ESTADOS UNIDOS
El Congreso blanqueó las torturas de la CIA
TORTURAS EN LA BASE DE GUANTÁNAMO |
Las revelaciones de los congresistas demócratas, que describieron descarnadamente las torturas empleadas por la CIA, horrorizaron a todo el mundo pero no sorprendieron a nadie. Desde sus orígenes, la principal agencia de inteligencia norteamericana no dudó en utilizar los métodos más aberrantes para obtener información.
Si
bien es una agencia muy poderosa, la CIA no es independiente del gobierno
norteamericano. Toda la información recabada es para uso del poder ejecutivo.
Recordemos sino los datos falsos con los que el gobierno de Bush hijo intervino
en Irak, buscando esas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron.
La
lista de intervenciones de la CIA es interminable. La Guerra Fría le otorgó un
lugar de privilegio en el dispositivo bélico de Estados
Unidos. Presupuestos millonarios y cobertura política constante,
hicieron del espionaje norteamericano, uno de los más expandidos del planeta.
La autoproclamada mayor democracia del mundo
nunca se molestó en poner límites morales ni éticos a este órgano de
inteligencia, que en ningún momento vio
disminuido su poder pese a sus numerosos errores.
Así,
desde su cabeza para abajo, la CIA no dudó en torturar a sus enemigos o a
quienes pudieran otorgarle información. Tormentos físicos y psicológicos,
asesinatos, secuestros. Todas las modalidades fueron aplicadas y permitidas en
nombre de la disputa con la Unión Soviética. La caída del Muro de Berlín no
modificó los sistemas. Y llegamos al siglo XXI con su metodología intacta
aunque ahora sacada a la luz por los legisladores demócratas, avalados por el presidente Obama.
Ahora
está por verse si este blanqueo fue una maniobra para distraer a la opinión
pública de las disputas raciales originadas en Ferguson o son parte de un
cambio cultural que quiere legar un presidente
que está en el ocaso de su mandato. Si bien la primera posibilidad parece
probable, tal vez el terremoto interno provocado por el informe demócrata logre
algún cambio en el salvaje sistema de inteligencia norteamericano.
Pablo
Salcito
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