EDITORIAL Nº 226
MARZO 14
Desde comienzos de la Revolución Industrial (hacia 1750) hasta nuestros días,
mucha agua pasó bajos los puentes. Sin embargo, Argentina como país agrario por
mandato de los imperios, hoy se ve obligada a someterse a una “revolución agrícolo-ganadera”
artificial y falsa, adulterada en los últimos tiempos por la manipulación de la
naturaleza con agroquímicos, sustancias cuyo objetivo es
mantener y mejorar cultivos, aunque perdiendo de vista los efectos nocivos que
éstos provocan en la salud de vegetales y animales.
Además de la creación de especies modificadas (transgénicas: transformados-
transmutados).
La valiente periodista francesa Marie
Monique Robin, viene denunciando desde hace más de 20 años la magnitud
del desastre ecológico mundial producido por estos elementos.
Campañas de ocultamiento,
sobornos, asesinatos y complicidad oficial, especialmente de la hoy primera
potencia mundial, se sucedieron y se suceden para continuar envenenando al
mundo, sobre todo a los más vulnerables, que
son las primeras víctimas.
El documental de Robin,
llamado El mundo según Monsanto, está basado en el testimonio de
agricultores, científicos, políticos, documentación inédita y evidencias
concretas, que ponen en evidencia el daño
real producido. Asimismo sobre la evolución y desarrollo expansivo de Monsanto,
la primera empresa del mundo productora de semillas transgénicas, con presencia
destacada en más de 46 países y que ha contaminado el planeta entero. Incluso
se habla de niveles no aceptables de PCB en la sangre (Bifeniles Policlorados) de todos los seres
humanos.
El único objetivo ha sido y es el
beneficio económico, ganado mediante la venta de productos claramente
perjudiciales para la naturaleza y el ser humano como son el PCB, los OMG (Organismos
Modificados Genéticamente), el Agente Naranja (usado en Vietnam por los Estados
Unidos), la Hormona bovina o Somatotropina bovina y su popular Roundup
(Glifosato).
Los beneficios económicos que obtiene esta multinacional
son incalculables. En la actualidad controla más del 90% del mercado
mundial de semillas transgénicas y un importante volumen de la producción alimentaria,
con lo que expande cada vez más su poder.
Monsanto se presenta como una "Compañía
Agrícola", cuyo trabajo es "ayudar a los agricultores a
producir alimentos más sanos, reduciendo a la vez el impacto de la agricultura
sobre el medio ambiente". Trabaja bajo la falsa premisa de "desear
el bienestar de la humanidad". ¡Mentiras!,
las pruebas acumuladas demuestran todo lo contrario.
Marie advierte sobre el peligro de la ingesta
de alimentos transgénicos, teniendo en cuenta que comienza a concluirse sobre
la incidencia que tienen los químicos y elementos artificiales en la aparición
de cáncer y muchas otras enfermedades.
Si leemos sobre causas ambientales de las extinciones
masivas sabremos que, en efecto, éstas han
desempeñado un papel fundamental en el proceso evolutivo. Darwin
no solo discutió el origen sino también la disminución y la desaparición de las
especies. La evolución de una especie provoca adaptaciones en las otras y
viceversa, lo que provoca cambios. Pero Monsanto, manipulando la naturaleza
logró modificar las especies en forma artificial. ¿Con qué derecho mundial Monsanto nos somete a esta adaptación, sino con banales intereses económicos?
Esta periodista
e historiadora francesa, mujer valiente y porfiada, se ha desplazado por
diversas partes del mundo para atestiguar los acontecimientos, incluso se vio
obligada a sortear peligros y, no pocas veces, afrontó amenazas de muerte a
raíz de sus reportajes. En un capítulo del libro, titulado "Paraguay, Brasil, Argentina: la
República unida de la soja", relata el ingreso de ese cultivo en estos
países –hoy entre los mayores productores del mundo–, realizado
a través de una política de
hechos consumados que obligó a las autoridades a legalizar centenares de
hectáreas plantadas con granos contrabandeados.
No existen compañías individuales compitiendo entre
ellas, como pretenden decir los defensores del libre mercado. Y lo más grave es
que las decisiones sobre qué producir y a quién vender han dejado de estar en manos
de los agricultores y han caído en
manos de unas pocas corporaciones transnacionales.
Otras empresas como Cargill,
Nestlé, Unilever, ConAgra y muchas otras, además de Monsanto, se adhieren a ese
tipo de manipulaciones que encierran fuertes implicaciones para las economías
de los países, al modificar sus paisajes, sus comunidades rurales y hasta los
hábitos alimenticios de sus sociedades y que finalmente
envenenan el
suelo y a quienes
lo habitan.
La soja o soya es el alimento transgénico más difundido y
comercializado en el mundo. ¿Se ha preguntado de dónde proviene y por qué la mayoría
de los alimentos procesados contienen soja transgénica? Encontramos soja (conocido también como Glycine max) en casi todos
los productos envasados: aceites, chocolates, alimentos para niños, leche,
sopas, galletas, pan, cereales, etc. Un gran porcentaje de la soja está
genéticamente modificado (99%), y también presenta uno de los
niveles más altos de contaminación por pesticidas de entre todos los alimentos.
Ninguno de sus productos respeta el etiquetado de transgénicos, por lo que
la mayoría de las personas no tienen idea acerca de los ingredientes tóxicos
genéticamente modificados que consume.
Más de 40 países en el mundo exigen el uso de etiquetas para este tipo de alimento, así es en la mayor parte de
Europa, Japón e incluso China e India. En nuestro país, empresas de agroalimentación
y biotecnología como Monsanto, Dupont, Cargill, Dow, Bayer, BASF y otros han
invertido millones de dólares para evitar la iniciativa del etiquetado recomendado
por la OMG, conocida como Proposición 37.
Hasta aquí el alerta. De
ahora en más dependerá de cada uno de nosotros consumir productos de
dudosa procedencia transgénica, y aceptar que los campos continúen
contaminándose, pero es responsabilidad de los gobiernos el resguardo de la
salud de sus habitantes.
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