El mundo | Martes, 30 de diciembre de 2014
Opinión
¿Una tercera guerra mundial?
Por Boaventura de Sousa Santos *
Todo indica que se está
preparando una tercera guerra mundial, si entendemos por “mundial” una
guerra que tiene su principal teatro de operaciones en Europa y
repercute en diferentes partes del planeta. Es una guerra provocada
unilateralmente por los Estados Unidos, con la complicidad activa de
Europa. Su blanco principal es Rusia y, en forma indirecta, China. El
pretexto es Ucrania. En un raro momento de consenso entre demócratas y
republicanos, el Congreso estadounidense aprobó, el 4 de diciembre
pasado, la Resolución 758, que autoriza al presidente a adoptar medidas
más agresivas para sancionar y aislar a Rusia, a proporcionar armas y
otro tipo de apoyo al gobierno de Ucrania y a fortalecer la presencia
militar de EE.UU. en los países vecinos de Rusia. La escalada de
provocaciones a Rusia tiene varios componentes que, en conjunto,
constituyen una segunda Guerra Fría. A diferencia de la primera, en ésta
Europa es un participante activo, aunque subordinado a EE.UU., y ahora
se asume la posibilidad de una guerra total y, por lo tanto, nuclear.
Varias agencias de seguridad ya están haciendo planes para el día
después de un enfrentamiento nuclear.
La provocación occidental tiene
tres componentes: sanciones para debilitar a Rusia, instalación de un
gobierno satélite en Kiev y guerra de propaganda. Las sanciones son
conocidas. La más insidiosa es la baja del precio del petróleo, que
afecta de manera decisiva las exportaciones rusas, ya que el petróleo es
una de las principales fuentes de financiación del país. El presupuesto
de Rusia para 2015 fue elaborado previendo que el barril de petróleo
iba a costar 100 dólares. La reducción del precio, combinada con otras
sanciones y con la devaluación del rublo, agravará peligrosamente el
déficit presupuestario. Además, esta reducción ocasionará graves
problemas en otros países considerados hostiles (Venezuela, Irán y
Ecuador). La reducción del precio del petróleo es posible gracias al
pacto celebrado entre EE.UU. y Arabia Saudita, a través del cual EE.UU.
protege a la familia real (odiada en la región) a cambio de que se
mantenga la economía de los petrodólares (transacciones mundiales de
petróleo en dólares), sin la cual el dólar colapsaría como reserva
internacional y, con él, la economía de EE.UU., el país con la mayor y
más obviamente impagable deuda del mundo.
El segundo componente de la
provocación es el control total del gobierno de Ucrania, para
transformar este país en un Estado satélite. El respetado periodista
Robert Parry informa que la nueva ministra de Finanzas de Ucrania,
Natalie Jaresko, es una ex funcionaria del Departamento de Estado, una
ciudadana estadounidense que obtuvo la nacionalidad ucraniana días antes
de asumir el cargo. Hasta ahora presidió varias empresas financiadas
por el gobierno norteamericano, creadas para trabajar en Ucrania. Ahora
se entiende mejor la explosión, en febrero pasado, de la secretaria de
Estado norteamericana para Asuntos Europeos, Victoria Nulland: “A la
mierda la Unión Europea”. Lo que quería decir era: “¡Maldición! Ucrania
es nuestra. Pagamos para eso”. El tercer componente es la guerra de
propaganda. Los grandes medios de comunicación y sus periodistas están
siendo presionados para difundir todo lo que legitime la provocación
occidental y para ocultar todo lo que la ponga en cuestión. Los mismos
periodistas que, después de mantener reuniones en Washington y en las
embajadas de Estados Unidos, llenaban las páginas de los diarios con la
mentira de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein, ahora las
llenan con la mentira de la agresión de Rusia contra Ucrania.
UN MAPA PARA TOMAR CON PINZAS, PERO: NO LE ES FAVORABLE A LOS EEUU.: ¿SE ANIMARÁN A UNA GUERRA? |
Pido a los lectores que
imaginen el escándalo mediático que estallaría si se supiera que el
presidente de Siria nombró ministro a un iraní al que días antes había
concedido la nacionalidad siria. O que comparen el modo en que se
informó sobre las protestas en Kiev en febrero pasado y sobre las
protestas en Hong Kong en las últimas semanas. O que evalúen la
relevancia que se le dio a la declaración de Henry Kissinger, para quien
es temerario que se esté provocando a Rusia. Otro gran periodista, John
Pilger, dijo recientemente que si los periodistas hubiesen resistido la
guerra de propaganda, quizá se podría haber evitado la guerra de Irak,
en la que ya murieron 1.455.590 iraquíes y 4801 soldados
estadounidenses. ¿Cuántos ucranianos morirán en la guerra que se está
preparando? ¿Y cuántos no ucranianos?
¿Estamos en democracia cuando
el 67 por ciento de los estadounidenses está en contra de la entrega de
armas a Ucrania y el 98 por ciento de sus representantes votó a favor?
¿Estamos en democracia cuando los países europeos en la OTAN son
conducidos, a espaldas de los ciudadanos, hacia una guerra contra Rusia
en beneficio de los Estados Unidos? ¿O cuando el Parlamento europeo
sigue con sus cómodas rutinas mientras están preparando al continente
para ser el próximo teatro de guerra y a Ucrania, la próxima Libia?
Para entender lo que está pasando, es necesario tener en cuenta dos hechos: la declinación de Estados Unidos como país hegemónico y el negocio altamente rentable de la guerra. La declinación del poder económico-financiero de EE.UU. es cada vez más evidente. Después del 11 de septiembre de 2001, la CIA financió el llamado Proyecto Profecía, diseñado para prever posibles nuevos ataques contra EE.UU. a partir de movimientos financieros extraños y de gran envergadura. Con diferentes formas, ese proyecto ha continuado y uno de sus participantes prevé un próximo crash del sistema financiero a partir de las siguientes señales: Rusia y China, los mayores acreedores de EE.UU., han estado vendiendo los títulos del Tesoro estadounidense y, en cambio, han estado comprando enormes cantidades de oro; extrañamente, esos títulos vienen siendo adquiridos en grandes cantidades por misteriosos inversores belgas, y muy por encima de la capacidad de este pequeño país; tanto Rusia como China están utilizando cada vez más sus monedas y no los petrodólares en las transacciones de petróleo (todos recuerdan que Saddam y Khadafi intentaron utilizar el euro y el precio que pagaron por esa osadía); finalmente, el FMI se prepara para que el dólar deje de ser, en los próximos años, la moneda de reserva y sea sustituido por una moneda global, los SDR (derechos especiales de giro, por su sigla en inglés). Para los creadores del Proyecto Profecía, todo esto indica que un ataque contra EE.UU. está cerca y que, para defenderse, los norteamericanos deben mantener los petrodólares a toda costa, asegurándose un acceso privilegiado al petróleo y al gas, deben contener a China y debilitar a Rusia, para lo que lo ideal sería provocar su desintegración, al estilo de Yugoslavia. Curiosamente, los “expertos” que ven en la venta de deuda una actitud hostil por parte de potencias agresoras son los mismos que aconsejan a los inversores estadounidenses proceder de la misma manera, es decir, deshacerse de los títulos públicos, comprar oro e invertir en bienes sin los cuales los seres humanos no pueden vivir: tierra, agua, alimentos, recursos naturales, energía.
Transformar las obvias señales
de declinación en previsiones de agresión busca justificar a la guerra
como medio de defensa. Hoy la guerra es altamente rentable debido a la
superioridad de EE.UU. en la conducción bélica, el suministro de
equipamiento y los trabajos de reconstrucción. Y la verdad es que, como
escribió Howard Zinn, EE.UU. ha estado
constantemente en guerra desde su fundación. Además, a diferencia de Europa, la guerra nunca se libra en suelo estadounidense, salvo, claro, que se trate de una guerra nuclear. El 14 de octubre pasado, The New York Times difundió un informe de la CIA sobre el suministro clandestino e ilegal de armas y el financiamiento bélico en los últimos 67 años en muchos países, entre ellos Cuba, Angola y Nicaragua. Noam Chomsky dijo que ese documento sólo podía tener el siguiente título: “Sí, nos declaramos como el Estado terrorista más importante del mundo. Estamos orgullosos de eso”.
¡¡¡OJO AL OSO!!! |
constantemente en guerra desde su fundación. Además, a diferencia de Europa, la guerra nunca se libra en suelo estadounidense, salvo, claro, que se trate de una guerra nuclear. El 14 de octubre pasado, The New York Times difundió un informe de la CIA sobre el suministro clandestino e ilegal de armas y el financiamiento bélico en los últimos 67 años en muchos países, entre ellos Cuba, Angola y Nicaragua. Noam Chomsky dijo que ese documento sólo podía tener el siguiente título: “Sí, nos declaramos como el Estado terrorista más importante del mundo. Estamos orgullosos de eso”.
Un país en declive tiende a
volverse caótico y errático en su política internacional. Immanuel
Wallerstein dice que los EE.UU. se transformaron en un cañón
descontrolado, un poder cuyas acciones son imprevisibles, incontrolables
y peligrosas para sí mismos y para los demás. La consecuencia más
dramática es que esta irracionalidad repercute y se intensifica en la
política de sus aliados. Al dejarse envolver en esta nueva Guerra Fría,
Europa no sólo actúa contra sus propios intereses económicos, sino que
pierde la relativa autonomía que había logrado construir en el plano
internacional después de 1945. Europa tiene todo el interés en seguir
intensificando sus relaciones comerciales con Rusia y en contarla como
proveedora de petróleo y gas. Las sanciones contra Rusia pueden llegar a
afectar más a Europa que a Rusia. Al alinearse con el militarismo de la
OTAN, donde EE.UU. tiene total preponderancia, Europa pone su economía
al servicio de la política geoestratégica norteamericana, se vuelve
energéticamente más dependiente de EE.UU. y sus estados satélites, y
pierde la oportunidad de ampliarse con la entrada de Turquía en la Unión
Europea. Y lo más grave es que esta irracionalidad no es un mero error
de evaluación sobre los intereses de los europeos. Es muy probablemente
un acto de sabotaje por parte de las élites neoconservadoras europeas
para volver a Europa más dependiente de EE.UU., tanto en el plano
energético y económico como en el plano militar. Por eso, la
profundización de la participación en la OTAN y el tratado de libre
comercio entre la Unión Europea y EE.UU. (la Asociación Transatlántica
para el Comercio y la Inversión) son las dos caras de la misma moneda.
Puede argumentarse que la nueva Guerra fría, tal como la anterior, no
desembocará en un enfrentamiento total. Pero no olvidemos que, cuando
comenzó, la Primera Guerra Mundial fue considerada una escaramuza que no
duraría más que unos pocos meses. Duró cuatro años y costó entre 9 y 15
millones de muertes.* Doctor en Sociología del Derecho. Traducción: Javier Lorca.
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