¿DOSCIENTOS AÑOS DE INDEPENDENCIA?
“La independencia en América Latina es una tarea por hacer”
Eduardo Galeano
El sí
unánime de los presentes al Congreso de Tucumán
aquel 9 de julio selló un hecho esperado en la discusión por la Independencia nacional, la que había nacido el 25 de Mayo de 1810.
Era, sin embargo, la
Asamblea del año XIII (Asamblea General
Constituyente y Soberana del año 1813) el congreso de diputados de las Provincias Unidas del Río de la Plata convocado por el
Segundo Triunvirato, el que debía reconocer la soberanía del pueblo,
proclamar la independencia de las Provincias Unidas y redactar una constitución que definiese el
sistema institucional del nuevo estado.
Aquel
objetivo no fue cumplido, como lo exigían Artigas, San Martín y otros patriotas
que luchaban en el campo de batalla contra el dominio colonial, aquella
Asamblea dominada por Carlos María de Alvear, además de rechazar a los
diputados artiguistas, se sacó de encima a San Martin, enviándolo a reemplazar
a Belgrano en el frente norte, creó la flota de guerra y la mandó a bloquear
Montevideo para atacar a Artigas, resolvió empero, establecer un escudo y escarapela
nacional, acuñar moneda propia, entre otras importantes medidas, pero pospuso la declaración de la independencia.
LA OPORTUNIDAD DE DECLARAR LA INDEPENDENCIA
El
debate sobre la “oportunidad” de proclamar nuestra independencia comenzó el
mismo día 25 de mayo de 1810 y fue uno
de los motivos de agrias discusiones entre los morenistas y los saavedristas.
Para
los primeros había que apurar el paso y para los segundos había que obrar en
permanente consulta con el Reino Unido.
Los
morenistas, tras la “misteriosa” muerte de su líder, conformaron la Sociedad
Patriótica liderada por el tucumano Monteagudo,
que no disimulaba su afán independentista cuando escribía en su periódico
“Mártir o Libre”: “Sería un insulto a
la dignidad del pueblo americano, el probar que debemos ser independientes: éste es un principio
sancionado por la naturaleza”.
Esta
lógica revolucionaria, compartida por el recién llegado José de San Martín
entre muchos, chocaba contra el “realismo político” del secretario del Primer
Triunvirato, Bernardino Rivadavia, que acababa de reprochar a Manuel Belgrano
porque había tenido la osadía de crear una bandera y construir en la misma
ciudad de Rosario dos baterías a las que llamó –nada menos– que “Libertad” e “Independencia”.
El
futuro padre de la deuda externa argentina
(Baring
Brothers
mediante) retaba a Belgrano: “El
gobierno deja a la prudencia de Vuestra Señoría mismo la reparación de tamaño
desorden (la jura de la bandera), pero debe prevenirle que ésta será la última
vez que sacrificará hasta tan alto punto los respetos de su autoridad y los
intereses de la nación que preside y forma, los que jamás podrán estar en oposición
a la uniformidad y orden”.
Tanto
la Sociedad Patriótica como la Logia de Caballeros Racionales, que luego se
llamará Lautaro, decidieron enfrentar a aquel Triunvirato que estaba poniendo
un serio freno a la guerra de liberación y postergando sin fecha la reunión del
Congreso Constituyente y la declaración de nuestra Independencia.
La
primera acción militar de San Martín en nuestras tierras
fue participar activamente en el derrocamiento de aquel gobierno tripartito
impulsando la asunción de un Segundo Triunvirato acorde a las
ideas de la Sociedad Patriótica y la Logia que convocará inmediatamente al
Congreso que pasará a la historia como la Asamblea del año XIII.
LA INDEPENDENCIA
Aquel martes 9 de Julio de 1816 no llovía como el 25 de Mayo de hacía seis años. El día estaba soleado y a las dos de la tarde los
diputados del Congreso comenzaron a sesionar. Con la presencia de una parte de las “Provincias Unidas”, ya que
otras no participaron, como las provincias de la Liga Federal, la Banda Oriental, Corrientes,
Entre Ríos,
Misiones y
Santa Fe,
que no enviaron sus representantes por estar de hecho en una situación de guerra
civil con el gobierno central; y varios territorios de las provincias del Alto Perú, que habían pertenecido al Virreinato
del Río de la Plata, no pudieron hacer llegar sus representantes por
haber sido reconquistados por los realistas.
Tal fue el caso de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz de la
Sierra y Potosí.
A
pedido del diputado por Jujuy, Sánchez de Bustamante,
se trató el “Proyecto de deliberación sobre la libertad e independencia del
país”.
Bajo
la presidencia del sanjuanino Narciso Laprida, el secretario, Juan José Paso
preguntó a los congresales “si querían que las Provincias de la Unión fuesen
una nación libre de los reyes de España y su metrópoli”.
”Nos, los representantes de las
Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al
Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que
representamos, pretextando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo
la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la
tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los
violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los
derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación
libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedan
en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las
formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales
circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican
comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.”
comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.”
El 19 de julio, en sesión secreta,
el diputado Medrano hizo aprobar una modificación a la fórmula del juramento,
agregando después de «independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y
metrópoli», la frase: “y de toda otra dominación extranjera”, para contener la idea de entregar el país a los
portugueses, y hasta de constituir un protectorado inglés.
Inusualmente, la declaración
alteraba el nombre del país, llamándolo “Provincias Unidas
en Sud América”, nombre no utilizado hasta entonces. Al parecer, la
intención era declarar la independencia de todas o casi todas las colonias
españolas en América del Sur, unificándolas en un solo país, con capital en
Cuzco.
Pero vale analizar si realmente se lograba la independencia
política y económica, en una zona tan codiciada por Inglaterra, con sus barcos
rondando las aguas del Río de la Plata, y los españoles, donde Fernando VII
había recuperado la corona y mandado nuevas e importantes expediciones
militares (más de 15.000 hombres) al Río de la Plata.
Se era independiente “de España y
de toda dominación extranjera”, pero aquella metrópoli había dejado a su
colonia en una situación económica muy delicada, que conduciría a una
dependencia de otras potencias europeas. No sólo no había fomentado el
desarrollo industrial en sus colonias americanas, sino que hizo todo lo posible
para obstaculizarlo y poner trabas al comercio entre las distintas regiones del
extenso territorio. España misma tenía una escasa producción industrial, que no
alcanzaba a cubrir las necesidades básicas de sus habitantes y debía importar
la mayoría de los productos elaborados.
LA SITUACIÓN EN EL PAÍS NACIENTE
EN AZUL: EL ESCASO TERRITORIO QUE DOMINABA EL GOBIERNO DE BUENOS AIRES |
La zona de Buenos Aires producía básicamente materias primas para exportar, como cueros, sebo para las velas y tasajo, que era una grasa salada utilizada por países como Brasil y Estados Unidos para alimentar a los esclavos. Esto le reportaba a la región importantes ganancias, que junto con el manejo exclusivo de las rentas del puerto y la Aduana –que aumentaron enormemente a partir del reglamento de Libre Comercio de 1809– le permitían darse el lujo de importar todos los productos que necesitaba sin necesidad de preocuparse por su fabricación.
Así pensaban al menos la mayoría de los terratenientes porteños, que preferían
la ley del menor esfuerzo y la ganancia fácil antes que el aporte para el progreso,
que hubiera implicado que destinaran parte de sus enormes ganancias –como
hicieron los ganaderos y granjeros norteamericanos– a invertir en la industria.
El escenario en el interior era diferente. En algunas regiones como Cuyo, Córdoba, Corrientes y las provincias del Noroeste, se habían desarrollado pequeñas y medianas industrias, en algunos casos muy rudimentarias, pero que lograban abastecer a sus mercados internos y daban trabajo a sus habitantes. Para el interior, el comercio libre significó en muchos casos la ruina de sus economías regionales arrasadas por los productos importados más baratos y de mejor calidad (cualquier comparación con la actualidad es mera coincidencia).
El escenario en el interior era diferente. En algunas regiones como Cuyo, Córdoba, Corrientes y las provincias del Noroeste, se habían desarrollado pequeñas y medianas industrias, en algunos casos muy rudimentarias, pero que lograban abastecer a sus mercados internos y daban trabajo a sus habitantes. Para el interior, el comercio libre significó en muchos casos la ruina de sus economías regionales arrasadas por los productos importados más baratos y de mejor calidad (cualquier comparación con la actualidad es mera coincidencia).
El manejo del puerto y la Aduana en
forma exclusiva e injusta por parte de Buenos Aires,
será el tema central de los enfrentamientos que comenzarán a darse por esta
época y no concluirán hasta la década de 1870, y aún más…
La incapacidad, la falta de voluntad y de patriotismo de los
sectores más poderosos llevaron a que nuestro país quedara condenado a producir
materias primas y a comprar bienes elaborados muchas veces con los productos de
nuestra tierra. Claro que valía mucho más una bufanda inglesa que la lana
argentina con la que estaba hecha. Esto condujo a una clara dependencia
económica del país comprador con el vendedor, en
este caso Inglaterra, que impuso sus gustos, sus precios y sus formas de pago.
Por otra parte, los países que
sustentan su existencia en virtud de la exportación de materias primas, como
granos o carnes, quedan muy expuestos a los fenómenos naturales, como sequías,
inundaciones, pestes de animales y esto puede arruinar su economía de un
momento a otro. En cambio, los países industriales pueden planificar su
economía sin preocuparse por si llueve, está nublado o sale el sol.
Tras aquel primer paso del 9 de Julio de 1816, a comienzos de 1817 el Congreso se trasladó de Tucumán a Buenos Aires.
Todavía quedaba por definir la forma de gobierno y redactar una Constitución,
cuando se dependía cada vez más del Imperio
británico, el que moldeará la economía del Río
de la Plata a sus necesidades.
Mientras tanto, San Martín que había
sido nombrado gobernador de Cuyo en 1814, se
preparaba para cruzar los Andes con su ejército libertador. Todo el pueblo de
Cuyo colaboró donando elementos y provisiones y alistándose los hombres de
entre 16 y 50 años como soldados. Estableció su base en el campamento de El Plumerillo (Mendoza), e impartió un fuerte entrenamiento a sus tropas
acorde a la impresionante misión que tenían por delante: cruzar una de las
cordilleras más altas del mundo con picos de más de 6.000 metros para llevar la
libertad a Chile y de allí al Perú.
Todos trabajaban en el campamento y todos los metales servían para
que el cura Fray Luis Beltrán los transformara
en su fragua en fusiles y cañones para la libertad de América.
Ahora independientes. Obsesionados
por el auge de las monarquías en el viejo continente, muchos congresales
insistieron en la necesidad de dictar una Constitución que estableciera un
poder ejecutivo centralizado y fuerte. Fue así como el 22 de abril de 1819 el
Congreso sancionó una Constitución unitaria y centralista, que daba todo el
poder a Buenos Aires y perjudicaba a las provincias. Éstas no tardarán en
rechazarla enérgicamente.
Así, el Congreso que en 1816
declaró la Independencia,
se desmoronaba sin remedio y la amenaza de disolución del gobierno central era
un hecho. La región se sumía en una guerra civil entre Buenos Aires y el
interior que demorará durante largas décadas la organización nacional, al cabo
de las cuales, a 200 años de aquellas jornadas,
queda flotando en el aire la pregunta: “¿DOSCIENTOS AÑOS DE INDEPENDENCIA?”.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-Pigna Felipe, Los Mitos, tomo 1, Norma, 2004.
-Periódico Primera Página
nº 153 de julio de 2007.
-http://lasvarillasvive.com.ar/index.php?s=noticia&id=27123&sID
-http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/independencia/independencia_dependencia_y_guerra_civil.php
-http://www.elortiba.org/cronoper.html
-http://www.elsol.com.ar/nota/239270
-http://www.mdzol.com/nota/222402-que-paso-en-aquel-9-de-julio/
-http://www.taringa.net/posts/info/5462113/Asamblea-del-ano-13.html
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