Un
artista del hambre
Un día, un inspector reparó en la jaula y preguntó a los mozos por qué
no aprovechaban aquella jaula tan buena en que únicamente había un podrido
montón de paja. Nadie lo sabía hasta que por último, uno, al ver la tablilla
del número de días se acordó del ayunador. Revolvieron con horcas la paja, y en
medio de ella encontraron al ayunador.
- ¿Estás ayunando aún? - le inquirió el inspector -. ¿Cuándo vas a
terminar de una vez?
- Perdonadme todos -musitó el ayunador, pero solamente le entendió el
inspector, que tenía el oído muy cerca de la reja.
- Por supuesto -contestó el inspector, poniéndose el índice en la sien,
para indicar así al personal el estado mental del ayunador-, todos le
disculpamos.
- Y la admiramos -repúsole el inspector.
- Pero no tendrías por qué hacerlo - dijo el ayunador.
- Bien, de acuerdo, no lo admiraremos -repuso el inspector-; pero ¿por
qué no hemos de hacerlo?
- Porque me es imprescindible ayunar, no puedo evitarlo -dijo el
ayunador.
- Eso es evidente -dijo el inspector-, pero ¿por qué no puedes evitarlo?
- Porque -dijo el artista del hambre, alzando un tanto la cabeza y
hablando en la misma oreja del inspector para que no dejaran de oírse sus
palabras, con los labios alargados como si fuera a dar un beso-, porque nunca
encontré comida que me agradara. De lo contrario, créeme, no habría hecho
ningún cumplido y me habría hartado como tú y los demás.
Franz Kafka (Checoslovaquia: 1883-1924)
En su obra, escrita en alemán, el protagonista se enfrenta a menudo a un mundo
complejo, que se basa en reglas desconocidas, que nunca llega a comprender.
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