“El pibe del Abasto”
Nació el 6 de enero de 1922,
en Agüero 753 –pleno barrio del Abasto–, a pocos metros del café O'Rondeman de
los hermanos Traverso, lugar
donde se inició Gardel y lo hiciera además el “Pibe” Rufino –también
lo llamaban “El pibe terremoto” –. En 1936 debutó en el Café El Nacional, como vocalista
de la típica de Francisco Rosse, para pasar, poco después, al Petit Salón, con
la orquesta de Antonio Bonavena, autor de “Pájaro ciego” y tío del futuro
boxeador.
Rufino fue un decidor, un fraseador, un intérprete que sabía
perfectamente cuál era el mensaje de lo que estaba cantando.
Pero estamos aún en la prehistoria del cantor y 1938 será el
año clave. Carlos Garay, representante de Carlos Di Sarli, lo oyó cantar el
tango de Di Sarli y Enrique Carrera Sotelo “Milonguero viejo”, se lo hizo saber
a su representado y éste lo incluyó en su orquesta, con la que el cantor
accedió al disco el 11 de diciembre de 1939, con el tango “Corazón”.
Entre 1947 y 1950, volvió a convertirse en vocalista de
orquestas ajenas,
las que dirigían Francini-Pontier y Miguel Caló, para continuar en calidad de
solista entre 1952 y 1954. Durante los dos años siguientes fue cantor de
Roberto Caló, y luego siguió como solista, salvo breves intervenciones con algunos
directores, como Enrique Francini (1957), Armando Pontier (1961-1962), Aníbal
Troilo (1962-1965) y Miguel Caló (1966, para registrar un larga duración).
Una tarea menos difundida que la
de cantor, aunque no por ello ignorada, fue la de compositor y letrista. Es
autor de numerosas obras, como “Muchachos arranquemos para el centro”, “Eras
como la flor”, “Cómo nos cambia la vida”, “Calla”, “Destino de flor”, “Dejame
vivir mi vida”, “La novia del suburbio”, “Soñemos”, “Tabaco rubio”, “El
clavelito”, “No hablen mal de las mujeres”, “Los largos del pibe”, “En el lago
azul”, “Carpeta”, “El bazar de los juguetes”, “La calle del pecado”, “Julián
Tango”, “Manos adoradas”, “Porque te sigo queriendo”, “¡Qué quieren, yo soy
así!”, “Boliche”, etc. Entre sus colaboradores autorales –músicos y letristas–
se contaron Roberto Casinelli, Manolo Barros, Mario César Arrieta, Marvil,
Roberto Caló, Cholo Hernández, Julio Navarrine, Héctor Marcó, Horacio
Sanguinetti, Reinaldo Yiso, Ángel Cabral, Alberto L. Martínez, Alejandro Romay
y otros.
El 24 de febrero de 1999, su corazón dejó de latir en la
sala de terapia intensiva de la Fundación Favaloro. El 25 por la mañana, el
pueblo despidió sus restos en el Cementerio de la Chacarita, entonando aquel
tango que tantas veces su modo de decir había desgranado palabra por palabra,
como para que no se perdiera el sentido de lo que había escrito el autor: “Malena canta el tango como ninguna...”. Acaso sólo faltó una cosa, haber dicho Rufino en
lugar de Malena.
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