitio de Interés Cultural…” Hoy tampoco existe aquel convento.
A
los 18 años el joven Raúl desplegará sus alas y remontará vuelo, lo hará por ciudades y puertos en
busca de aventuras y de respuestas a sus innatas ansias de libertad y justicia,
que pronto plasmará en su obra.
A esa
corta edad esboza un primer libro de poemas, El Violín del Diablo
(publicado en 1926), que expresa en un fragmento:
“Media noche, sobre las piedras
de la calzada hay un caballo muerto.
Aún faltan cinco horas
para que venga el carro de ‘La Única’
y se lo lleve. Ese caballo viejo,
hederoso de sangre coagulada,
ese pobre vencido, fue un obrero…”
Pronto
recala en el Diario Crítica, el sitio privilegiado de los periodistas, novelistas y
escritores de entonces que empezaban a dar los primeros pasos, allí conoce a su
vecino Carlos de La Púa, pronto lo descubrirá Natalio Botana (director del diario),
quien expresará su admiración por el poeta: “Raúl es un pájaro que hay que
hacerlo volar”…
Y así
ocurrió, volará a París junto a Sixto Pondal Ríos, más tarde lo hará al
inmenso sur argentino, que define señalando
que la “tierra es la madre de la Patagonia”.
A
su tiempo cubrirá la Guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia, una guerra de
intereses imperiales por el dominio del petróleo. Cubrirá desde Brasil la época
de Getulio Vargas así como la guerra europea que lo llevará a la España republicana
donde conoce a García Lorca, Pablo Neruda y Miguel Hernández. También se
encontrará con los mineros de Asturias en su
inmemorial levantamiento, y es
allí cuando concibe La Rosa Blindada:
“Donde el carbón se junta con la sangre
Y la ametralladora bailarina
Lanza sus abanicos de metralla.
Donde todo termina…”
Lo
sorprenderá la Guerra Civil, que Raúl cubrirá como corresponsal de “El Diario”. Nuevamente el ruido de los
fusiles y el tronar de los cañones…y otra vez la sangre y la muerte…y otra vez
los versos del poeta:
“Toca la gaita Domingo Ferreiro
toca la gaita... ‘¡Non queiro, non queiro!’
Porque están llenas de sangre las rías,
porque no quiero, no quiero, no quiero.
Y se secaron los ramos floridos
que ella traía en la falda del viento,
que ella traía a su novio soldado
o pescador, labrador, marinero.
Sobre Galicia ha caído la peste,
ay, los oscuros sargentos vinieron.
Están colgando en los pinos los hombres,
toca la gaita, no quiero, no quiero....
Toca la gaita, no quiero, no quiero.
Porque la gaita no quiere que toque.
Porque se ha muerto Domingo Ferreiro.”
Ni la
guerra ni la sangre le impedirán enviar cartas, hasta hace poco inéditas, a su
primera esposa, Amparo Mon. Deambulará con sus versos junto a la mezcla de
titiritero, farsante, marginal, prestidigitador y hombre de mil aventuras de Juancito Caminador.
Regresa
a Buenos Aires, viaja a Chile y retoma su estilo de poesía inicial, del Violín del Diablo, a la que le imprime
un contenido marcadamente social.
Cultiva
en su obra dos líneas poéticas que se conjugan, la lírica junto a un contenido atado
al hombre que sufre el rigor de los regímenes opresivos y represivos. Serán
otra vez los bodegones sombríos, los barracones inmundos, los circos pobres, los
marineros ebrios y barcos de humo y barullo, los camastros compartidos, las rameras
sentimentales y rincones de amnesia clandestina, la morfina, la coca y el opio.
Resurgirán aquellos versos primeros para explicar la desidia de una sociedad, que
pone a la luz el mundo canalla y sórdido que lo rodea, el mundo del que calla y
otorga:
“A pesar de la sala sucia y
oscura de gentes y de lámparas luminosas
si quiere ver la vida color de rosa, eche veinte centavos en la ranura.
si quiere ver la vida color de rosa, eche veinte centavos en la ranura.
Y no ponga los ojos en esa
hermosa que frunce de promesas la boca impura si quiere ver la vida color
de rosa eche veinte centavos en la ranura.
El dolor mata amigo, la
vida es dura, la vida es dura
y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa, si quiere ver la vida color de rosa eche veinte centavos en la ranura….
y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa, si quiere ver la vida color de rosa eche veinte centavos en la ranura….
…Y no se inmute, amigo la vida es dura, con la
filosofía poco se goza.
Si quiere ver la vida color
de rosa eche veinte centavos en la ranura.”
CON NERUDA (EL PRIMERO DE LA IZQUIERDA) TUÑÓN DE PIE |
En
1948 vuelve a Buenos Aires, desde donde colabora con el Diario Clarín. Se casa con Nélida Rodríguez
Marqués, su segunda esposa, pero de nuevo volará, esta vez por la Unión
Soviética, Checoeslovaquia, China y
Polonia. En 1962 será jurado por la Casa de las Américas en Cuba.
Varias etapas marcarán su poesía: la
histórica, la simbólica y la social, aunque todas ellas se complementan en una
extensa obra que transita en la búsqueda de lo formal desde el Grupo de Florida y de lo social desde
el Grupo de Boedo, sin apelar a
ternuras llorosas ni afiches melancólicos. Los principales títulos de su
trabajo son: El violín del diablo (1926); Miércoles de
ceniza (1928); La calle del agujero en la media (1930); El otro lado de la
estrella (1934); Todos bailan, poemas de Juancito Caminador (1934); La rosa
blindada (1935); La muerte en Madrid (1939); Canciones del tercer frente (1939);
Nuevos poemas de Juancito Caminador (1941); La calle de los sueños perdidos
(1941); Himno de pólvora (1943); Primer canto argentino (1945); Hay alguien que
está esperando (1952); A la sombra de los barrios amados (1957); Demanda contra
el olvido (1963); Poemas para el atril de una pianola (1965); La veleta y la
antena (1969); El banco de la plaza: los melancólicos canales del tiempo
(1977).
Pero además incursiona en el teatro,
con las obras El descosido, La cueva
Caliente, y en colaboración con el poeta
Nicolás Olivari: Dan tres vueltas y luego se van.
Es a mediados de 1974 cuando el poeta escribe sus
últimos versos, dedicados a Víctor Jara:
“En la roca profunda está el agua
profunda.
Los sonidos ya estaban antes que el
guitarrero
en su forma más pura,
como el agua que luego se convierte en
cascada.”
Este
gran poeta y militante nos dejará un 14
de agosto de 1974.
Al pasar por México y Saavedra, el
barrio mágico de su infancia, una melancolía nos invade. No está más su casa
colonial, tampoco el convento de enfrente, pero igual resuenan en el silencio
sus versos, como aquellos que pintan su profunda nostalgia por lo perdido:
“…y hoy, a veces escucho en el fondo
del tiempo,
la risa de mi madre detrás de los
postigos…”
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-http://www.verdestrigos.org/sitenovo/site/cronica_ver.asp?id=1416
-http://poes1a.wordpress.com/category/raul-gonzalez-tunon/
-http://www.elortiba.org/rgt.html
-González Tuñón, Raúl, La luna con gatillo, Cartago,
1957
-Del reportaje a
Nélida Rodríguez Marqués, en Primera
Página nº 35, octubre 1996.
-González Tuñón, Raúl,
Antología Poética, Losada, 1974.
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