miércoles, 4 de marzo de 2015

PRIMERA PAGINA EDITORIAL Nº 237



EDITORIAL Nº 237 – MARZO DE 2015





Ante el recalentamiento de la situación mundial, vuelve a la palestra algo que parecía olvidado: la guerra fría, un enfrentamiento virtual entre los dos colosos de la década de los 90, los Estados Unidos y la Unión Soviética.

En el año 1992 Francis Fukuyama, un influyente politólogo estadounidense de origen japonés, nacido en Chicago en 1952, publica su libro El fin de la historia y el último hombre. Inspirándose en Hegel y en Alexandre Kojève, afirma en él que el motor de la historia se paralizó al momento en que ocurrió la disolución del bloque comunista, y que la única opción posible era la de una democracia liberal, tanto en lo económico como en lo político.

Se conformaría así el llamado pensamiento único liberal, con la supuesta muerte de las ideologías y el control casi absoluto de parte de los Estados Unidos.

 En palabras de Fukuyama: "El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas".

Hoy ha quedado al descubierto el error de su filosofía. Las guerras nunca terminaron, se incrementaron y hasta se volvieron más destructivas; había desaparecido “la otra parte disuasiva” (la URSS) y quedaba los Estados Unidos como gendarme del mundo.

Así se suceden guerras locales como la de Irak y Afganistán, con miles y miles de muertes anónimas bajo brutales bombardeos indiscriminados. Lo mismo ocurrió en Yugoslavia y su desmembramiento, o con la desaparición de Libia como nación en una guerra encabezada por Francia (la patria de Voltaire como se jactó su ministra de Justicia).

Pero allí no concluye la cosa: el famoso y único sistema liberal entra en profunda crisis. Europa, por su parte, se desangra económicamente, con millones de nuevos desplazados. Mientras tanto, en América del Sur nacen nuevos gobiernos progresistas encabezados por Venezuela, Bolivia y Ecuador, y secundados por otros estados como Brasil, Argentina, Uruguay y en América Central Cuba, seguida de Nicaragua, Costa Rica y El Salvador.

La teoría de Fukuyama quedó en falsa escuadra, aunque son pocos los que se acuerdan de su librejo descalificante, pro-liberal, que cantaba loas al supuesto “vencedor”.

No bastó la caída del Muro de Berlín en 1989, tan festejado por Occidente, que hace la vista gorda a los otros muros que se hoy se levantan, como el de México-EE. UU., o el de Israel-Cisjordania, ¡catorce muros aún hoy separan al mundo! Vale echar una mirada atenta para localizarlos.

Pero volviendo a nuestra América Latina, vemos que se han dado y se están dando significativos pasos tendientes a lograr la integración, mediante organismos como el Mercosur, la CELAC, el Banco del Sur, el ALBA, etc. Dichas instituciones persiguen, justamente, desvincularse de aquel liberalismo divinizado por Fukuyama.

En ese contexto se han creado también organismos internacionales como el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica); que acumula el 43 por ciento de la población mundial, el 25 por ciento de la riqueza y genera el 56 por ciento del crecimiento económico del mundo. Además, los países de Sudamérica firmaron jugosos convenios con Rusia y China en condiciones muy favorables.

Todo esto sustituye al FMI y al Banco Mundial que hasta ayer nomás vivió esquilmando a nuestros pueblos, y hoy lo hacen con una Europa presa de sus garras, Grecia es el primero de los países díscolos que dijo basta a los ajustes inspirado en aquellos organismos nefastos.

En su visita al país el economista francés Thomas Piketty, autor del best seller El capital en el siglo XXI, hizo interesantes declaraciones relacionadas con la reforma tributaria y las inversiones externas. Respecto al primer tema mostró que en Argentina la tributación máxima es del 35%, mientras que en Dinamarca llega al 55,4%; en Bélgica, Japón e Inglaterra al 50%, en España al 45% y en Canadá 46,4%. Y en cuanto a las inversiones externas dijo: “Creo que el ahorro interno es suficiente para el desarrollo, la experiencia no sugiere que una gran deuda externa sea buena idea”.

El agravante en nuestro país es que las escalas de ganancias datan de hace 15 años, quedando descolocadas frente a la inflación, lo que perjudica a las rentas más pequeñas.

Todo indica sin embargo que, sin endeudamiento externo y haciendo una profunda reforma tributaria, el futuro de nuestro país es más que promisorio, al igual que el del resto de América, ya que las potencias llamadas hegemónicas no pueden descargar sus crisis en los pueblos del sur. Claro que por sus crecientes dificultades amenazan con ocasionar una tercera guerra mundial.

Habrá que evitar un enfrentamiento de carácter global, por todos los medios posibles.

Solo en paz, y sin la intromisión del liberalismo, es como avanzará América y el mundo.



Hasta la próxima






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