La
música y la escena, unidas por el sello del talento
Trazó uno de los senderos notables del tango.
Pianista, compositor, director y autor teatral, Arturo Vicente De Bassi alimentó su amor por la música desde la
cuna, a través de su padre clarinetista. Precisamente en su banda debutó a los
diez años, tocando dicho instrumento. Había nacido
el 24 de abril de 1890 en el barrio de Recoleta pero se crió en Balvanera. A los doce escribió la
primera composición, la polca Mi amor es
tuyo, al poco tiempo el tango ¿Ma,
qui fú? En 1911 comenzó a registrar algunas de sus obras.
Después vinieron los grandes éxitos, que lo
convertirían en un notable del tango, de singular
inventiva y creatividad: El Caburé,
El Incendio -estrenado en el Teatro
Apolo durante un entreacto- y La Catrera.
El primero es uno de sus temas más conocidos, con una melodía preciosa; está
inspirado en una frase suya incluida en la obra teatral del mismo nombre: “A mí me llaman Caburé porque soy un tipo
que me hago temer donde voy”. El vocablo proviene del lunfardo y significa
“individuo cortejador, galanteador”.
En cuanto a su tango El incendio, es destacable que el propio De Bassi financió la
edición, de la cual llegó a vender 50.000 ejemplares. También alcanzaron
trascendencia El Romántico, Don Pacífico, Gil a cuadros, Munyinga, Auxilio, El Conquistador, Papirusa,
El Chajá. Gran
repercusión tuvo Canchero -con
letra de Celedonio Flores- que grabó Carlos Gardel, tango burrero y jocoso. Otros: El
Recluta, El Chinero, Pebeta, No te vayas, Mosquito, Manón, El Dormilón, Resaca. Esa comentada inventiva aparece por ejemplo en El Incendio, concebido sobre los toques de los bomberos; en
Auxilio, que
recurre al silbato del policía, y en El
recluta, con acordes militares.
Dirigió la Rondalla Atlanta, que pertenecía al sello
homónimo de Alfredo Améndola, con la cual imprimió unos 100 temas. Compuso
tonadillas -canción popular española- para la legendaria Lola Membrives. Creó
partituras para muchas obras teatrales, en especial
sainetes y revistas; también musicalizó zarzuelas. Su hermano mayor,
Antonio, comediógrafo y autor de algunos tangos, lo acompañaba en la tarea.
Toda la familia estaba ligada a la música, incluido su
otro hermano, Tomás.
Se había iniciado en el quehacer
teatral en 1905, en el Teatro Apolo, al ingresar a la
orquesta de la compañía de José Podestá,
dirigida por Antonio Reynoso. La compañía estaba
integrada, entre otros, por Pablo Podestá y Olinda Bozán. “¡Yo
era un muchacho de trece años! Me asomaba a la vida con el asombro en los ojos.
Y para mí era todo maravilloso, ¡cómo para no serlo! Intervine en el estreno de
‘Los Disfrazados’, maravilloso sainete lírico de Pacheco. Y también en ‘Las
Empanadas’, de Soria y Payá”. Así recordaba De Bassi en una entrevista
concedida a Radiolandia en 1937. Como
director orquestal debutó con Arturo Podestá en una gira por el interior del
país. La primera obra que musicalizó fue el sainete La
Cantina de Alberto Novión, estrenado por Florencio
Parravicini en el Teatro Argentino en 1908. Además, colaboró con Alberto
Vacarezza, Roberto Cayol, José González Castillo, Ivo Pelay, Ezequiel Soria,
Florencio Iriarte, Florencio Chiarello y otros reconocidos autores.
De adolescente trabó amistad
con Carlos Gardel, que se consolidó con la representación de Juan Moreira en el viejo Teatro San
Martín, a fines de 1915. La obra era interpretada
por la compañía tradicionalista de Elías Alippi y José González Castillo;
Gardel y su compañero Razzano cantaban sobre el escenario, y De Bassi dirigía
la orquesta en el foso.
Por otro lado, tuvo trayectoria gremial y
empresarial. Así, en 1921, en pleno conflicto laboral entre actores y
empresarios, los De Bassi se retiraron de la Sociedad Argentina
de Autores para ingresar al Círculo de Autores y Compositores.
Después de un período en que estuvo alejado de la
música, en 1942 formó su propia orquesta típica y evocó tangos y obras
teatrales por Radio Splendid.
Según su opinión, el origen del
tango fue la habanera, un tipo de canción surgida en Cuba a fines del siglo
XIX, de ritmo lento y compás de dos por cuatro. Un ejemplo en ese sentido lo
constituye La morocha, un verdadero
clásico de Enrique Saborido y Ángel Villoldo, de 1905. “Para mí, el tango triunfó en el
mundo por dos razones: primero porque como danza permite una intimidad
arrulladora entre los bailarines, es la danza hecha para ‘el chamuyo’. Segundo,
por su letra. El problema del amor fracasado es de todo el mundo. Por eso, en todas
partes se encontraban corazones dispuestos a dejarse sugestionar con el drama
del tango”, aseveró con lucidez en un reportaje.
Esta figura medular de la música nos dijo adiós en
Buenos Aires el 18 de junio de 1950. Mientras haya una persona que se deleite
con la belleza de El Caburé y otras
tantas melodías de su inspiración, De Bassi
seguirá vivo entre todos nosotros.
Laura Brosio
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