EDITORIAL – AGOSTO DE 2012
El 13 de julio de 2000, meses después
de la muerte de Alejandro Olmos, que denunciara la ilegitimidad de la deuda
externa, el juez
Ballestero dictamina, en un fallo sin precedentes en la
historia internacional, que la deuda externa de la Nación “ha
resultado groseramente incrementada a partir del año 1976 mediante la
instrumentación de una política económica vulgar y agraviante que puso de
rodillas al país…”. El fallo declara la deuda como “ilegal,
inmoral, ilegítima y fraudulenta”.
Pasaron los cacerolazos del
2000/2001, la huida de de la Rúa en helicóptero, la semana de los cinco
presidentes, el anodino gobierno de Duhalde y las elecciones del 2003, en las
que resulta electo Néstor Kirchner, cuando la deuda externa trepaba ya a los
178.000 millones de dólares y la Argentina entraba en default.
La disyuntiva era negociar o
suspender el pago de esa deuda ilegítima y asumir las consecuencias. Con el FMI
instalado en el país, una situación internacional desfavorable y un gobierno
débil, recién asumido, que sólo había obtenido al 22% de los votos, Kirchner adopta
el famoso canje, por lo que la deuda se
reduce a 108.000 mil millones de dólares, quedando un pequeño remanente en
poder de los llamados “fondos buitres”.
De allí mucha agua correrá
bajo los puentes, surgirán en América otros gobiernos, que junto al argentino
rechazarán las perversas recetas del FMI, y nuestro nuevo gobierno toma medidas
importantes en el campo económico, paga la deuda al FMI que se retira del país,
se nacionalizan los fondos jubilatorios, se recupera Aerolíneas Argentinas y el
51% de YPF.
Nuestro país junto al resto de América latina, conforman hoy
un frente poderoso contra el capital financiero internacional, y recupera la
dignidad nacional perdida.
Mientras tanto Europa y los EE.UU.
caen en una profunda crisis, y a expensas del FMI, aplican las mismas recetas
que ocasionaron el desastre argentino del año 2001. Eligen salvar a los bancos y hundir a los pueblos.
Sin embargo en estos años
funestos en materia informativa –y pese a la nueva Ley de Medios–, se planea
una desinformación que adquiere características desestabilizadoras, de
pre-golpe de estado. No olvidemos lo ocurrido en Honduras y en Paraguay. Hoy
los nuevos golpes no los hacen los militares, los conciben los mercados y los
medios informativos comprados por ellos, con el apoyo logístico de los EE.UU. y
sus seguidores.
Entre toda la basura
periodística oral, televisiva y escrita surge nuevamente el tema de la deuda externa, desparramando abundantes
palabras y poniendo el grito en el cielo por los actuales 179.000 millones de
dólares, que si bien no es poco, vale la pena hacer un análisis clarificador, sobre
datos emitidos por el BCRA.
La actual deuda
externa llega al 42% del PBI global. Si la comparamos con la deuda de 2004, aquella representaba
el 130% del PBI de entonces.
Otro elemento a observar es la
composición de la deuda actual. El 86% de la misma es pública (o sea está en bonos públicos o con bancos nacionales), y
sólo el 13,5% es privada (con
organismos internacionales de crédito), lo que invirtiéndose la tendencia
anterior de endeudarse con organismos internacionales como el FMI y Banco
Mundial.
También debe considerarse el nivel de reservas
actuales de 44.000 millones de dólares (comparados con los apenas 8 mil
millones de comienzos del año 2004),
suma a la que se debe agregar
hoy las reservas de la ANSES (Fondo de Garantía de Sustentabilidad) de 160.000
millones de pesos, que no existían a comienzo del año 2004.
Estas reservas garantizan el pago de las amortizaciones de la
deuda externa anual (de 6.700 millones de dólares) durante casi ocho años –incluso
sin atesorar ni un solo dólar más–, cosa más que imposible, así como también
permiten responder al pago puntual de los haberes mensuales de los jubilados,
la asignación universal por hijo y el salario familiar. Lo que sí es
criticable, es que las reservas estén depositadas en el Bank for International Settlements (BIS), de Basilea, Suiza. Estas
deben transferirse en el futuro al Nuevo
Banco del Sur.
Los cotejos aquí expuestos sobre cifras reales de la
economía rebaten de forma contundente las afirmaciones que esgrime la oposición
para denigrar la realidad macroeconómica actual. Más aún, el país ya no está de
rodillas ante “ningún vencedor de la tierra”, como se rendía a fines del año
2003.
Hasta la Próxima
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