EL ABASTO - MERCADO VIEJO
El Abasto: un barrio “sin papeles”
El
Abasto no es un barrio, al menos desde el punto de vista administrativo. No
integra la lista de los 48 barrios oficiales de la Ciudad de Buenos Aires. En
los mapas, su territorio se reparte entre Balvanera y Almagro, y entre las
comunas 3 y 5. Sin embargo, para quienes lo habitan, lo caminan, lo trabajan,
lo crean, lo sueñan y lo defienden, el Abasto es mucho más que una zona. Es un
barrio con historia, identidad, cultura viva y, sobre todo, sentido de
pertenencia.
En
el marco de la investigación “Huellas del Abasto. La
construcción social de un paisaje urbano, pasado y presente”, que estamos
desarrollando en el barrio con el apoyo del programa Mecenazgo de Impulso
Cultural, promovido por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires,
hemos recopilado numerosos relatos de personas que viven y trabajan en la zona.
Estas voces aportan una mirada íntima y colectiva sobre los límites –formales e informales– del Abasto, así como sobre el deseo
compartido de que este territorio, con una identidad barrial profundamente
arraigada, sea reconocido oficialmente como un nuevo barrio de la ciudad.
Una
de esas voces es la de María Elena, vendedora ambulante y vecina durante 25
años, quien expresa con claridad el vínculo afectivo que muchas personas
mantienen con el barrio. “Para mí el Abasto es mi hogar”, dice. Aunque hoy vive
en Once por el aumento de los alquileres, su corazón sigue en esas cuadras que
rodean al ex Mercado. “Mis hijas crecieron allí.
Es mi barrio, es todo para mí”.
Su
testimonio condensa un sentimiento compartido por muchas voces: el de una
comunidad que se reconoce en una geografía afectiva, aunque aún no sea
reconocida oficialmente.
Un barrio que late entre otros
Los
límites del Abasto no están oficialmente reconocidos, aunque existió una
delimitación de carácter operativo impulsada por la gestión administrativa
anterior. Sin embargo, esos márgenes se trazan una y otra vez en los relatos de
las personas que lo habitan. Para Elisabet, vecina, abogada y activista urbana
desde hace más de dos décadas, el área se extiende entre Ecuador, Tucumán,
Mario Bravo y Perón. “Allí descubrimos incluso un Abasto industrial, vinculado
a los galpones del tren y al antiguo Mercado”, explica.
Para
María Elena, el límite estaría dado por las calles circundantes al edificio del
ex Mercado. Miguel, vecino y comerciante desde
los años 1970, lo resume así: “El Abasto no tiene límites precisos. Es parte de
Balvanera, pero su influencia llega a Almagro y Palermo”.
Juana,
una reconocida vendedora de productos peruanos y bolivianos, coincide: “El
entorno es lo que hace al Abasto”. Para Ignacio, referente cultural del barrio,
los límites no se miden en calles: “Uno se da cuenta cuándo está caminando por
el Abasto. Es un barrio mezclado, y eso lo hace mágico”.
LA CASA MUSEO DE CARLOS GARDEL
La identidad como frontera
Para
Uma, nacida en el barrio y 4ª generación de inmigrantes, el Abasto no se
delimita a una planimetría: “Tiene que ver con las historias, los recuerdos que
se guardan tanto en los lugares como en las personas”.
Esa
memoria colectiva se ancla en múltiples símbolos: el edificio del ex Mercado, los conventillos, Carlos Gardel, Luca Prodan,
los centros culturales, el Parque de la Estación, las colectividades de
inmigrantes, las actividades culturales, los bares de Guardia Vieja, el tango,
el teatro comunitario, la militancia barrial. “El Abasto es una usina cultural,
política, social y patrimonial”, resume María, gestora cultural, militante y
vecina del barrio desde los últimos años del siglo XX.
Agustín,
integrante de una cooperativa cultural, lo dice sin rodeos: “El Abasto tiene
una identidad tan fuerte que trasciende los límites. Como La Boca con sus
conventillos, el Abasto tiene su propia impronta”.
Barrio Nº 49: una utopía posible
El
deseo de oficializar al Abasto como el Barrio nº
49 de la ciudad es una idea que circula desde hace años. “Sería un
reconocimiento justo a su historia y su identidad cultural”, sostiene Agustín.
“Sería bárbaro”, agrega Elisabet, quien también insiste en la necesidad de
debatir democráticamente sus límites: “Hay que hacerlo con consulta vecinal”.
Cata,
historiadora nacida y vecina del barrio, lo imagina incluso con un nuevo
nombre: Barrio Abasto Gardel. “El Abasto no es Almagro ni Balvanera.
Tiene su identidad muy marcada. Algún día nos van a dar la independencia”.
Fernando,
vecino entre las décadas de 1950 y 1980, recuerda cómo los limites se fueron
achicando con el tiempo. “Tendría que volver a ser un barrio, antes que se siga
desvirtuando”. Su hijo Tomás, hoy activo en la cultura barrial, aporta una
mirada generacional: “El Abasto es un intento de nombrar todo eso que en la
ciudad parece difícil de reunir. Tiene algo muy potente”.
No
todas las voces insisten en la oficialización. Tomás, por ejemplo, encuentra
valor en esa indefinición: “Hay algo de la mística de no ser un barrio que
también es importante”.
Una identidad viva
Entre
adoquines, pasajes, conventillos reciclados, calles llenas de centros
culturales y fachadas pintadas por murales, el Abasto se reinventa todos los
días. Es un territorio afectivo, político y artístico, marcado por una
diversidad cultural tan intensa como sorprendente. Un espacio habitado por
memorias que no están en las cartografías, pero sí en la piel de quienes lo
recorren.
Puede
que aún no sea un barrio oficial, pero ya tiene lo más importante: memoria,
comunidad y un deseo colectivo de futuro. El Abasto existe. Y pide ser
reconocido.
Verónica Benedet