¡Allá en el horno (NO) nos vamo a encontrar!
Espero acepten disculpar mis digresiones un tanto herejes, para con Discépolo y para con quienes creen en las divinidades y en los espacios de premios y castigos del más allá. Simplemente se me ocurrieron para tratar de entender un fenómeno que está sacudiendo al escenario político de esos días post derrota electoral del peronismo y que, estoy convenido, contiene en sí mismo todos los peligros y el desolador dramatismo que amenazan la suerte del campo popular, de la clases plebeyas, entendiendo como tales en la actual etapa histórica a los multifacéticos y complejos contingentes sociales que, más allá de los modos culturales del tiempo presente, atravesados por las nuevas tecnologías y la revolución informática, siguen siendo desposeídos de poder y de bienes materiales y simbólicos para construir ese poder ausente, sean o no conscientes de ello. Para pensar al respecto: se dice que Internet es el hecho democratizador más relevante desde la aparición de la imprenta, pero creo que se trata de un afirmación mítica, pues la imprenta sirvió para horizontalizar la palabra y el texto recién cuando los plebeyos de las luchas contra el Antiguo Régimen lograron arrancarla del monopolio que ejercían sobre ella los monasterios, dueños únicos incluso del acto de leer; y los plebeyos de la actualidad tienen el desafío de revertir un dato que la propia prensa vocera del capitalismo concentrado reconoce, como lo hizo The Wall Street Journal el 30 de noviembre último, cuando admitió que Internet y las redes sociales conforman un negocio oligopólico en manos de Fecebook y otras cuatro corporaciones estadounidenses. Facebook Inc. reportó un aumento interanual de 41% en sus ingresos trimestrales, que fueron impulsados por un enorme salto en la publicidad en los dispositivos móviles. El valor de mercado de la red social estadounidense excede los 300.000 millones de dólares. Las ganancias bursátiles y las capitalizaciones de los cinco dueños de la economía de Internet batieron todos los records.
Cuáles son entonces los peligros y el dramatismo que acechan a los nuevos desposeídos argentinos: que la derrota sellada en las urnas del 22 de noviembre sea paradigmática en términos culturales, de vaciamiento ideológico en tanto desde el propio campo popular muchos dirigentes están incurriendo en la complacencia de aceptar las narrativas de la derecha conservadora tendientes a impones la gestión y el gerenciamiento, categorías provenientes del mundo de los negocios, por sobre el concepto de gobierno como entidad que tiene el objetivo de ejecutar políticas públicas, y proclives a imponer que se habrían acabado las ideologías, invisiblizando que semejante afirmación contiene un carga justamente ideológica, pensada como estrategia para el sometimiento del otro.
Cuando peronistas y encumbrados del Frente para Victoria que hasta hace dos semanas formaron parte de la única alternativa que nos fue posible para evitar lo que no pudimos evitar salen a elogiar supuestas virtudes de personajes que están por ser agentes activos de un gobierno de empresarios y para empresarios, cuando expresan que hay que desearle el bien a la administración entrante el 10 diciembre porque ello implica desearle el bien al país; lo menos que nos debería suceder es preocuparnos seriamente, pues la pobreza intelectual, porque me esfuerzo en no pensar en oportunismos y traiciones, siempre conduce a la catástrofe. La Historia no trata de buenas intenciones ni de discursos morales de utilería, sino de eternos conflictos entre fuerzas que sólo pueden convivir en tanto una de ellas o un conjunto de ellas logre la implantación de sentidos comunes con más vasos comunicantes que planteos hegemónicos (siempre fueron esas la propuestas de los movimientos de liberación nacional y social, como es el caso del peronismo ubicado en su verdadera naturaleza).
El proyecto neoliberal que encabeza Macri tiene objetivos claros: la apropiación de la mayor proporción posible de la riqueza material y simbólica producida socialmente y la obtención de un margen de plusvalía complementaria vía nuevos endeudamientos del país, cuyos costos serán automática cargados a la cuenta del futuro de los propios desposeídos, de los plebeyos; es decir, el dominio de la pulsión por disfrutar a expensas de los muchos que sufren, rasgo esencial y determinante de las lúmpenes burguesías gauchas, para usar un calificativo bien gráfico respecto de nuestras clases dominantes.
En ese marco no hay un solo país al que le pueda ir bien; existe el país de los injustos y el país de los justos, quienes no tienen otra alternativa que volver a organizarse, refundando el peronismo y el campo popular desde la participación y el debate colectivo, sin tutelas burocrática y poniéndole fin a la cultura de la rosca, perversa sustituta de la política y con la cual los siempre plebeyos pierden y los injustos ganan. «
No hay comentarios:
Publicar un comentario