En silencio, China busca acomodar el mapa
geopolítico
No solo
de inversiones chinas viven los países. La diplomacia china trata de hacer
valer su potencia económica no solo con yuanes y con la ruta de la seda.
También intenta reagrupar a viejos enemigos, para que a través de una mirada
económica común depongan sus conflictos y se enfoquen en la construcción de un
mundo nuevamente bipolar.
Con la
Casa Blanca enfrascada en sus conflictos internos y en la guerra contra Rusia,
los chinos tejen sus alianzas y con una mirada ambiciosa, buscan que países
antes enemigos cooperen de cara al futuro. Es lo que sucede en Oriente Medio
con el reciente acuerdo entre Irán y Arabia Saudita, que están en proceso de
restablecer relaciones y reabrir las respectivas embajadas. El problema entre ambos países repercutió, en estos últimos
años, en la mayoría de los conflictos armados que se dieron en la región.
Si bien
ambos países tienen una larga historia de desconfianza mutua, todo se agravó
con la invasión norteamericana a Irak. Mientras Irán tomó el papel de próximo
demonio a derrotar por Occidente, Arabia Saudita se acopló sin inconvenientes
como peón clave de la estrategia de la Casa Blanca.
Pero lo
cierto es que ahora, con el nuevo pacto, la mayoría de los enfrentamientos que
tensionan la región podrían empezar a decrecer. Tanto Yemen como Siria, podrían
vivir momentos de distensión. Lo mismo podría suceder con El Líbano. Por
supuesto que no se puede soslayar al otro gran jugador de la región: Israel.
Por ahora no se vislumbran consecuencias inmediatas porque la crisis política
israelí se lleva todos los focos de atención.
Con esto
China asegura la ruta del crudo que necesita para seguir creciendo, y se anota
un enorme triunfo diplomático, instalándose como la única potencia capaz de
desactivar los conflictos que azotan desde hace años a Medio Oriente. Resta
esperar si todas estas expectativas se trasladan a la vida cotidiana de los
pueblos.
Pablo Salcito
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