IGNACIO CORSINI EN EL BARRIO DE ALMAGRO
Una faceta escasamente difundida
"Los
pájaros me enseñaron la espontaneidad de los cantos sin testigos en el gran
escenario de la naturaleza. Aprendí a cantar como ellos, naturalmente y sin
esfuerzo. Eran pájaros gauchos, embebidos de distancia y soledad, como las
gentes que los oían".
Andrés Ignacio Corsini era
su nombre completo. Llegó de Europa al igual que Gardel (que más tarde fue
nuestro). Había nacido el 13 de febrero de 1891 en un ignoto pueblito de
Catania, Sicilia, llamado Troina. Hijo de Socorro Salomone, de su padre no se
conocieron datos. A los cinco años se embarca hacia Buenos Airescon su madre, y llega a nuestras costas en 1896, afincándose en el Barrio de Almagro. Aquí Socorro, con la ayuda de otros parroquianos, instala
una fonda en la calle Boedo, entre Belgrano y Venezuela, donde hará de cocinera.
Transcurrió Ignacio su primera
infancia, hasta que a los 12 años fue llevado a una estanzuela de Carlos
Tejedor, al oeste de la provincia de Buenos Aires, donde comenzó a trabajar
como peoncito, mientras crece entre la gente
de campo y participa en las distintas tareas gauchescas, como resero y boyero.
Por
las noches se reunía en la cocina o en los fogones al aire libre con la
peonada, donde se extasiaba escuchando las voces, relatos y canciones, aquellas que lo nutrieron
tempranamente con el acervo criollo y fueron forjando su carácter. Alguna vez dijo: “Allí,
entre la gente de campo, aprendí a cantar; la naturaleza templó mi espíritu sentimental
y romántico, que luego habría de exteriorizar en mis canciones”.
Asimilaría
entonces sus primeros estilos: milongas,
valses y zambas; conoció al morocho Domingo, que
fue quien le enseñó los primeros punteos en la guitarra y lo alentó en
su canto.
CON M. SIMONE Y CHARLO EN RADIO EL MUNDO - AÑO 1937 |
Fueron
años que afirmarían su personalidad. Todavía muy
joven, a los 17 años regresa al barrio de
Almagro a reencontrarse con las calles de su niñez: Boedo, Belgrano, Venezuela,
Agrelo, México, Maza… algunas aún de tierra
y otras recientemente adoquinadas. Igualmente existían
algunas lagunas; se inauguraba además en la zona el primer lavadero municipal.
Circulaban
entonces por el barrio los primeros tranways, las líneas 26, 27 y la recién
inaugurada 73. En un contorno de casas bajas y humildes, no había mansiones de
familias destacadas como en otros barios más al norte, pero podía admirarse el
Palacio Muñiz, de Rivadavia y Mármol, y alguna que otra quinta notable hacia la que es hoy Avenida La Plata.
Lo
embargó un intenso espíritu bohemio, pero no
escapó a la realidad y se emplea como ayudante de albañilería para sostener a su madre, aunque no abandonará al
artista que lleva dentro, que no cesa de acuciarlo. Por entonces, habitaba con
su madre en una casa de Maza y Agrelo.
Almagro
era en aquel tiempo un semillero de payadores. Ellos formaban la melodiosa
legión de Gabino Ezeiza, José Betinoti y
el moreno Luis García, complementados por circos, cafés, frontones y
reñideros, que constituían los espectáculos lugareños.
Betinoti
vivía en Artes y Oficios (hoy Quintino) 567 y Luis García en Méjico al 3500.
Corsini se nutrió de aquellos sitios y personajes, comenzando a mostrar sus
dotes de cantor entre la muchachada del barrio.
Federico
Curlando, que frecuentaba un bodegón de la esquina de Boedo y Carlos Calvo,
escuchó al joven Ignacio y decidió apadrinarlo: mediante él llega al mismo
Betinoti, que apreció su voz y palmeándolo le dijo: “Tenés mucho sentimiento
muchacho, seguí sin miedo que llegarás alto”. El vaticinio pronto empezó a cumplirse, ya que
condiciones no le faltaban: estilo, una singular voz que marcó efectivamente una época, sentimiento, empuje
y “la pinta”, que en este caso no es lo de menos.
Así
llegará el debut de nuestro artista a los 18 años en una modesta salita de la
calle Venezuela 3979 llamada El Progreso de Almagro. Se presenta en
el doble papel de actor y cantor, junto a un grupo apasionado que se denominaba
“Los Nobles Serranos” y que ponen en escena El trovador nacional. Será la primera
consagración juvenil como cantor, la que lo alentará a continuar por ese camino.
CON VICTORIA PACHECO, SU COMPAÑERA EN SUS INICIOS AÑO 1910 |
También animaba las famosas
“serenatas”, un género romántico muy difundido entonces, que regalaban los enamorados frente a los balcones
de las muchachas casaderas, modalidad que
alcanzó una importante difusión a principios del siglo XX en Buenos Aires.
Fue sin duda Corsini
uno de los precursores que encarnaron la transición
de la payada al canto, y de la canción campera a los inicios de la trova
porteña (el tango). Nació con él, definitivamente, el cantor ciudadano, que trajo otro arte interpretativo, con nuevos
matices.
Hacia
1907 Ignacio se vincula con el artista circense José Pacheco, y por su
intermedio con Pepe Podestá, que lo incorpora a su compañía debutando en el
Circo, primera escala en su ascenso a la
popularidad.
Se
casa a los 20 años con Victoria Pacheco de 17 años, con quien tendrá un hijo.
Continuó
en el circo como galán cantor hasta los años 20. Sus
primeros discos los grabó en 1914 en el sello Víctor, y desde 1920 en el sello Odeón, con el
cual estará ligado hasta el fin de su carrera artística.
Pasada
la etapa del circo ingresa en la de las tablas en la compañía de Pepe Ratti,
con quien estrena en el Teatro Apolo Bailarín de Cabaret y el tango Patotero sentimental,
un éxito consagratorio, aunque su mayor fama
vino en 1929, con la pieza de Blomberg y Maciel,
La pulpera de Santa Lucía, uno
de los grandes clásicos de nuestro cancionero.
CORSINI Y SU CONJUNTO DE GUITARRAS |
El
tema de federales y unitarios aparece muy temprano en distintas manifestaciones
literarias argentinas, en el despliegue de las primeras novelas de la década de
1850 (Amalia, de Mármol; La huérfana de Pago Largo, de López
Torres; El prisionero de Santos Lugares, de Barbará; Los mártires
de Buenos Aires, de Nieves). Estas obras fundamentales pronto dieron lugar
a una impresionante producción en teatro, poesía, semblanzas biográficas,
canciones, etc. Fueron obras escritas con pasión variable y recreando desde la
realidad o la ficción personajes históricos como Manuelita Rosas, Camila O’Gorman, Ciriaco Cuitiño, Facundo Quiroga, Manuel
Dorrego, Juan Lavalle y muchos otros.
Corsini
animará distintas versiones de aquella época rosista como La mazorquera de Montserrat, La guitarrera de San Nicolás, La canción
de Amalia, Los jazmines de San Ignacio y La China de la Mazorca. A este
repertorio seguirán Griseta, La que murió en París, La viajera perdida, De todo te olvidas, y su inolvidable interpretación de Betinoti,
de Homero Manzi. También se recuerdan en su voz Tristeza criolla, de Francisco Laino y Caminito, de Gabino Coria Peñaloza.
Hasta 1927 intervino en innumerables dramas,
comedias y sainetes junto a los nombres y las compañías más importantes de
ese tiempo. Representó
más de 170 obras; actuó en cinco circos y nueve teatros con los que realizó giras por Argentina
y Uruguay. Entre esas obras se encuentran Juan Moreira, Los 33 orientales y La piedra
del escándalo, del famoso autor Martín Coronado. Con el auge de la radio, Corsini
se dedicó por completo a ser cantor y dejó en un segundo plano la
actuación teatral.
En
cuanto a la pantalla grande, en la etapa del cine mudo participó en las
películas Federación o muerte (1917),
Santos Vega (1918) y Milonguita (1922). Luego, con la
irrupción del cine sonoro, hizo Ídolos de
la radio en 1934 (del director Eduardo Morera, recordado por dirigir los famosos cortos de Carlos Gardel, cantando a dúo con Ada Falcón) y Fortín alto, en 1941.
Su obra es inmensa, tanto como autor
y compositor, mayoritariamente de canciones criollas, junto a unos pocos tangos
como: Flor Marchita y Aquel cantor de mi pueblo (con Maciel),
que grabó Edmundo Rivero.
En 1948 muere su esposa. Este golpe lo
sumerge en la melancolía; cantó por última vez en Radio Belgrano el 28 de marzo de 1949.
Fue uno de los mejores intérpretes de la
lírica criolla y de la música ciudadana. Tenía la esencia de
los viejos payadores, su voz era de timbre atenorado, delicado y
sencillo. Todo ello se unía a su porte gallardo y señorial, por lo cual se
ganó los apodos de “El príncipe de la canción” y “El
caballero cantor”.
Corría
el año 1967, era el 26 de julio, y en su bella casa cercana a Almagro, el
barrio de toda su vida, en Otamendi 676 (donde una placa lo recuerda), rodeado
de su hijo, su nuera y sus dos nietos, y cuando promediaban las cuatro de una
tarde lluviosa, un pájaro abandonaba esta tierra… Pero su imperecedero
estilo y su voz, quedarán presentes por siempre.
Miguel
Eugenio Germino
Fuentes:
http://diarioelsiciliano.com.ar/diario/?p=2629
http://www.investigaciontango.com/inicio/index.php
http://www.terapiatanguera.com.ar/Notas%20y%20articulos/tino_corsini.htm
http://www.todotango.com/spanish/creadores/icorsini.asp
Selles, Roberto y
Pesce, Rubén, La Historia del Tango “Corsini”,
Tomo 10.
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