23 de agosto de 1962: secuestro y desaparición de Felipe Vallese
El primer peronista desaparecido
Antes de Felipe Vallese, dirigente de la Juventud
Peronista, ocurrieron otras dos desapariciones políticas en la historia del
país: Joaquín Penina (1901-1930), albañil anarquista catalán desaparecido en
Rosario en 1930, y Juan Ingallinella (1912-1955), médico comunista torturado y también
desaparecido en 1955, durante el gobierno de Perón.
Vallese fue un obrero metalúrgico secuestrado el 23 de
agosto de 1962, durante el gobierno de facto de José María Guido.
Al momento de su secuestro, Vallese tenía 22 años y era
delegado de la fábrica TEA, ubicada en el barrio de Flores en la calle Caracas
940. Diversos testimonios manifiestan que fue conducido a la Comisaría 1ª de San Martín,
donde fue torturado, luego trasladado al destacamento de Villa Lynch, en donde
continuaron con las torturas. Viendo los policías secuestradores que cada vez
estaban más cercados, trasladaron a Felipe Vallese a una casa particular de uno
de ellos y tal vez allí terminaron con su vida.
Su cuerpo jamás apareció.
LA ÉPOCA
Tras el derrocamiento de Perón
surge “la resistencia” peronista y en elecciones proscriptivas es elegido
Arturo Frondizi, que rápidamente traicionando su programa electoral crea el
“Plan Conintes” de represión, como una continuidad del Golpe Militar de 1955; sin
embargo los trabajadores continuaron su lucha, como los ferroviarios y los bancarios que fueron
movilizados militarmente.
En este período se conocen el “Programa de La
Falda”, de agosto de 1957, y el
de “Huerta Grande”, de junio de 1962, este último de alto
contenido revolucionario. Las 62 Organizaciones (de las que participaban peronistas y
comunistas) se reunieron en la localidad cordobesa de Huerta Grande. En ese
plenario aprobaron un programa que exigía: “Expropiar a la oligarquía terrateniente sin ningún tipo de
compensación. Implantar el control obrero sobre la producción. Abolir el
secreto comercial y fiscalizar rigurosamente las sociedades comerciales. Planificar
el esfuerzo productivo en función de los intereses de la Nación y el Pueblo
Argentino, fijando líneas de prioridades y estableciendo topes mínimos y
máximos de producción”. Estos planteos
dieron pie a que se hablase de un “giro a la izquierda” de Perón. Según recordaba entonces el dirigente peronista
Andrés Framini.
LA TRAYECTORIA DE FELIPE
Felipe
había nacido el 14 de abril de 1940. Era el quinto hijo del italiano Luis
Vallese, dueño de un puesto de frutas en el mercado de Donato Álvarez y una
casa en Seguí y Galicia, muy cerca de Plaza Irlanda. Felipe tuvo una infancia
muy triste. Su madre fue internada en el Hospital Braulio Moyano por problemas
psiquiátricos, y él y un hermano fueron enviados por su padre al colegio de curas
Martín Rodríguez de Mercedes. Allí estuvo de los nueve a los doce años. Cuando
salió del asilo, volvió al hogar paterno e ingresó en el turno noche del secundario
Hipólito Vieytes para poder trabajar, porque la cosa estaba difícil. Su activismo
político se inició en el colegio: participó de la huelga estudiantil contra los
intentos de privatizar la enseñanza superior por parte del ministro de
Educación de la Libertadora, Atilio Dell’Oro Maini, tras la cual tuvo que
abandonar los estudios. Trabajó como cadete en una editorial, como pintor de
brocha gorda –como
se decía entonces– y como empleado de una tintorería, hasta que el 6 de marzo de 1959,
cuando estaba por cumplir 19, consiguió un puesto en la fábrica TEA de Caracas
940 y Canalejas, donde con el tiempo fue elegido delegado gremial.
Cuenta el
valiente periodista y militante peronista Leopoldo Barraza, quien luchó denodadamente
por esclarecer el caso Vallese: “Al poco
tiempo consigue para sus compañeros numerosas conquistas que hoy les son
arrebatadas. Ropa de trabajo, riguroso cumplimiento del horario y pago de las
horas extras, cofres para vestuario, leche por trabajo insalubre, etc. Hasta el
momento de su desaparición siguió siendo delegado, que fuera elegido por
unanimidad. Era una garantía. Era un aguerrido antídoto contra el soborno
patronal. Cuando la empresa consideró que ya se estaba poniendo demasiado
pesado le ofreció 50.000 pesos de coima para que no moleste. Felipe los dejó
con la mano extendida. Como se creían que se trataba de una diferencia de ‘precio’ al tiempo duplicaron la ‘oferta’: 100.000 pesos para que renuncie y se vaya. No entendían:
miden a todos con su propia vara. ¡Jamás entenderían a Felipe Vallese!”.
Felipe se
incorporó a la Juventud Peronista liderada por Gustavo Rearte. Desde allí
colaboró con la heroica lucha de los trabajadores del Frigorífico Lisandro de
la Torre y terminó en un buque cárcel como muchos de sus compañeros, también
participó en lo que puede considerarse la primera operación de guerrilla urbana
en la Argentina: el ataque a la garita que la Aeronáutica tenía en Ciudad
Evita, camino a Ezeiza, en la que según la jerga de la resistencia, se recuperaron
dos pistolas ametralladoras PAM. Su compañero Envar el Kadri lo recordaba así: “Qué lindo fue tener hermanos como aquel… o
aquel otro, Felipe Vallese, ‘Misterix’ por su impermeable blanco
abotonado en doble hilera, parecido al personaje de historieta, con el que nos
escapábamos juntos después de haber recuperado armas para el pueblo”.
SECUESTRO, TORTURA Y DESAPARICIÓN
En aquel
agosto caliente que había comenzado con el paro general de 48 horas, al que
adhirieron millones de trabajadores, una noticia pasó inicialmente casi
inadvertida en el diario “El Mundo”, el título policial “Como en Chicago” parecía referirse a un
secuestro mafioso.
Rarísimo el suceso en Flores
Norte, que la policía dice ignorar. Frente al 1776 de Canalejas, a las 22.30 horas
del jueves, un hombre fue secuestrado. Desde hace varios días, había autos “sospechosos” en las inmediaciones. Una
estanciera gris frente a aquel número; un Chevrolet verde en Canalejas y Donato
Álvarez hizo guiños con los focos, señalando el avance del hombre. Le
respondieron y todos convergieron sobre él. Se le echaron encima y lo
golpearon. Y pese a que se aferró con manos y uñas al árbol que está frente al
número señalado, lo llevaron a la estanciera gris, que partió velozmente con
las puertas abiertas. Los gritos de desesperación del secuestrado, que habían
comenzado con la agresión, poblaban la noche y atrajeron a todos los vecinos,
que alarmados, dieron otro tono a la cuadra. Todos corrieron. Algunos quisieron
acercarse. Un hombre armado –pistola 45 en mano– los detuvo. “Esto no es para ustedes. Píquenselas si no quieren ligarla”. Y se tuvieron que ir,
viendo, inermes, cómo en plena ciudad se raptaba un hombre. Luego avisaron a la
policía. Una hora después llegó un oficial. Recogió información. Advirtió los
rastros de sangre. No dijo nada. Cuando familiares, amigos y vecinos
preguntaron en la Comisaría 50, respondieron: “Es la primera noticia que tenemos”. El hombre secuestrado se llamaba Felipe Vallese.
Hoy la calle Canalejas de Buenos Aires lleva en homenaje su nombre, y así
también se denomina el salón de actos de la CGT en su sede de la calle Azopardo
802 de la Capital Federal, y no se olvida aquel grave hecho: en la tarde
del jueves 15 de octubre de 2015, en el barrio de Flores, dirigentes gremiales
de distintos sindicatos, vecinos de la Asamblea que funcionó en Plaza Irlanda
en la época de la crisis del 2001, vecinos de la Comuna 7 y militantes de La
Cámpora, recordaron a Felipe Vallese, considerado el primer desaparecido de la
historia argentina, restaurando el lugar donde fue secuestrado el 23 de agosto
de 1962 este militante gremial quien en aquel momento se tomó de un árbol
paraíso para no ser detenido. Su desaparición se convirtió en bandera de lucha
del movimiento popular peronista que estaba proscripto en aquellos años.
Durante la restauración del cantero
original, colocado hace años por los vecinos de la Asamblea de
Plaza Irlanda, estuvieron presentes militantes de aquella asamblea y vecinos
del barrio, además, participaron del acto Javier Andrade, legislador electo del
FpV en CABA y militante de La Cámpora; Luciano Fernández, secretario gremial de
ATE; Vanesa Siley, secretaría general de Judiciales; Alejandra Rincón, gremial
de la Asociación Argentina de Actores; Kano Bálsamo, gremial de Foetra y además
participó Felipe Vallese hijo, quien recordó la lucha de su padre,
reivindicando la época actual donde muchos jóvenes siguen esa lucha histórica
por lograr una Argentina libre, justa y soberana, en el actual proyecto llevado
adelante por el gobierno nacional.
Eduardo de la
Peña es el hijo de Felipe Vallese –tenía solo 3 años cuando falleció su padre– y recientemente
recuperó su nombre y apellido y tiene un nuevo DNI. Denunció
que su padre lo anotó con el apellido de una amiga para protegerlo. Se enteró
quién era su padre a los cinco años de edad y busca a su madre, que nunca
conoció y cuya identidad era un secreto familiar.
El doctor Rómulo
Dalmaroni, a cargo del Juzgado Penal Nº 1 de La Plata,
condenó a 39 policías (en abril de 1971) a penas que iban de los 3 años a los
9, por encontrarse implicados en el caso de la desaparición de Vallese. Recién
en 1974 la Suprema Corte de Justicia confirmó la sentencia dictada. A los 39
policías involucrados les costó unos pocos años la vida de un ser humano. Juan Fiorillo encabezó aquel procedimiento con un grupo de tareas de
civil, en Capital, una jurisdicción vedada para la policía bonaerense. Según la
reconstrucción de los abogados de la Unión Obrera Metalúrgica, Rodolfo Ortega
Peña y Eduardo Luis Duhalde (que fuera secretario de Derechos Humanos de la
Nación). Posteriormente Fiorillo trabajó para la Triple A y los grupos de
tareas de la Dictadura. Una
vez detenido, en 2006, se negó a declarar ante el juez y solicitó el beneficio
de la detención domiciliaria, que le fue concedido. A los 75 años, con la
movilidad limitada, falleció en su casa de Villa Adelina
después de padecer una enfermedad terminal.
La memoria de
Vallese estará siempre viva entre los trabajadores y los sectores democráticos
de la sociedad.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
--Pigna, Felipe, Los mitos de la Historia Argentina, Tomo 5, Planeta, 2009.
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