LA REPRESIÓN DE RAMÓN FALCÓN EN PLAZA LOREA
Simón
Radowitzky “su ajusticiador”
UN ASPECTO DEL ACTO ANTES DE LA REPRESIÓN |
Esta es la historia de un policía bravo, Ramón, orgulloso de reprimir a
sangre y fuego toda manifestación popular, especialmente las de los
anarquistas, a quienes odiaba con personal saña.
También la de un joven anarquista, Simón, que ajustició a Ramón para
desagraviar la sangre de sus compañeros asesinados por él.
Ramón y Simón vivieron la virulenta época de fines del siglo XIX y
principios de XX, cuando la Revolución Industrial recién llegaba a nuestras
costas. Con más de cien años de atraso, nacían las primeras fábricas y la
explotación obrera, mientras brotaba la resistencia y la represión patronal y
policial del régimen.
Esto ocurría en un contexto de la historia que no puede ni debe ignorarse,
para analizar y sacar conclusiones.
ANTECEDENTES
El proceso de cambios
técnicos y económicos destinados a aumentar y mejorar la producción minera y la manufactura y multiplicar la productividad, aminoró
los costos e incrementó las ganancias y la competitividad. La Revolución Industrial, como se llamó a este
proceso, comenzó en Europa en los años de 1770. De su mano llegó también la
explotación obrera.
Las nuevas relaciones de
trabajo fueron tomando diversas formas, que conllevaban siempre novedosas
modalidades de expoliación, y en consecuencia de conflictos.
Los antiguos talleres fueron
reemplazados por una nueva unidad de producción: la fábrica, que no eran más que grandes galpones en los que se
concentraban la materia prima, los medios de producción y la energía humana, a donde
confluían miles de trabajadores, en extensas e intensas jornadas de 14 horas
diarias, con magros salarios, sin seguridad ni higiene adecuadas y un sinfín de
calamidades.
Este proceso se fue dando
paulatinamente en las distintas regiones del mundo occidental hasta llegar a la
Argentina con más de cien años de atraso, junto con la gran inmigración y las
ideas imperantes en Europa. Paralelamente surgía en nuestro
territorio la expansión económica de la llamada Generación
del 80,
de
base agroexportadora, por lo que en principio pocas fueron las industrias que se
establecieron, por lo general eran fábricas destinadas a abastecer el mercado
interno, en la mayoría de los casos de alimentos.
La industrialización generó
una nueva y dinámica estructura social. Surgieron así nuevas categorías sociales: los
empresarios (dueños de las fábricas), una
burguesía rica, culta y emprendedora
(que acumulaba grandes fortunas) y los
obreros asalariados, que constituyeron el proletariado industrial y conformaban
la escala más baja de la sociedad. Con ello se generará un gran enfrentamiento entre
el capital y el trabajo, por un lado con reacciones obreras que luchaban por
mejores condiciones de trabajo, y por el otro lado, la resistencia del capital
a sacrificar ganancias.
En este contexto
internacional y nacional se desarrollaron grandes concentraciones y huelgas,
que eran reprimidas violentamente por los regímenes. En el ámbito local, Ramón Falcón fue llamado a ser la punta
de lanza de ese tipo de represión, cuando gobernaba José Figueroa Alcorta y el conservadorismo
más pertinaz.
LA
REPRESIÓN DE PLAZA LOREA
El 1º de mayo de 1909,
socialistas y anarquistas conmemoraban desde sus gremios en reuniones separadas
el día de lucha de los trabajadores. Los socialistas hicieron lo suyo en
Constitución, y los anarquistas en la Plaza Lorea, frente al actual Teatro
Liceo, a pocos metros del Congreso.
Desde temprano comenzaron a
llegar las familias anarquistas obreras con sus banderas rojinegras, todos
ellos sin otra intención que homenajear a “Los
mártires de Chicago”. En el transcurso del acto se sucedieron en el uso de
la palabra encendidos oradores, que invitaban a luchar y organizarse para
cambiar la sociedad. Mientras tanto, el coronel Ramón Falcón, jefe de la Policía, observaba a la multitud desde su
auto. Pronto algunos manifestantes descubrieron su provocadora presencia, entonces
lo insultaron y volaron algunas piedras, nada grave si se lo compara con lo que
siguió después.
Ramón Falcón dirigió
personalmente la represión del acto. Dio la orden a la policía montada, al
mando del comisario Jolly Medrano, de dispersar la manifestación a sablazos y
balazos. Y así cargó el escuadrón de caballería a machetazos y descargas contra
la multitud desarmada.
Un cronista del diario La Prensa contó 36 charcos de sangre;
una vez concluida la refriega, el saldo era de 12 trabajadores muertos y 105
heridos, incluido niños. El mismo reportero contó que Falcón dijo: “Hay
que concluir, de una vez por todas, con los anarquistas en Buenos Aires”,
y recurriendo a la obediencia debida,
agregó que respondía a instrucciones del Ministerio del Interior.
Tres días más tarde de tan
feroz represión, más de 60.000 personas se agolparon frente a la morgue
reclamando los cadáveres de sus familiares para poder conducirlos al cementerio.
Pero una vez más, en un acto de barbarie sin precedentes hasta el momento, pero
que se tornará una práctica de ahí en adelante, la policía le arrebató los
féretros a las familias a fin de impedir que se concretara el multitudinario
cortejo fúnebre. Los “cosacos” dispersaron a la mayoría, sin embargo, unos 4.000
aguerridos militantes lograron llegar hasta el cementerio. A la salida,
integrantes de la comisaría 21 volvieron a balear a los obreros.
Mientras tanto, en la Casa
Rosada, el “heroico” coronel Falcón era felicitado por el presidente José
Figueroa Alcorta.
Inmediatamente las dos
centrales sindicales, la UGT socialista y la FORA anarquista, convocaron a
huelga general y exigieron justicia, así como la expulsión de Falcón de la
jefatura de Policía. La respuesta del gobierno fue la
OTRO ASPECTO DEL ACTO ANTES DE LA REPRESIÓN |
confirmación de Falcón
con todos los honores. Durante toda esta Semana
Roja, como se la conoció, la huelga fue total.
Entre los presentes en el
acto de Plaza Lorea se encontraba un muchachito llamado Simón Radowitzky, protagonista a partir de ese momento de uno de
los capítulos más representativos de la lucha obrera y por los derechos de los
trabajadores en nuestro país.
SIMÓN
MATA A RAMÓN
Tras varios meses de
preparativos, todo estaba listo. En la mañana del 14 de noviembre de 1909, el joven Simón Radowitzky salió poco antes de
las once de su casa de la calle Andes 394, tomó el tranvía 17 y bajó en la
esquina de Callao y Quintana. Caminó por Quintana hacia el cementerio de la
Recoleta y esperó unos minutos, hasta que vio salir el Milord, el coche en el
que viajaba Ramón Falcón. El feroz represor departía con su secretario, Juan
Lartigau. La conversación lo tenía tan ensimismado que no advirtió la extrema
cercanía de aquel joven vestido de negro, que sin mediar palabras le arrojó el
paquete que llevaba consigo. Este fue a dar al piso del coche entre las piernas
de Ramón.
Falcón no tuvo tiempo de
reaccionar; un terrible estruendo partió el auto y lo despidió junto a su
acompañante sobre el empedrado. Las piernas le quedaron destrozadas, lo mismo
le ocurrió a Lartigau. Para cuando llegó el auxilio ambos ya estaban
prácticamente desangrados. Se los trasladó al Hospital Fernández, pero ya era
tarde, murieron unas horas después.
Luego de arrojar la bomba, Simón corrió por Callao hacia el Bajo, pero fue perseguido por policías y civiles que lo arrinconaron contra una obra en construcción. Al verse acorralado, extrajo un revólver y tras gritar con un inconfundible acento ruso “viva la anarquía”, se disparó un tiro sobre la tetilla izquierda. Los nervios le jugaron una buena pasada y solo se produjo heridas leves. Tras el disparo, se arrojaron sobre él y lo condujeron a la rastra hasta la comisaría 15, donde fue salvajemente torturado en sucesivos interrogatorios, que no consiguieron sacarle el nombre de sus cómplices. Radowitzky únicamente decía: “Tengo una bomba para cada uno de ustedes” y “viva la anarquía”; con el tiempo se supo que habían sido al menos cuatro los que ayudaron a preparar la ejecución de Falcón.
Luego de arrojar la bomba, Simón corrió por Callao hacia el Bajo, pero fue perseguido por policías y civiles que lo arrinconaron contra una obra en construcción. Al verse acorralado, extrajo un revólver y tras gritar con un inconfundible acento ruso “viva la anarquía”, se disparó un tiro sobre la tetilla izquierda. Los nervios le jugaron una buena pasada y solo se produjo heridas leves. Tras el disparo, se arrojaron sobre él y lo condujeron a la rastra hasta la comisaría 15, donde fue salvajemente torturado en sucesivos interrogatorios, que no consiguieron sacarle el nombre de sus cómplices. Radowitzky únicamente decía: “Tengo una bomba para cada uno de ustedes” y “viva la anarquía”; con el tiempo se supo que habían sido al menos cuatro los que ayudaron a preparar la ejecución de Falcón.
Cuando todo indicaba que
iba a ser condenado a muerte, un rabino, tío de Simón, Moisés Radowitzky, dio a
publicidad su partida de nacimiento que determinaba que era menor de edad, lo
que evitó el fusilamiento. Se sustanció un proceso de una rapidez inusitada
para los tiempos de la justicia argentina y se dictó una sentencia que no
registraba antecedentes: se lo condenó a prisión por tiempo indeterminado y a
sobrevivir a pan y agua durante veinte
días cada año al cumplirse los aniversarios del atentado.
Tras una breve estadía en
la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras, y tras un intento de fuga, fue
trasladado al penal de Ushuaia, donde permaneció hasta 1930, durante 21 años.
Simón Radowitzky se transformaba así en un símbolo del movimiento obrero
anarquista que no dejó jamás de luchar por su libertad.
En el año 2013 el
documental cinematográfico “Simón,
el hijo del pueblo” lo recuerda. Fue dirigido por Rolando
Goldman y Julián Troksberg y en el elenco figuran Osvaldo Bayer y Julián
Goldman.
BREVES BIOGRAFÍAS
Ramón Lorenzo Falcón había nacido en Buenos Aires el 30 de agosto de 1855. Fue un político, militar y policía que
se destacó
por la dureza que ejerció al mando de la Policía de la Capital (actual Policía Federal Argentina), al reprimir con mano de hierro las manifestaciones obreras de la época. Falcón fue el primer cadete del Colegio Militar, al que ingresó en 1870, cuando era presidente Domingo Faustino Sarmiento. Egresado con honores en 1873, combatió en la Campaña del Desierto; a su regreso, en 1898, se retiró con el grado de coronel.
También resultó
electo diputado nacional.
En 1906 recibió el nombramiento de Jefe de Policía
de la Capital Federal. En ese cargo creó en 1905 la escuela de policía, ubicada
en Rosario y José María Moreno, que llevó su nombre hasta el año 2011. El mismo
año de la creación de la Escuela, José Figueroa Alcorta había decretado el estado de sitio como consecuencia de la revolución radical.
En 1907, durante la Huelga de Inquilinos, fue
el encargado de desalojar a las familias obreras que se negaban a acatar el
aumento unilateral de precios aplicado por su arrendadores. Descontentos con la
falta de intervención del gobierno en la regulación de la vivienda y de las
condiciones de vida en los inquilinatos, en estado lamentable en su mayoría,
mujeres y niños obreros tomaron las calles con escobas, bajo el lema de “barrer
la injusticia”. En julio de ese año, en pleno invierno, con la ayuda del cuerpo
de bomberos de la ciudad de Buenos Aires, redujo los conatos de protesta
arrojando a las familias agua helada con mangueras de alta presión. Falcón llevó
adelante los desalojos masivos y los ex inquilinos debieron quedarse en los
campamentos organizados por los sindicatos anarquistas.
La represión del 1º de mayo de 1909 en la conmemoración
obrera de los caídos en Chicago fue tal vez el punto culminante de su carrera,
el que lo llevaría a la muerte. Murió asesinado el 14 de noviembre, bajo la
mano de un joven anarquista.
Simón
Radowitzky
Había nacido en Ucrania, el 10 de septiembre o 10 de noviembre de 1891. Creció en la ciudad de Ekaterinoslav, donde
la familia, de origen judío, se había trasladado para que los niños pudieran ir
a la escuela, pero abandonó los estudios a los 10 años para iniciar su
aprendizaje como herrero. Fue la hija de su maestro quien lo inició en el anarquismo. Cuatro
años más tarde, ingresó como jornalero en una metalúrgica. Justamente en una manifestación
reclamando la reducción en la jornada laboral, fue herido por un sable
cosaco que lo confinó
en cama durante seis meses. Tras la convalecencia, se lo sentenció a cuatro
meses de prisión por repartir prensa obrerista. Fue segundo secretario del sóviet de la fábrica
en la que trabajaba cuando los eventos de la revolución rusa de
1905. Tras la represión zarista, debió
exiliarse para no ser condenado a prisión en Siberia. Irónicamente, en su
destino elegido, Argentina, acabaría condenado al penal “Del Fin del Mundo”, en
Tierra del Fuego.
Llegó a la Argentina en marzo de 1908; se afincó en Campana, donde trabajó como obrero mecánico en los talleres del Ferrocarril
Central Argentino. Mantuvo estrechos
contactos con la creciente comunidad anarquista local, inclusive se relacionó con
un grupo de intelectuales anarcosindicalistas de origen ruso. Se trasladó a
Buenos Aires, donde trabajó como herrero y mecánico. Comentaba que la
policía montada argentina le recordaba a los cosacos zaristas que con sus
sables dejaban un tendal de obreros muertos en las concentraciones anarquistas
de Rusia.
Este militante obrero anarquista se convirtió en uno
de los más célebres presos del penal de Ushuaia, donde
permaneció 21 años de su vida. Después de recibir el indulto, partió de la
Argentina para luchar en el bando republicano
durante la Guerra Civil Española. Murió en México, donde trabajaba en una fábrica de
juguetes, a los 65 años de edad.
Así lo recordaba el escritor Osvaldo
Bayer:
“Estoy en Ushuaia, en el edificio
del antiguo penal, y hablo sobre Simón Radowitzky ante una concurrencia formada
principalmente por gente joven. Nunca hubiera soñado antes que iba a tener esa
posibilidad. En los años setenta publiqué un libro que se titulaba Simón Radowitzky, ¿mártir o asesino?, que fue
a parar a la hoguera de la dictadura de los Videla y Massera. ¿Quién era ese
Simón Radowitzky que había sido una figura legendaria del movimiento obrero en
las tres primeras décadas de este siglo y que había pasado veintiún años de su
vida en la cárcel, la mayoría de ellos en el penal de Ushuaia, una de las
páginas más negras de la historia penal del género humano de la cual tendríamos
que avergonzarnos los argentinos? Y que se mantuvo no sólo durante el gobierno
de los conservadores liberales sino también durante los tres gobiernos primeros
del radicalismo. Los que más cantaron a Simón Radowitzky, llamado el ‘mártir de
Ushuaia’, fueron los payadores criollos en versos como estos:
"Traigo
aquí para Simón
este manojo de flores,
del jardín de los dolores
del alma y del corazón:
traigo para aquel varón
valiente y decidido,
este manojo que ha sido
hecho con fibras del alma,
en un momento sin calma
de rebelde convencido."
este manojo de flores,
del jardín de los dolores
del alma y del corazón:
traigo para aquel varón
valiente y decidido,
este manojo que ha sido
hecho con fibras del alma,
en un momento sin calma
de rebelde convencido."
Hoy, a 105 años de aquel
magnicidio de Plaza Lorea, aún queda en la ciudad una calle que reivindica el
nombre de Ramón Falcón, y la escuela oficial Nº15 DE 6º de Rioja 660, en
Balvanera. La “historia oficial” continúa reivindicándolo como héroe y mostrando
a Radowistky como villano.
Tristes
son los conceptos cuando no son respaldados por el esclarecimiento de las verdades
y las mentiras históricas.
Miguel
Eugenio Germino
Fuentes
-http://www.lamalatesta.net/product_info.php/products_id/4000
-http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/mundo/revolucion_industrial.php
-http://www.todo-argentina.net/biografias/Personajes1/ramon_l_falcon.php
-Pigna Felipe: Los mitos,
tomo 2, Editorial Planeta 2005
1 comentario:
Genial descripcion de los hechos y fiel hasta en los minimos detalles.. Mil gracias anarquistas...
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