4 DE JULIO DE
1976
LA MASACRE DE
SAN PATRICIO
“Es hora de que la Iglesia de
Cristo en la Argentina discierna a nivel nacional nuestra misión y no guarde
silencio ante hechos graves que se vienen sucediendo”.
Monseñor
Enrique Ángel Angelelli
Obispo de La Rioja
- Abril de 1976
(Asesinado el 4/8/76)
Se conoce como
“Masacre de San Patricio” o “Masacre de los curas palotinos”, el asesinato de
tres sacerdotes y dos seminaristas de aquella orden en la madrugada del 4 de
julio de 1976. Sucedió en la Parroquia de San
Patricio del barrio de Belgrano, a poco de instalarse en el país la sangrienta
dictadura cívico-militar encabezada por Videla-Massera-Agosti-Martínez de Hoz.
El crimen nunca
fue esclarecido, ni la iglesia se declaró querellante, aunque la inculpación recae
sobre un grupo de tareas de la Marina conducido por el represor Antonio Pernías (a) "Trueno",
"Rata" o "Martín", hijo de un oficial
superior de la Fuerza Aérea.
LA
IGLESIA: ¿INACCIÓN, TEMOR O COMPLACENCIA?
Por aquella época, la Iglesia se
dividía en dos fracciones antagónicas irreconciliables, de ideas diametralmente
opuestas. La jerarquía eclesiástica, encabezada por el presbítero Juan Carlos
Aramburu y el nuncio apostólico Pio Laghi por un lado, y por el otro los llamados
sacerdotes tercermundistas (MSTM), que respondían a los ideales del Concilio
Vaticano II (época de Juan XXIII) y a la Conferencia de Medellín, Colombia, de 1968. Mientras los primeros se adaptaron a la
línea ortodoxa de la iglesia, alineada con los poderes fácticos de dominación, los
sacerdotes tercermundistas adoptaron la “Teología de la Liberación”, corriente nacida
en aquellos preceptos. Algunos de sus representantes más destacados fueron los sacerdotes Gustavo Gutiérrez Merino (peruano), Leonardo
Boff (brasileño), Jon
Sobrino (español), Camilo Torres Restrepo (colombiano), Pablo
Richard (chileno), Manuel Pérez Martínez (español), Juan
Luis Segundo (uruguayo) y Gaspar García Laviana (español).
Difundían el evangelio de Cristo en las villas y los sectores más
humildes de la sociedad. Los
derechos del pobre son derechos de Dios (Éxodo
22:21-23, Proverbios
14:31;17:5) porque él ha elegido a los pobres (Santiago 2:5) y por tanto es él quien ha hecho la opción preferencial por
los pobres para salvar a todos. Jesucristo se identificó con los pobres (Mateo 5:3) y claramente dijo que quien se relaciona con el pobre, con él mismo
trata y a él mismo acepta o rechaza, a tal punto que esa relación será el
criterio principal del Juicio Final (Mateo
25:31-46).
Este enfrentamiento, que se dio en toda la sociedad, llega al
máximo con la instauración de la dictadura, la que no hará diferencias entre
laicos y católicos para aplicar su plan sistemático de exterminio a quienes se
opongan.
Según las
estadísticas del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, e informes de la Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), creada por el
presidente Raúl Alfonsín en 1983, durante los años de la dictadura fueron asesinados en el país 18 sacerdotes, 10 seminaristas, dos monjas francesas y
39 laicos ligados a la iglesia. Además estuvieron presos en cárceles
clandestinas otros 30 sacerdotes, afortunadamente liberados.
Ya antes, durante el interinato
de Estela Martínez de Perón, fue
asesinado por la Triple A el sacerdote villero
Carlos Mugica, el 11 de marzo de 1974.
Los
asesinatos más difundidos fueron los del
obispo de La Rioja Monseñor Enrique Angelelli, el 4 de agosto de 1976, hecho pasar por un accidente automovilístico, mientras
portaba pruebas sobre el secuestro y muerte días antes (18 de julio) del cura
franciscano Carlos de Dios Murias y del sacerdote francés Gabriel Lonqueville. El
11 de julio de 1977 fue el turno del obispo de San Nicolás de los Arroyos,
también en un supuesto accidente, y en diciembre del mismo año, en la Parroquia
de La Santa Cruz (San Cristóbal), el de las monjas francesas Alice Domon y
Léonie Duquet, que fueron secuestradas y asesinadas.
Para el
afianzamiento
en el poder de la junta militar era indispensable además de instalar el miedo, llevar adelante una
acción psicológica difundida por los medios, y la complicidad o el silencio de
parte de la sociedad civil, más la necesaria participación de la jerarquía
eclesiástica, como cómplice silencioso, enmascarando
los crímenes que bien sabía que se estaban
cometiendo.
LOS PALOTINOS Y
LA MASACRE
No era la congregación palotina
la más comprometida con los sacerdotes tercermundistas. Sin embargo existía
entre ellos una pequeña fracción que adhería a aquellos principios, que fue el
caso de los de la parroquia de la calle Estomba 1942, en plena vecindad de sectores acomodados de Belgrano,
donde se sucederían los aberrantes hechos.
Todo comienza hacia la medianoche
del día 3 de junio, cuando se estacionan en las cercanías del templo dos autos
con personas sospechosas en su interior. Luego se
supo que desde una esquina vecina vieron que estos individuos portaban
armas largas.
En una de las esquinas vivía
casualmente el interventor militar de la provincia
de Neuquén, general José Martínez Waldner, con su hijo Julio, que se encontraba
en la vereda junto al hermano de Mariano Pinasco
(sacerdote palotino que en la actualidad reside en México y que vino al país
para declarar en la causa).
JulioWaldner piensa –según el relato de Pinasco– que se la iban a dar a su padre, así que
fue a la comisaría cercana. El patrullero que despacharon desde allí identificó
a los dos autos y después le dijo a los muchachos:
“quédense
quietos, no se muevan porque van a bajar a unos zurdos. Quédense adentro”.
Nunca imaginaron éstos, pese al
léxico policial, la gravedad del asunto del que se enterarían a la mañana
siguiente. Del relato se desprende que se había declarado el lugar como “zona
liberada”, tal como era de práctica en todas las acciones de los grupos de
tareas militares.
Pasadas las 8 de la mañana
siguiente, se fueron congregando en las puertas del templo cerradas, los vecinos que normalmente acudían
a misa. También llegó el organista, a quien le extrañó la situación
anormal. Ingresó al templo desde una casa vecina y encontró el desolador cuadro
en el salón del primer piso. Los cinco religiosos muertos, maniatados boca abajo con los brazos en la espalda, ensangrentados y
con signos de haber recibido además una golpiza.
En la acción se habrían utilizado
armas con silenciador, ya que los vecinos no escucharon nada. Algunos de los acribillados llegaban a tener más de 60
balas en su cuerpo.
Se trataba de ALFREDO LEADEN, sacerdote, nacido
el 23 de mayo de 1919 en Buenos Aires; ALFREDO JOSÉ KELLY, sacerdote, nacido el
5 de mayo de 1933 en Suipacha, Buenos Aires; PEDRO EDUARDO DUFAU, sacerdote, nacido
el 13 de octubre de 1908 en Mercedes, Buenos Aires; SALVADOR BARBEITO DOVAL, seminarista,
nacido el 01/09/51 en Pontevedra, España y EMILIO JOSÉ BARLETTI, seminarista,
nacido el 22/11/52 en San Antonio de Areco, Buenos Aires.
Sobre uno de los cuerpos habían colocado un dibujo
de Mafalda, aquel famoso “del bastoncito
para abollar ideologías”. Además
habían escrito: “Por los camaradas dinamitados en Seguridad Federal. Venceremos. Viva
la patria” y “Estos zurdos murieron por ser
adoctrinadores de mentes vírgenes y son del MSTM” (por Movimiento
de Sacerdotes del Tercer Mundo).
De la parroquia desaparecieron
objetos y papeles importantes.
El caso originó un revuelo
nacional e internacional, y en un primer momento la dictadura intentó
responsabilizar a “elementos subversivos”,
aunque luego atribuyeron el crimen a “grupos militares fuera de control”.
Al día siguiente, Pío Laghi reconoció
–en diálogo con
la Embajada de Estados Unidos– que los
autores habían sido agentes de seguridad “sin
ordenes de oficiales superiores”, pero nunca investigaron ni identificaron quiénes
fueron esos agentes.
La Conferencia Episcopal remitió una tibia nota a la Junta, sin
exigir con energía una exhaustiva investigación. Tampoco aportó los elementos
de prueba que había recolectado la curia, por el contrario, como ocurrirá un
mes después en el caso Angelelli, guardó una
silenciosa reserva y mantuvo un sospechoso perfil bajo.
LA INVESTIGACIÓN
El crimen de
los palotinos nunca obtuvo justicia. Se
abrió una causa durante la dictadura que encabezó el juez Guillermo Rivarola, la que quedó en la nada. En 1983, un nuevo juez
federal, Néstor Blondi, reabrió el caso con pruebas recopiladas por el
periodista Eduardo Kimel en su
investigación La masacre de San Patricio.
El primer
elemento fuerte fue que un marino de baja graduación, Miguel Angel Balbi, se
presentó en el juzgado de Blondi y manifestó que un compañero de armas, de
nombre Claudio Vallejos, le había confesado que él manejó uno de los coches en
el operativo, mientras otros compañeros de armas entraban. Dio los nombres de
Antonio Pernías como quien dirigió todo, del teniente de Fragata Aristegui y del
suboficial Cubalo.
Otro elemento
fue la declaración que hizo Graciela Daleo, sobreviviente de la ESMA, al contar
que Antonio Pernías se jactaba de haber matado a los palotinos. Pero la
investigación no avanzaría. Vallejos, el chofer, no pudo ser ubicado por la
Justicia (se fugó a Brasil). Llamado a declarar, Pernías negó cualquier
relación con el caso. En la actualidad, el juez federal Sergio Torres quien, en un desprendimiento
de la denominada Causa ESMA investiga el homicidio de los padres palotinos,
tomó declaración a nuevos testigos en la causa, y es de esperar que se llegue finalmente a esclarecer el crimen.
EDUARDO KIMEL, AUTOR DEL LIBRO LA
MASACRE DE SAN PATRICIO
Es uno de
uno de los casos de censura más conocidos y absurdos del continente. Eduardo
Kimel fue el único condenado por escribir e investigar la masacre de los curas
palotinos. En 1995, la jueza Angela Braidot condenó a Kimel a un año de prisión
en suspenso y al pago de 20.000 dólares de indemnización a Rivarola. En
noviembre de 1996, la Cámara de Apelaciones anuló el fallo y absolvió al
periodista, pero en diciembre de 1998, la Corte Suprema aceptó un recurso de
Rivarola, revocó el fallo anterior y lo devolvió a la Cámara para que dictara otra sentencia, que finalmente
confirmó la pena impuesta. Esa situación motivó la intervención de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos y el posterior fallo de Casación. El CELS
hizo hincapié en que los años que pasaron desde lo
dictaminado por la Corte “ponen de manifiesto las deficiencias del
Estado para dar cumplimiento al fallo en su totalidad”.
CINE:
TITULO ORIGINAL: 4 DE JULIO, LA MASACRE
DE SAN PATRICIO.
DOCUMENTAL
ESTRENADO EL 3 DE JULIO DE 2000
En estos últimos años
--relata el crítico Hugo Zapata--, se han visto muchos documentales sobre la
dictadura militar, la gran mayoría de ellos no
resultaron ser más que panfletos políticos, con
una pobre producción periodística.
4 de julio, la Masacre de San Patricio es un muy buen film de Juan Pablo Young y Pablo Zubizarreta que retrata aquella terrible historia, casi nunca tocada en los medios. Existe muchísima gente que desconoce este hecho o ya no lo recuerda.
Para ser honesto, yo no estaba al tanto de los detalles del caso, aunque sabía de él, pero el film me sorprendió por la cantidad de información que brinda en tan solo 98 minutos. El documental está muy bien hecho. Comienza con la historia de la Iglesia y los curas palotinos, luego nos presenta a las víctimas y a su sangriento crimen.
4 de julio, la Masacre de San Patricio es un muy buen film de Juan Pablo Young y Pablo Zubizarreta que retrata aquella terrible historia, casi nunca tocada en los medios. Existe muchísima gente que desconoce este hecho o ya no lo recuerda.
Para ser honesto, yo no estaba al tanto de los detalles del caso, aunque sabía de él, pero el film me sorprendió por la cantidad de información que brinda en tan solo 98 minutos. El documental está muy bien hecho. Comienza con la historia de la Iglesia y los curas palotinos, luego nos presenta a las víctimas y a su sangriento crimen.
Miguel
Eugenio Germino
Fuentes
ueblonomeolvides.blogspot.com.ar/2012/07/4-de-julio-de-1976-masacre-de-san.html
http://www.nacionalypopular.com/index.php?option=com_content&task=view&id=12210#_LA_IGLESIA,_C%C3%93MPLICE
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