REFUGIADO
Laura y Matías –una madre y su hijo– recorren una Buenos Aires oscura y tenebrosa, escondiéndose de un marido/padre violento, que no aparece en escena, pero del que siempre está presente su amenaza omnipotente, ambos se ven obligados a abandonar inesperadamente la casa donde viven tras una nueva reacción violenta de Fabián (el padre). Matías tiene 7 años y Laura transita los momentos iniciales de un embarazo. Comienzan, así repentinamente, un deambular en busca de un lugar donde puedan sentirse protegidos y amparados. Ambos andan por una ciudad dura, anodina, violenta, en la que una madre y su hijo intentan atravesar para sobrevivir.
Tal vez esta
película sea la mejor de la carrera de Diego
Lerman, la que toca temas que podrían ser catalogados como “políticamente
correctos” (la “violencia de género”), y lo hace con sabiduría, inteligencia y
talento, sin recurrir a lugares comunes, discursos ni frases hechas.
Julieta
Díaz,
está en su mejor papel, en el que acompaña a su
pequeño hijo en un derrotero que la lleva de los monoblocs en los que vive con
su pareja golpeadora a un refugio para mujeres y de ahí a las calles porteñas,
siempre buscando escapar de la amenaza. Tironeada por su relación con su
marido, pendiente de su niño, tratando de superar un hecho violento que es el
punto de partida del filme, la protagonista se encuentra a sí misma en esa
complicada supervivencia.
El film tiene su grado de tensión y
suspenso, siguiendo las desventuras cotidianas de madre e hijo. Una primera
etapa del filme se centra en el refugio en el que ambos paran: el niño se
siente bien y acompañado (la niña colombiana con la que comparte aventuras es
un hallazgo), pero la madre entra en una severa depresión y decide escapar
antes de enfrentar la situación legal con su pareja, a la que sigue temiendo y
de quien no parece poder desprenderse del todo. De ahí en adelante está
entregada a su suerte, a las dependencias que ambos tienen con el ex y a la
posibilidad de sobrevivir y de formar una nueva vida con pocos recursos y bajo
una amenaza permanente.
Con una notable dirección de fotografía del
polaco Wojciech Staron (El premio) que transforma a las
zonas marginales de Buenos Aires en un símil cinematográfico de ciudades del
Este de Europa (oscura, gris, nublada, densa) y con un trabajo extraordinario
del niño Sebastián Molinaro –que junto a Julieta Díaz son el objetivo persistente de
la narración–, Lerman logra un
filme que trasciende las limitaciones de su tema: es una pintura urbana, pura,
dura y sin concesiones, de las dificultades de sobrevivir a una relación
violenta y codependiente, que nunca termina de permitir que las personas se
liberen del todo de lo que las lastima.
El clima es sin dudas lo mejor logrado del filme,
la historia de una familia que es desmembrada,
como tantas y en la que la figura del padre ausente en el film es la que ejerce
una fuerte presión en los demás. El amor es más complicado –parece decir el filme–
que entrar y salir de situaciones difíciles e incómodas. Es saber encontrarse a
uno mismo y poder, a partir de ahí, vivir con los demás. Y eso es lo que tratan
de hacer aquí los protagonistas. Otra película del cine nacional reciente, que
deja bien parado a nuestro cine, últimamente con una abundante producción y
notable calidad. El largo plano secuencia de su “declaración” en el refugio,
merece los premios obtenidos, ganadora en el III Concurso Itamaraty para el Cine
Sudamericano en San Pablo. Selección Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes 2014 y que puede
aspirar a otros que se entreguen a la actuación
en la Argentina este año.
Marta
Romero
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