martes, 2 de enero de 2018

LAS ISLAS MALVINAS

3 DE ENERO DE 1833: 
LA OCUPACIÓN BRITÁNICA DE LAS ISLAS MALVINAS






“El colonialismo visible te mutila sin disimulo: te prohíbe decir, te prohíbe hacer, te prohíbe ser.
El colonialismo invisible, en cambio, te convence de que la servidumbre es tu destino y la impotencia tu naturaleza: te convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser.”
Eduardo Galeano (El libro de los abrazos)

185 años atrás las Islas Malvinas, parte indiscutible del territorio de la Provincias Unidas del Río de la Plata, adheridas a su plataforma continental situación geográficamente comprobada e históricamente incuestionable, son ocupadas por la potencia hegemónica de aquella época, los ingleses, ¡corsarios de los mares que dominaban despóticamente!.
Vanos fueron los intentos por parte de los pueblos surgidos tras la Revolución de Mayo de 1810, de recuperarlas en forma pacífica, también vanos los centenares de reclamos ratificados cada año en la ONU, y lamentablemente también fue vana la guerra que una dictadura militar emprendió con aquella excusa, con inconfesables fines de sostener un régimen de facto que naufragaba.



VISTA DE PUERTO ARGENTINO



LOS HECHOS

No existen precisiones sobre el o los descubridores de estas islas. Atribuido a los yámanas (indígenas nómades canoeros que habitaron la zona hace 6.000 años), a un navegante chino, a un desertor de la expedición de Magallanes, a Américo Vespucio y otras hipótesis, ninguna hasta el momento corroborada con certeza.
Lo cierto es que las islas como parte integrante de los territorios colonizados por la Corona española, administradas históricamente por dos decenas de sus súbditos, pasaron automáticamente a la jurisdicción controlada por la 1º Junta de Gobierno instalada el 25 de Mayo de 1810.
De allí en más fueron administradas por autoridades de Buenos Aires entre 1820 y 1833.
Aquel 3 de enero de 1833, el colonialismo inglés desembarcaba y se apoderaba de las Islas Malvinas, en una clara maniobra de fuerza y de un pillaje internacional incalificable.
A pesar de los múltiples reclamos diplomáticos, de la dolorosa guerra y de las reiteradas protestas ante los organismos internacionales, la restitución sigue sin respuesta y la cruzada por su recuperación sin avances.
Así la corbeta Clio de la Marina Real británica, apoyada por otro buque de guerra que se encontraba en las cercanías, con superioridad numérica y militar, mediante el uso de la fuerza produce la rendición y entrega de la plaza. Concretada la expulsión de las autoridades argentinas, el comandante Onslow de la nave británica dejó a uno de los pobladores de Puerto Soledad a cargo del pabellón y zarpó de regreso a su base. En 1834, el gobierno inglés asignó a un oficial de la Armada para que permaneciera en las islas y en 1841 tomaría la decisión de "colonizar" las Malvinas nombrando un "gobernador".
Esta invasión, realizada en tiempo de paz, sin que mediara conflicto alguno entre dos países con relaciones normales, produce un hecho incalificable que nunca fue atendido en los reclamos inmediatos y posteriores. El 16 de enero de 1833, el gobierno argentino pidió explicaciones al encargado de Negocios británico, quien se excusó con el inverosímil argumento de no estar al tanto de la acción de los buques de su país. El 22 de enero, el ministro de Relaciones Exteriores presentó una protesta ante el funcionario británico, que fue renovada y ampliada en reiteradas oportunidades por el representante argentino en Londres. Las presentaciones argentinas siempre recibieron respuestas negativas de parte del gobierno del Reino Unido.



LA CAZA CLANDESTINA DE  BALLENAS



Del lado argentino continuó planteándose en distintos niveles del gobierno y fue objeto de debates en el Congreso Nacional. En 1884, ante la falta de respuesta a sus reiteradas protestas, la Argentina propuso llevar el tema a un arbitraje internacional, lo cual también fue rechazado sin dar razones por el Reino Unido.
Desde entonces y hasta el presente, Argentina ha reivindicado permanentemente su justo reclamo en distintos foros multilaterales, entre ellos la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de los Estados Americanos (OEA), impulsando la adopción de resoluciones que llaman a las dos partes a resolver la controversia y declaraciones de apoyo a la posición argentina.


UN POCO DE HISTORIA

Vale recordar que España venía ocupando, aunque discontinuamente, el archipiélago que fue bautizado como Islas de San Antonio por hombres de la expedición de Magallanes en 1520.
A comienzos de 1811, el virrey Elío, que desconocía a la Junta revolucionaria de Buenos Aires, ordenó desde Montevideo el abandono de Puerto Soledad.
El 27 de octubre de 1820, cumpliendo órdenes del ministro de Guerra y Marina Matías Irigoyen, llegó a Puerto Soledad al mando de la fragata Heroína, el ex coronel del ejército norteamericano David Jewett, que desde 1815 estaba al servicio de las Provincias Unidas. El marino le escribía orgulloso al gobierno: “Tengo el honor de informar a usted de mi llegada a este puerto, comisionado por el superior gobierno de las Provincias Unidas de la América del Sud, para tomar posesión de estas islas en nombre del país al que naturalmente pertenecen por la Ley Natural”. A partir de entonces se estableció una pequeña colonia argentina dedicada a la pesca y a la ganadería ovina.
Años más tarde, el 10 de junio de 1829, el gobierno porteño creó la comandancia política y militar sobre las islas, designando al comerciante alemán nacionalizado argentino Luis Vernet como titular, quien hizo respetar la jurisdicción nacional; el decreto establecía la continuidad histórica y jurídica de los derechos soberanos: “Habiendo entrado el gobierno de la República en la sucesión de todos los derechos que tenía sobre estas provincias, la antigua metrópoli, y de que gozaban sus virreyes, ha seguido ejerciendo actos de dominio en dichas islas, sus puertos y costas, a pesar de que las circunstancias no han permitido hasta ahora dar a aquella parte del territorio de la República la atención y cuidado que su importancia exige”.






Vernet llevó adelante una activa comandancia: construyó viviendas, levantó un relevamiento topográfico, montó un saladero de pescado y carne, una curtiembre y logró construir la goleta Águila, preocupándose por la depredación del archipiélago en forma clandestina.
 El gobierno de Buenos Aires, en octubre de 1829, prohibió la pesca y captura de ballenas hasta que, en 1831, Rosas reemplazó la prohibición por un impuesto a los buques pesqueros. Pero los barcos balleneros pasaban de largo por Puerto Soledad eludiendo el impuesto y depredando a gusto.
 Cansado de esta situación, Vernet apresó a los balleneros norteamericanos Harriet y Superior, que sin permiso estaban cargando pieles de foca, y personalmente llevó a la Harriet a Buenos Aires trasladando detenido a bordo a su capitán, Gilbert Davison. Los norteamericanos, por medio del capitán Silas Duncan al mando de la fragata Lexington, desembarcaron en Puerto Soledad, atacaron sus instalaciones, destrozaron la artillería, quemaron la pólvora, tomaron prisioneros a seis oficiales argentinos, arriaron la bandera celeste y blanca y declararon a las islas “libres de todo gobierno”.
El gobierno de Buenos Aires reaccionó enérgicamente, Rosas le pidió al ministro Manuel Maza que presentara una protesta ante Washington. El cónsul Slacum, y el encargado de negocios Bayles, fueron declarados personas no gratas y expulsados del país. Pero antes de partir, los agentes le “avisaron” al ministro inglés, John Woodbine Parish, que los Estados Unidos sólo pretendían permisos de pesca y que las islas estaban desguarnecidas y eran muy fáciles de tomar, invitando implícitamente a los súbditos de su Graciosa Majestad de Inglaterra a invadir las islas, hecho que se concreta el 3 de enero de 1833.
 El gobernador provisional de entonces, José María Pinedo se negó a arriar el pabellón argentino pero la fuerza pudo más, debió rendirse y regresar con su gente a Buenos Aires. Sólo habían pasado ocho años desde la firma del tratado de Paz, Amistad, Comercio y Navegación entre la Argentina e Inglaterra y diez de la formulación de la famosa “Doctrina Monroe”, cuando el presidente de los Estados Unidos proclamara formalmente ante el Congreso de su país que “los Estados Unidos consideran peligrosa para su paz y seguridad toda tentativa, por parte de las potencias europeas, de extender su sistema político a una porción cualquiera del hemisferio”, toda letra muerta cuando se trata de acciones imperiales amparadas por la ley de la selva trasladada a los mares.
La situación se tornó desesperante para los peones que no se quedaron con los brazos cruzados. El 26 de agosto de 1833 estalló la rebelión, a cuyo frente se puso el gaucho entrerriano Antonio Rivero, secundados por José María Luna, Juan Brasido, Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Salazar, Manuel González y un tal Latorre, que en pocas horas terminaron con las vidas de Brisbane, Dickson, Simón y todos los extranjeros ocupantes, enarbolando nuevamente la bandera argentina; rebelión ahogada en sangre a posteriori, mediante una sangrienta cacería.


EL CEMENTERIO DE DARWIN

 Muchos años más tarde, el 2 de abril de 1982, continuaría la historia con la pretendida recuperación militar por parte de la dictadura cívico-militar que terminó en el desastre que todos ya conocen, con 649 argentinos muertos en el conflicto, 237 de ellos enterrados en el cementerio Darwin, y más de la mitad sin identificar. Todos ellos fueron merecidamente declarados por la Argentina una vez desterrada la dictadura “héroes nacionales” a través de la Ley Nacional 24.950 de 1998.

“La Guerra de las Malvinas, guerra patria que por un rato unió a los argentinos pisadores y a los argentinos pisados, culmina con la victoria del ejército colonialista de Gran Bretaña.
No se han hecho ni un tajito los generales y coroneles argentinos que habían prometido derramar hasta la última gota de sangre.
Quienes declararon la guerra no estuvieron en ella ni de visita. Para que la bandera argentina flameara en estos hielos, causa justa en manos injustas, los altos mandos enviaron al matadero a los muchachitos enganchados por el servicio militar obligatorio, que más murieron de frío que de bala.
No les tiembla el pulso: con mano segura firman la rendición los violadores de mujeres atadas, los verdugos de obreros desarmados.”

Eduardo Galeano
(Memoria del fuego, t. 3, 1986)

                                                       Miguel Eugenio Germino



Fuentes:
-http://enaun.mrecic.gov.ar/es/node/3561
-http://html.rincondelvago.com/historia-de-las-islas-malvinas.html
-https://www.comodoro.gov.ar/efemerides/2013/01/03/03-de-enero-usurpacion-de-las-islas-malvinas






Las Malvinas

Homenaje a nuestras Islas y al poeta José Bartolomé Pedroni

 Tiene las alas salpicadas de islotes.
Es nuestra bella del mar.
La patria la contempla desde la costa madre
con un dolor que no se va.

Tiene las alas llenas de lunares.
Lobo roquero es su guardián.
La patria la contempla. Es un ángel sin sueño
la patria junto al mar.

Tiene el pecho de ave sobre la onda helada.
Ave caída es su igual.
El agua se levanta entre sus alas.
Quiere y no puede volar.

El pingüino la vela. La gaviota le trae
cartas de libertad.
Ella tiene los ojos en sus canales fríos.
Ella está triste de esperar.

Como a mujer robada le quitaron el nombre;
lo arrojaron al mar.
Le dieron otro para que olvidara
que ella no sabe pronunciar.

El viento es suyo; el horizonte es suyo.
Sola, no quiere más.
Sabe que un día volverá su hombre
con la bandera y el cantar.

Cautiva está y callada. Ella es la prisionera
que no pide ni da.
Su correo de amor es el ave que emigra.
La nieve que cae es su reloj de sal.

Hasta que el barco patrio no ancle entre sus alas,
ella se llama Soledad.

José Pedroni (1953)



José Pedroni, poeta argentino, nació en Gálvez, provincia de Santa Fe en 1899.
Sencillo, humano, accesible por su claridad fraterna, compañero y amante de la naturaleza, honesto, revelador de un vitalismo propio del mundo cotidiano, adquirió un compromiso con su pueblo al que le cantó en versos sencillos pero profundos.
En 1923 aparece su primer libro: La gota de agua; en 1925, sale a la calle Gracia Plena; en 1935 Poemas y palabras. En los años siguientes José Pedroni publica Diez mujeres (1937), El pan nuestro (1941) y Nueve cantos (1944). Hasta que en 1956, aparece la que para muchos fue su obra cumbre: Monsieur Jaquín.
En 1959, el escritor funda en Esperanza el Teatro de Títeres Pedro Pedrito, con la colaboración de Ricardo Borla. En mayo de 1960 se publica Cantos del hombre libre. En diciembre del mismo año aparece Canto a Cuba, en los que refleja admiración por la revolución cubana. En 1961 le sigue La hoja voladora. Finalmente en 1963, el que sería su último libro: El nivel y su lágrima.

Falleció el 4 de febrero de 1968, en Mar del Plata.







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