RELATO
El Pombero es una especie de
hombrecillo pequeño, feo, fuerte, moreno, muy peludo, de brazos largos y manos
enormes, codos y rodillas sin articulaciones (por lo cual hace movimientos
toscos y grotescos), piernas cortas con pies invertidos que desorientan a quien
lo intenta rastrear, un enorme miembro viril para abusar carnalmente de las
mujeres, una barba larga —en ciertas versiones, tan grande que le cubre el
miembro—, un sombrero de paja y una bolsa al hombro, aunque lo de la bolsa es
dudoso, pues proviene de su confusión con el Kari-Vosá, otro ser mitológico.
Sean cuales sean los detalles de
su aspecto, el Pombero ronda por los bosques, suele refugiarse en casas u otras
construcciones abandonadas para descansar, y nunca deja de viajar, al menos
entre las zonas en que se lo ha visto.
Sus habilidades son diversas:
puede hacerse invisible y delatar su presencia a través de algo tan sutil como
un escalofrío en quien supuestamente es tocado; puede deslizarse en espacios
muy estrechos, correr velozmente en cuatro patas, imitar el canto de muchas
aves (sobre todo nocturnas), el silbido de una persona y el sonido de víboras u
otros animales.
La misión principal del Pombero es la de cuidar a la Naturaleza,
vigilando el monte y velando por las vidas de los animales salvajes. Por ello y
si bien permite la cacería, se enfurece cuando ve que un cazador mata más de lo
que consumirá, cuando un pescador solo busca entretenerse, cuando un leñador
corta madera que no empleará y, en suma, cuando cualquiera produce
injustificadamente un daño a la flora o fauna. Su vigilancia es casi imposible
de burlar, ya que supuestamente puede metamorfosearse y, por ejemplo,
estar observando todo en forma de lechuza…
A la hora de castigar, el Pombero
puede ser realmente implacable y cruel. Por ejemplo, en algunas partes de
Argentina creen que, si encuentra a un niño cazando pájaros, lo tomará a la
fuerza y lo abandonará lejos de casa, muerto o atontado, dependiendo del caso.
Concretamente en el Chaco (Argentina), se cree que el Pombero puede chuparles
la sangre a los niños, dejándolos secos y colgados de algún árbol…
Tal y como los duendes
tradicionales, el Pombero puede ser travieso y fastidioso: libera vacas y otros
animales de sus corrales, dispersa gallinas u otros grupos de animales
domésticos o salvajes, roba tabaco, desparrama maíz, consume miel si la
encuentra a su alcance, se coge los huevos de las gallinas, y tumba a los
jinetes de sus caballos, entre otras cosas.
Particularmente conocida es la
lascivia del Pombero. Éste, aprovechándose de su invisibilidad, suele despertar
a las mujeres con caricias malintencionadas, sobre todo si duermen fuera, como
sucede a menudo en verano. Ciertas mujeres han sido violadas por el Pombero, y
cuando tienen un hijo de él, suele ser algo parecido al padre,
desgraciadamente… En este tipo de afán el Pombero, cuando se ha prendado de la
belleza de determinadas jóvenes, ha llegado a raptarlas (dicen algunos que,
para esto, puede hipnotizar), las ha violado en el bosque, y ahí las ha dejado
abandonadas, generalmente embarazadas, con la ropa rasgada y el cuerpo cubierto
de tierra y mal olor (el Pombero apesta). Sin embargo, gusta de violar
salvajemente, a manera de castigo, a las esposas infieles
y a las jóvenes que han crecido sin bautizarse. Hasta aquí parecería que las
elegidas del Pombero están perdidas, pero muchos creen que, si éstas le ofrecen
miel o tabaco de buena manera, el Pombero habrá de dejarles intacto “el honor”.
Ahora, y pese a ser violador, el
Pombero también tiene su lado sensible con las mujeres. En efecto,
en Corrientes (Argentina) creen que éste se suele enamorar de las embarazadas
que están gestando niñas, y que las protege cuando duermen o andan solas en la
oscuridad, delatando a veces su presencia en algo tan suave como un piar de
pollito.
Por otra parte, uno puede ganar
la amistad o simpatía del Pombero si le hace regalos. Hay que dejarle tabaco,
miel o licor, en algún banco o silla o en un lugar visible atrás de la casa,
pronunciando una corta oración o ruego. Cuentan que, si se llega a obtener su
amistad, éste cuidará la casa, el rancho, los animales y las pertenencias del
favorecido, además de que le guiará donde están las presas más grandes para
cazar, los peces más gordos y jugosos, y los frutos más frescos y exquisitos…
Sin embargo, ganar la amistad del Pombero no es tarea sencilla, pues las
ofrendas deben hacérsele por treinta noches seguidas sin interrupción; aunque
también, si se desea un favor concreto —sobre todo en lo que es encontrar cosas
perdidas y tener éxito con los cultivos y los animales de granja—, se puede
pedir primero el favor, decirle lo que se le habrá de dar por treinta noches
seguidas, esperar a que el favor esté cumplido y entonces proceder a cumplirle
lo ofrecido. Y es mejor que así sea, porque el Pombero se enfurece cuando hace
un favor y no es retribuido…
Como contraparte a lo anterior,
hay quienes se han ganado la enemistad del Pombero. Si esto es así, la persona
enemistada oirá ruidos extraños en casa, verá objetos que se mueven, puertas
que se abren, cosas que se caen sin explicación, o incluso pasos y voces sin
fuente aparente… Esa persona mejor no debería salir de cacería, pues el
Pombero intentará confundirle en la espesura del bosque, de la cual quizá no
vuelva vivo…
Otra cosa a tener en cuenta, es
que alguien puede irritar al Pombero sin llegar a ser su enemigo, pero sí
experimentando desagradables consecuencias y, de reincidir, seguramente tendrá
la enemistad del Pombero. Cosas que lo irritan, además de dañar innecesariamente
la flora y fauna, son el pronunciar su nombre en voz alta, el imitarlo (esto
hará que conteste con estremecedores sonidos) y el no hacerle jamás ningún
regalo. Según creen, posibles consecuencias de irritarlo son episodios de
temblor, mudez o confusión, estados todos que el Pombero puede inducir con solo
dar un roce de sus manos peludas.
Leyenda Guaraní
En guaraní, el nombre que se le da es “Cuarahú-Yara”, lo cual significa “Dueño del Sol”. Sin embargo, esto es sólo
aparente, pues aquel es el nombre de un viejo rojizo con un solo ojo en la
frente, dientes de perro, brazos largos y enormes manos. Este ser, según indica
el especialista Félix Coluccio, no es una modalidad del Pombero sino un ente
diferenciado. Así, los verdaderos orígenes de su nombre habría que buscarlos en
el sur de Brasil, donde se llama “pombeiro” al que espía, y en los aborígenes
de las pampas argentinas, que llaman “bombero” al explorador que marcha en la línea
de avanzada cuando se están efectuando tareas de reconocimiento. De allí, se
cree que el nombre puede ser una fusión de ambos, o una deformación de uno u
otro
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