México sufre por el poder narco
El
ataque a los 43 estudiantes de Ayotzinapa no fue un hecho aislado ni fruto de
una casualidad, mucho menos es culpa de los estudiantes que tienen legítimas causas de protesta. La
razón fundamental de la violencia desatada en México es la ausencia de un estado
fuerte, que logre aplicar su autoridad en todos los rincones de su país.
Pero
eso está muy lejos de pasar en la república mexicana. Hace rato que el poder
formal del gobierno fue penetrado y rebajado por las fuerza de los narcos. Los
carteles mexicanos están potenciados porque son el punto de paso fundamental al
mayor mercado consumidor de drogas del mundo que es Estados Unidos. Eso crea un
millonario mercado ilegal que genera una violencia irrefrenable.
Pese
a este panorama tétrico, hay una luz de esperanza. La movilización nacional e
internacional que ha generado la desaparición de los estudiantes se ha
extendido más allá de las víctimas y ha penetrado en todo el continente. El
espíritu insurgente mexicano se ha despertado y tal vez ya nada sea igual. La
derrota que significa la suerte que corrieron los estudiantes no frenó las
reivindicaciones sociales que los llevaron a exponer su vida. Por el contrario,
lograron sumar gente a su movimiento. Falta ahora darle una articulación
política que los lleve de ser una protesta amorfa a un movimiento organizado.
Tienen
un enemigo en frente con un temible poder de fuego. El estado mexicano tiene un
poder menguado y para sobrevivir se ha asociado en muchos casos al poder narco
que debería combatir. Para defender su cuestionado papel, el narco estado eligió
la violencia terrorista para eliminar de cuajo la amenaza a sus negocios. La
asociación entre el intendente de Iguala y los carteles fue sacada a la luz por
este horrendo crimen.
Pero la antigua alianza entre las autoridades
y el crimen mexicano cruje. La acostumbrada impunidad está en peligro. La
repercusión mundial de la violencia obligará al gobierno mexicano a no mirar al
costado. Pero poco podrá hacer si no colabora el principal destinatario del
tráfico de drogas: Estados Unidos.
Pablo Salcito
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