EL BATALLÓN 601 EN BALVANERA
Batallón 601es el
nombre con el que se conoce y se hizo tristemente famoso el Servicio de Informaciones del Ejército (SIE), uno de principales
arietes de la represión de la última dictadura
cívico militar. Es un edificio de nueve pisos, ubicado en Callao esquina
Viamonte.
Allí se reunían buena parte de los datos que luego sirvieron para
aniquilar a los militantes políticos, estudiantiles y gremiales de las
distintas organizaciones, como fue el secuestro y desaparición del director del
diario El Cronista, Rafael Perrotta, y
la cacería de quienes retornaron a la Argentina desde el exilio para participar
de la frustrada contraofensiva montonera. Allí también
se diseñó el Plan Cóndor. Cabe recordar que previamente
había sido usado como depósito clandestino del cadáver de Eva Perón después del
golpe de Estado de 1955.
El edificio, vaya a saber por qué rara transacción,
fue comprado por la Universidad del Salvador y comenzó a ser remodelado para
albergar a cinco mil estudiantes.
Parece increíble que el mismo centro que sirvió de
sitio de planificación de la represión, los secuestros, torturas, asesinatos y
desapariciones, se convierta en un establecimiento de
educación privada donde se formarán futuros
profesionales. Los integrantes de Barrios
por la Memoria y Justicia-Balvanera y Baldosas por la Memoria, hicieron
pública una denuncia por “la irresponsabilidad de quienes por acción
u omisión permitieron que se esté modificando la estructura del edificio con
refacciones y derrumbes parciales, mientras hoy se desarrollan los juicios por
crímenes de Lesa Humanidad, donde pruebas concretas pueden encontrarse todavía
en ese lugar”. Además, pidieron suspender las obras en curso, y que se
investigue cómo es que salió a la venta –por licitación pública– en el último semestre de 2002. La compra se
concretó en los dos primeros meses de 2003 y ahora, después de una década de
estar cerrado, la Universidad del Salvador comenzó
las remodelaciones.
Baldosas para la Memoria de Balvanera señalizó aquel emblemático sitio
con varias baldosas recordatorias, que días más tarde, “manos anónimas” embadurnaron
de pintura, para lo cual debió efectuarse un nuevo acto de desagravio para restaurarlas.
No podrán,
nunca en la nueva Argentina democrática, implementar actos reñidos con los
sentimientos más íntimos de los derechos humanos. Es de esperar entonces dos investigaciones, una por la venta del
edificio y otra por el acto vandálico de destruir un homenaje al más caro
sentido de la memoria.
Marta Romero
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