Del
Lazareto “San Roque” al Hospital Ramos Mejía
FRENTE DEL HOSPITAL SAN ROQUE EN 1883 |
Por tal razón la salud popular era practicada
por curanderos, veterinarios que oficiaban de médicos y hasta por barberos que
incursionaban en las primeras cirugías.
El hombre, a lo largo de su historia fue
siempre campo fértil para las epidemias, las grandes pestes; la ciencia llegó
siempre con atraso para combatirlas.
Nuestra América, especialmente después de la
conquista, fue asolada por plagas y pestes, muchas de ellas traídas desde
Europa por los conquistadores. En una población sin
defensas desarrolladas para las nuevas enfermedades, los resultados fueron
desastrosos: causaron más muertes que las muchas que produjeron las campañas
militares.
Las más
mortales fueron las epidemias de cólera, en 1856, 1886 y 1894, y las de fiebre
amarilla, en 1852, 1858, 1880 y 1871 (la más mortífera), esta última
produjo más de 14 mil muertes, lo que hizo rebasar al antiguo Cementerio del
Sur (hoy Parque Ameghino en Caseros al 2300). Allí se levanta un monumento a
los caídos por la fiebre amarilla de ese año.
A raíz de la experiencia que
hubo de atravesar Buenos Aires con dichas enfermedades, para 1868, durante la gestión del Dr. Juan A.
Aldao como presidente de la Comisión Municipal, se buscó un sector alejado del casco
urbano, alto, seco y de buena vegetación, que
sirviera para aislar y tratar a los pacientes. Y lo habilitaron, en una
antigua quinta del barrio de Balvanera, aproximadamente entre las actuales
calles Urquiza, México, 24 de Noviembre y Venezuela: el Lazareto “San Roque”.
En el año 1869 quedaron conformadas entonces dos
grandes salas-barracas de madera, de 20 metros de largo por seis metros de
ancho y cinco de alto, más 10 habitaciones de barro que se utilizaban para la
administración, consultorios externos, botica y recinto
de peones y enfermeros. Las construcciones, además de precarias resultaron
insuficientes, por lo que se resolvió ampliarlas, aunque cuando promediaban las
obras éstas quedaron paralizadas por unos seis años, por falta de presupuesto.
Se reanudaron en 1881, con la intendencia de Torcuato de Alvear. La
dirección estuvo a cargo del arquitecto Juan Bautista Buschiazzo,
quien adoptó el estilo arquitectónico que dominaba en aquella época para los
edificios destinados a la salud. Un estilo sencillo pero no desprovisto de
elegancia.
Sobre un terreno de 16.900 metros cuadrados, en casi dos manzanas, el antiguo Lazareto pasó a ser el “Hospital San Roque”, inaugurado
oficialmente el 12 de agosto de 1883.
El frente principal del edificio presentaba un
cuerpo medio sobresalido, como logia arquitectónica, a modo de galería o pórtico
sostenido por columnas y arcos. En planta baja funcionaban
la dirección, administración, mesa de entradas y sala de guardia. El piso superior lo ocupaban los dormitorios de
médicos y practicantes; contaba con ocho pabellones con capacidad para 240
camas, en aquel entonces exclusivo para hombres.
El acceso se realizaba por un zaguán de entrada que
desembocaba en un gran jardín rectangular encuadrado por galerías de altas y
elegantes columnas que unían los distintos pabellones. A un costado se
integraba como parte del conjunto la capilla que conservaba el mismo estilo del
hospital.
Era director de la entonces Asistencia Pública
el Dr. José María Ramos Mejía (1850-1914), historiador, sociólogo y psiquiatra argentino.
En 1886 incorporan
al hospital el servicio de medicina infantil dirigido por el Dr. Facundo
Larguía, y se instaló también un horno de
esterilización.
Las instalaciones de este
centro de salud sufrieron múltiples ampliaciones y reformas. La primera fue en 1888, con la construcción de cuatro nuevos
pabellones, más otros dos que quedaron habilitados en 1892 y con lo que ascendió a 600 el total de camas. En su
nueva edificación se aprovechó una gran
cantidad de elementos de la demolición provenientes
de la apertura de la Avenida de Mayo, inaugurada
en el año 1894.
En el año 1904 se ubicó en el establecimiento la
Cátedra de Clínica Obstétrica y Ginecológica Eliseo Cantón, dependiente de la
Facultad de Medicina, con lo que los servicios se ampliaron también a las
mujeres.
JARDINES INTERIORES Y LA NUEVA CAPILLA AÑO 2009 |
Tras la
muerte del Dr. Ramos Mejía, en 1914, el establecimiento sanitario fue
rebautizado con aquel prestigioso nombre, y un
busto realizado en 1935 por el escultor José Fioravanti lo recuerda justo en la
entrada.
Con tantas reformas que sufrió en sus 130 años de
vida, la fisonomía distintiva del proyecto inicial quedó
sepultada por toneladas de cemento,
comenzando por su hermosa fachada original de
la calle Urquiza 609, que quedó absolutamente desvirtuada, reemplazada por una
absurda mezcla de estilos.
Otro tanto ocurrió con las galerías, que fueron
cerradas con hierro y vidrio, para hacerlas más funcionales, aunque eso significó
desestimar su estilo arquitectónico; no caben dudas de que faltó realizar un
estudio previo y un proyecto que podría haber preservado sus rasgos originales.
Asimismo, la capilla fue demolida hacia la década de 1920 y en su lugar
construyó otra en el centro del parque,
que para nada respetó la elegancia sencilla del edificio inicial.
Por este acreditado establecimiento de salud
desfilaron los más destacados especialistas, entre
ellos los doctores Pedro Chutro y los premios Nobel, Bernardo Houssay y
Luis Federico Leloir, como así también el Dr. Juan B. Justo, fundador del
Partido Socialista.
Actualmente el Hospital Ramos Mejía es
el único que cubre la salud pública en la amplia zona de los barrios de
Balvanera, San Cristóbal, Almagro y Boedo. Sin embargo, se integra al conjunto
de establecimientos públicos de salud con grandes deficiencias edilicias por
falta de adecuado mantenimiento, escasez de insumos hospitalarios así como de personal
médico y de enfermería, ambos deficientemente remunerados.
Las
distintas políticas de descentralización hacia niveles inferiores de gobierno,
tanto en el orden hospitalario como de educación llevadas adelante en la década
de los noventa, vinieron a resquebrajar aun más el alicaído sistema público. En
el caso de la salud, con la pretensión de suplirlo por las Obras Sociales
Sindicales y un régimen privado caro y escasamente accesible.
El progreso, como se llamó a sí mismo, actuó
disfrazado de tal arrasando todo a su paso, sin pensar que la mal entendida
funcionalidad moderna pueda convivir con la belleza edilicia arquitectónica de
un pasado que sólo es superado en apariencia, pero no en realidad, ya sea por
la calidad de los materiales utilizados como por lo poco elegante de sus
líneas.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-La
Administración Sanitaria de la Ciudad de Bs. As. Tomo II, MCBA, 1908.
-Aslan, Liliana y otros,
Bs. As. Balvanera 1817-1970, Facultad
de Arquitectura de Bs. As.
-Piñero, Alberto G. y Trueba, Carlos M., Balvanera y El Once, Fundación Boston, 1996.
-Periódico Primera Página, nº 24 de octubre
de 1995.
-http://arquitecto-buschiazzo.blogspot.com.ar/2009/10/caba-gralurquiza-609-ex-hospital-san.html
-http://www.taringa.net/posts/info/12010475/Resena-Historica-de-los-Hospitales-Portenos.html
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