EDITORIAL Nº 236
ENERO-FEBRERO 2015
En el año 1891,
el escritor Miguel Cané le decía a su amigo Roque
Sáenz Peña desde su puesto diplomático en Francia que ¡ojo! “…los acreedores alemanes e ingleses ‘se
frotan las manos’ esperando el incumplimiento del pago de la deuda externa,
inminente, para apoderarse del país, vía una Comisión financiera internacional
instalada en Argentina encargada de cobrar directamente los impuestos y
garantizarse así el cobro de sus deudas”.
Es evidente que “buitres” existieron
siempre y argentinos dispuestos a ceder nuestra soberanía también. Miguel Cané, entonces ligado a las
elites del poder, alertaba así a Roque
Sáenz Peña, quien sería, años más tarde, electo presidente (1910-1914) en un recambio liberal al todopoderoso conservador
Julio A. Roca. Autor también del proyecto de reforma electoral que lleva
su nombre, Peña intentó terminar con los constantes fraudes electorales.
Al histórico empréstito de la Banca Baring que había contraído
Bernardino Rivadavia en agosto de 1822, se adicionaría en julio de 1893 un
arreglo con Rothschild (familia de
banqueros) en Londres, algo así como los súper buitres de aquella época. El
acuerdo establecía que el gobierno
argentino se comprometía durante cinco años a pagar una suma de 1.565.000 libras
al Banco
de Inglaterra para que éste la distribuyera entre los tenedores de bonos, a
cambio de una quita en los intereses de la deuda.
Vale recordar que en 1822
América Latina llegó a tener el 46,6% del total de las deudas estatales del Planeta,
por unos 20.329 millones de libras.
A partir de 1900 se originaría una
notable división en los sectores dominantes: por un
lado estaban los que apoyaban al presidente Julio Argentino Roca y su
política intransigente de mantener el fraude electoral, y por otro lado, surgían sectores de la elite más inteligentes,
como el de Roque Sáenz Peña.
Sobre todo en defensa
propia, las burguesías estaban aprendiendo a la fuerza que les convenía trocar
el absolutismo y el autoritarismo por un régimen democrático de participación
ampliada. En efecto, los hechos que se venían sucediendo les daban el alerta.
En el país, se producía el crecimiento del movimiento obrero y las demandas en
contra de la explotación laboral, con jornadas de hasta 14 horas y escasa
salubridad. En Europa se multiplicaban las rebeliones obreras en España e
Italia, y las de Rusia (que preanunciaba la revolución).
Una de las mayores preocupaciones de esa
elite era quitar la protesta de las calles y volcarla al sistema político. Para
ello se hacía necesario dar cabida al principal partido opositor, el
radicalismo, pero también al moderado Partido Socialista. De esa manera se
fracturaría al movimiento obrero y se debilitaría al gran enemigo que la
oligarquía en el poder visualizaba como el más peligroso: el anarquismo.
La abultada deuda externa recién se
terminaría de pagar en el año 1947, unos 120 años después de haber sido
contraída, cuando “el gobierno peronista
la canceló”, según rememora el economista Jorge Gaggero. Esto le permitió a Perón declarar con toda solemnidad la “independencia
económica” en la Casa de Tucumán. Así quedaban clausurados simultáneamente
los dos grandes ciclos anteriores de endeudamiento: el rivadaviano de la Baring y el de la Generación del 80, de
la banca Rothschild. Los británicos,
con toda sutileza, “facilitaban préstamos para desarrollar Estados modernos”
mientras penetraban con sus mercaderías a recolonizarlos comercial y financieramente.
Sin embargo, al poco tiempo de derrocado
Perón en 1955, el Estado argentino reinició la acumulación de una nueva deuda
externa. Si bien al principio el endeudamiento fue
menor, durante la dictadura militar comenzó a ampliarse, y los gobiernos
de Menem y Alfonsín terminaron por profundizar el
problema, hasta alcanzar en el año 2002 los 180 mil millones de dólares,
que representaba entonces el 163,9% del producto bruto interno.
Miguel Cané estaba en lo cierto: los
impuestos no los cobraría un ente recaudador internacional pero… pero… la deuda
se pagaría con el sacrificio y la miseria del pueblo.
Con la actual refinanciación de la época
kirchnerista, la deuda externa pasó de los 180 mil millones del año 2002, y del
163,9% del producto bruto, a 137 mil millones y solo el 17,9 % del producto
bruto. A pesar de ello,
en pleno conflicto con los fondos buitres, los sectores del poder financiero
internacional vuelven a levantar a sus candidatos de antaño, como su portavoz Domingo Cavallo, que se atreve a dictar
cátedra sobre “futuro de la política monetaria” en un foro organizado por la
Universidad Católica Argentina. ¡Vale por la
Universidad Católica “Argentina”!
Los
buitres de adentro pretenden superar en deuda el récord
del 163,9% de todo lo producido. La palabra definitiva la tendrá el pueblo en
las elecciones de este año que recién comienza.
Hasta la próxima
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