EDITORIAL
CONTRASTE |
“La
idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la
civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo
asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear
Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo lo indígena que podía
ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no según América.”
Arturo
Jauretche
Llega a su fin un nuevo año. El 2012 ha sido un
año cargado de acontecimientos importantes, tanto nacionales como
internacionales. Lo signó la grave crisis en Europa, un efecto espejo de la
padecida por nuestro país en el 2000/1, que fue descargada contra los sectores
más vulnerables y desprotegidos de la sociedad. Se hundió a los trabajadores, y
con ellos al pequeño comerciante y profesional, en cambio se salvó a los bancos.
Las similitudes de ambas crisis no son casuales: fueron pergeñadas por un mismo
organismo –el
Fondo Monetario Internacional–, y aceptadas por gobiernos que, al igual que
el nuestro de entonces, se entregaron mansamente a sus dictados.
Nuestro país afortunadamente se liberó de
aquellas garras infernales, aunque aún padecemos las consecuencias de los
contratos leoninos firmados entonces por Menem, y del endeudamiento que nos
llevó al derrumbe.
Hoy, América respira nuevos aires, los
gobiernos de Bolivia, Ecuador, Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina se
rebelaron contra la dependencia para redimir a las clases más sumergidas y a
los pueblos originarios. Mientras tanto, en Europa la desocupación llega a más
del 50% de la juventud; no es casual la resistencia diaria de sus ciudadanos.
Con todas las dificultades y hasta con las
carencias de un momento de transición, en la Argentina se perfilan dos sectores
claramente diferenciados: el oficial, con un programa que puede ser criticable
en algunos aspectos, y el de la oposición, abroquelada por el odio de clase,
que lo rechaza todo y no plantea un programa alternativo. Tal vez la oposición busque
volver al pasado, a la dependencia, al endeudamiento, a la época en que venían
los encorbatados funcionarios del Fondo a intervenir en nuestras políticas –como la
liquidación del 100% del patrimonio público–. De dichas injerencias hoy se padecen aún los
resultados, con empresas como Edenor, Edesur, Ferrocarriles que, sin invertir
un peso, se llevaron las ganancias a sus plazas mientras los argentinos seguimos
sufriendo las consecuencias de las pésimas gestiones que llevaron adelante.
Los contratos leoninos firmados por el tándem
Menem-Cavallo nos acarrean todavía consecuencias en órganos supranacionales
como el CIADI (Centro Internacional de
Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), institución del Banco Mundial con
sede en Washington. Su
accionar sería brindar seguridad jurídica a los flujos de inversión
internacionales, pero cuyos laudos ya conoce el mundo por anticipado: todo a
favor de las multinacionales.
Sin embargo, a la dependencia económica se le
agrega una más sutil y perniciosa: la dependencia
cultural, y a esa dependencia hay que temerle, porque regló por siglos
nuestras tradiciones.
Con la llamada “conquista” arribó la espada y
también la cruz, con las que no solamente eliminaron a millones y millones de
nativos, sino que reprimieron su cultura, su religión y sus costumbres. Y como
si fuera poco, tal conquista introdujo en América a millares de esclavos
africanos, a los que a su vez despojaron de las suyas.
Un dato preocupante de los últimos tiempos es
más que llamativo, de hecho arroja mayor oscuridad ya que sectores acomodados
de la sociedad buscan importar nuevas “costumbres foráneas”. Como un esnobismo
pacato, intentan introducir en nuestras fronteras el llamado Halloween (contracción
de All Hallows’Eve, Víspera de Todos los Santos), también conocido como Noche
de Brujas o de Difuntos. Es una celebración de origen religioso, con tintes
paganos, alegorías, disfraces, hogueras, brujas, miedo. En los Estados Unidos los
chicos recorren los vecindarios disfrazados exigiendo dulces y golosinas.
Esta tradición de origen celta, conocida en
aquellas latitudes como Samhain, del irlandés antiguo que significa “Fin del
Verano” (del hemisferio norte por supuesto), prendió fuertemente en los EE.UU.
y Canadá, y otros países no sajones colonizados como Colombia y México. Desde
hace unos años también intentan introducirla en nuestro suelo.
Llama la atención que el 10 de noviembre –Día de
la Tradición– pasó
sin pena ni gloria, al igual que el 20
del mismo mes –“Día de la Soberanía”--, casi ignorado hasta por la prensa más
progre, mientras en muchos institutos privados de enseñanza y esparcimiento
infantil ya se festeja “El Halloween.
La iglesia cristiana, que también importó lo
suyo, protesta condenando la encarnación de Satanás, especialmente en los
niños.
¿Cuál será esta buena nueva importada, tal
vez agregar un capítulo más a la ya devaluada identidad nacional, inducida por
el fenómeno mundial de la globalización?
Resumiendo, mientras se avanza hacia una
soberanía económica, se retrocede hacia una mayor dependencia cultural, lo que
es todo un síntoma de los tiempos globalizados y de sórdidas mentalidades.
Es preciso ahora ganar la batalla cultural, que implique un sí al
mate, a la chacarera y a la Pachamama. Que rechace la profundización de la
colonización cultural auspiciada por “el medio pelo de la sociedad argentina”,
desde la autodenigración y la tilinguería.
Hasta la Próxima
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