martes, 4 de diciembre de 2012

HELENA HOLMBERG



20 DE DICIEMBRE DE 1978
SECUESTRO Y ASESINATO DE ELENA HOLMBERG


CARÁTULA DL LIBRE DE ANDREA BASCONI

  El secuestro de Elena Holmberg sucedido en pleno centro de Buenos Aires, su asesinato y el abandono de su cuerpo en las aguas del río Luján por los grupos de tareas de la Marina, no fue un caso más. Porque supuso la eliminación de alguien que pertenecía a sus propios cuadros civiles pero que se atrevió a disentir con las férreas directivas del régimen; el hecho muestra la cara más siniestra de la Dictadura. 
El crimen se enmarca en una feroz interna de ambiciones políticas entre  Jorge Rafael Videla (Ejército) y Emilio Eduardo Massera (Marina),  puja localizada en  el Centro Piloto  anexo a la embajada argentina en París que se había creado para contrarrestar la pésima imagen del país en el exterior.        

EL MOMENTO POLÍTICO

“Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida a aquellos que permanecen indiferentes y, finalmente, mataremos a los tímidos”, pronunció el general Ibérico Saint Jean, gobernador de Buenos Aires durante la Dictadura.                                
Esta horripilante frase de Saint Jean (muerto el 5 de octubre de 2012) es una prueba más de la lógica perversa que impulsaba a la maquinaria infernal del gobierno de facto en todos sus niveles, los de las tres armas y el de la complicidad civil. 
Hacia 1978 las fuerzas guerrilleras se encontraban en franco retroceso, aplastadas por la supremacía militar. Sus cuadros sobrevivientes mayoritariamente estaban exiliados en distintos países o localmente en la más rigurosa clandestinidad.
A fin de contrarrestar el descrédito internacional del régimen, se activó un “Centro Piloto” regenteado por la Marina, anexo a la Embajada Argentina en París, en cuyo Departamento de Prensa revistaba la diplomática de carrera Elena Holmberg. Este  centro comenzó a funcionar en 1977, dirigido por los grupos más duros de la Marina vinculados a la Escuela de Mecánica de la Armada. Allí  “prestaron servicios”  entre otros, Alfredo Astiz, Jorge Enrique Perren (alias el Puma) y Antonio Pernías (alias el Trueno), con quienes Elena estuvo seriamente enfrentada desde un principio, por razones de jurisdicción y de métodos.
Por entonces la dirección de Montoneros planificaba desde el exterior la llamada “contraofensiva militar”, de la que participarían entre 100 y 500 efectivos —según la fuente de que provenga la información—. La acción se llevó a cabo en 1979. Fue un fracaso total y culminó con la muerte de casi todos los cuadros guerrilleros asignados al operativo.

QUIÉN ERA ELENA HOLMBERG

PORTADA DE LA REVISTA SIETE DÍAS


En el libro La mujer que sabía demasiado, Andrea Basconi intenta responder a este y a otros interrogantes, partiendo de la base de que la mujer asesinada no era el "enemigo" típico al que apuntaban los jerarcas del Proceso, sino alguien que bien podría considerarse "uno de ellos".
                    Elena era una diplomática profesional, había nacido dentro de una distinguida familia de raigambre conservadora —acérrima antiperonista—. Era hermana del coronel retirado Enrique Holmberg y prima hermana del general  y presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse, el tercero en la sucesión de la dictadura iniciada por Onganía en 1966. Elena tenía llegada a Jorge Rafael Videla, con quien mantenía diálogo. Durante su desempeño en la embajada comenzó a discrepar con los marinos enviados por Massera. Entre las críticas que ella planteaba, se destacaba el hecho de que no hablaban francés y no tenían relaciones con la prensa, fines para los que se había creado el Centro Piloto.
 Poco a poco los oficiales comenzaron a administrar  los recursos del Centro, cayendo en el despilfarro de gastos reservados. Fue entonces cuando ella detecta que había movimientos permanentes de estos marinos relacionados con los pasos de Massera en Europa. Concluye que el Centro estaba dejando de cumplir su función y empezaba a moverse como una base de operaciones del proyecto político del almirante. Además, Elena había tenido acceso a cierta información confidencial acerca de los diversos viajes no oficiales efectuados por Massera en forma solapada, tanto a Francia como a Italia y Rumania, y de una  misteriosa empresa en las afueras de París, regenteada por un ex dirigente de UDELPA, que servía para encauzar los ambiciosos negocios personales del marino.  
 Andrea Basconi también menciona a Jorge (“el Tigre") Acosta, quien habría actuado allanando el camino de su jefe. Es muy difícil pensar que Massera ignorara la presencia de Elena en  la sede diplomática y la oposición de ella a sus planes. Holmberg estaba convencida de que tenía que divulgar su verdad y desenmascarar lo que le parecía incorrecto. No tomó en cuenta que se hallaba rodeada de asesinos.
Por otra parte, conocía versiones de una probable reunión entre Massera y algún alto miembro de Montoneros, así como la entrega de fondos públicos a esta organización. En realidad nunca se detectaron documentos probatorios en tal sentido y la versión fue desmentida por uno de los más importantes líderes montoneros Mario Firmenich.
A Elena le había comenzado a intrigar y preocupar la desaparición de la monja francesa Leónie Duquet, quien había cuidado al hijo discapacitado de Videla. A su  vez estaba al tanto de las vinculaciones de Massera con la logia de Licio Gelli y el escándalo de la Propaganda Due  (P2).
Por estas razones, el nombre de Elena Holmberg no es uno más en la larga lista de crímenes de la última dictadura militar; es la confirmación del carácter siniestro del aparato represor, que no trepidó en sacrificar a sus propios cuadros, llegado el caso.
 Para los militares que asaltaron el poder el 24 de marzo de 1976, la subversión comprendía a  los grupos sociales que, en el plano de los valores, se oponían al orden existente, más allá de que empuñaran o no armas. La doctrina del régimen suponía la militarización total y el completo control de la sociedad, sin admitir discrepancias. El paso  siguiente era la destrucción física del enemigo, tal como lo proponía sin tapujos Saint Jean: destrucción de la cual no se salvaban siquiera los tímidos.
De la lectura del libro de Andrea Basconi, que debió salvar grandes obstáculos para acceder a la documentación investigada, parece quedar claro que la diplomática vio o supo demasiado de las maniobras que Emilio Eduardo Massera desarrollaba a espaldas de los otros miembros de la Junta, en pos de su propio proyecto político.

EL SECUESTRO Y ASESINATO

LOS GENOSIDAS: MASSERA, VIDELA Y AGOSTI

La diplomática había sido convocada a Buenos Aires para informar sobre su actuación en la embajada parisina, tal vez se trató de un ardid para no ejecutar el plan fuera del país.
Fue secuestrada a la salida de la Cancillería (que según el reparto del poder estaba en la órbita de la Marina) por dos hombres que interceptaron su automóvil en la calle Uruguay al 1055, frente a un estacionamiento, a una cuadra de su domicilio, cuando se dirigía a encontrarse con un grupo de periodistas franceses.
Elena Holmberg tendría el mismo fin trágico de otras personas nada sospechadas de trabajar o colaborar con la guerrilla, como fueron los periodistas Edgardo Sajón (ex secretario de Prensa del gobierno de Lanusse) y Rodolfo Fernández Pondal, del semanario Última Clave, o el embajador argentino en Venezuela, Héctor Hidalgo Solá.
Dos días después el cuerpo de la diplomática apareció flotando en el río Luján, también jurisdicción de la Marina. El hallazgo se catalogó en un principio como NN, a pesar de que la muñeca de Elena conservaba su reloj con las iniciales “EH”.

LA INVESTIGACIÓN


Dos testigos que declararon en la investigación, Mónica Turpain y Jorge Alejandro Ruiz,  dieron detalles del coche y hasta su número de patente, y un tercero, Víctor Bogado, afirmó que era color celeste.
EL COCHE UTILIZADO EN EL SECUESTRO
Los hermanos de la víctima se reunieron con el general Hargindeguy, quien le atribuyó el secuestro al almirante Massera, diciendo que él —llamativamente—no podía hacer nada, que recurrieran al jefe de Policía general Ojeda, pero que no lo fueran a ver al general Suarez Mason, otra señal. Este último fue más lejos, porque le atribuyó el caso al marino Chamorro, director de la Escuela de Mecánica de la Armada.

Sin embargo nadie aportó pruebas, y dado el clima de miedo que imperaba en aquel entonces, pocos querían hablar. El propio Videla “se lavó las manos” en este caso, aduciendo también el carácter estanco de cada una de las armas.
Se abrió una investigación judicial en Capital, distrito donde había ocurrido el secuestro; se hizo lo mismo en la provincia de Buenos Aires, porque allí había aparecido el cuerpo. Los hermanos de Elena lograron reabrir la investigación a principios de los 80, cuando accedieron al testimonio de tres mujeres que habían estado detenidas en la ESMA, que al ser liberadas testimoniaron ante la Asamblea Francesa. Allí se menciona a (Jorge) Radice y (Adolfo) Donda. El caso llega al juicio contra las Juntas, pero se argumentó que fue algo circunstancial de manera que no se juzga. De todos modos, es el caso 514 en la megacausa ESMA.
Este secuestro y asesinato puso al descubierto la interna atroz que existía en las sombras de la aparentemente unida  “Junta de Comandantes en Jefe”. La muerte de Elena jamás fue esclarecida, como el de tantos otros miles de crímenes aberrantes perpetrados por las tres armas, y que recién en estos tardíos años comienzan a ser juzgados.

                                                             Miguel Eugenio Germino

FUENTES
-Basconi, Andrea, La Mujer que sabía demasiado, Editorial Sudamericana, 1999.              
-http://memoria.telam.com.ar/noticia/holmberg--victima-de-la--interna--del-proceso_n1189
-http://www.derechos.org/nizkor/arg/causa13/casos/caso689.html
-http://www.telam.com.ar/nota/28446      
-http://cuartopoderweb.com.ar/2012/06/quien-mato-a-elena-holmberg…
-Pigna, Felipe, Lo pasado, pensado, Planeta, 2005.
 

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