DOS TEATROS DESAPARECIDOS DE BALVANERA
EL DORIA Y EL MARCONI
En la historia del
barrio de Balvanera existieron y existen muchos teatros, algunos de ellos fueron
demolidos, otros permanecen inactivos como el Teatro Lasalle, fundado en
1932 por la actriz Ana Lasalle, en Cangallo
2263 (actual Perón). Esta sala permanece cerrada desde hace muchos años. La
fundadora más tarde se radica en Cuba, donde organiza la radio y la TV después
de la revolución de 1959.
EL TEATRO DORIA
En Rivadavia 1026 de la antigua
numeración (2330 de la actual), Jaime y Pedro Vieyra, legisladores por
Santiago del Estero, construyen un inmenso galpón de 1.500 m2 con salida hacia
Pichincha, cuando corría el año 1878.
Allí funcionará
hasta 1883 –cuando es trasladado a Plaza
Lorea– el 5º Regimiento de Caballería a
cargo de Nicolás Levalle. El galpón es arrendado entonces a los señores
Vignoli, Landó y Tagliavecchia, quienes adaptarán la construcción con paredes
de madera y techo de chapa a dos aguas, iluminado a luz de gas, para
convertirlo en un teatro. Queda inaugurada así en la noche del sábado 13 de
agosto de 1887 la aventura de un nuevo teatro, con 36 palcos y 300 plateas. El Doria
será el primer teatro levantado en Balvanera, a excepción hecha del pequeño
teatro de títeres “Del Recreo” de Alsina 1847 inaugurado en el año 1885.
El empresario
italiano que lo regenteará, Silvio Giovanetti, un admirador del
almirante genovés Andrea Doria (1498-1560) lo bautizará con aquel nombre en homenaje
al marino. Se levantará el telón con la representación de I due Sargenti y Apoteosis de
la Guerra de África, Massana.
Durante su corta
existencia también se lo conocía como “El Colón del Oeste”. Allí se
cultivó el drama, el sainete criollo y la zarzuela, programación apreciada por
los puesteros de los mercados vecinos, Rivadavia y Spinetto, ocupantes de los
inquilinatos de la zona y habituales sostenedores de la taquilla del teatro.
En el Doria actuaron en distintas épocas el Circo de
Raffetto, que dirigía el popular “Cuarenta Onzas”, Frank Brown, los hermanos
Podestá, con Pepe encarnando a Pepino el
88, la Compañía Zucchi-Ottonello, y fue asiento de la apasionante payada de 1896
entre el uruguayo Juan Nava y el argentino
Gabino Ezeiza, que duró tres noches seguidas.
Grandes
acontecimientos artísticos pasaron por su tablado y se oyeron las distintas
tonadas, los modismos y los colores de los rincones napolitanos, milaneses,
sicilianos y calabreses que se mezclaban con la dramaturgia gauchesca, la
zarzuela y hasta la lucha grecorromana.
Allí se daban cita
a su vez referentes políticos de la época como la Unión Cívica, y socialistas
que colmaban sus instalaciones, como la de los trabajadores anarquistas que en
1897 en número de 4.000 colmaron de bote a bote el lugar.
Ya en las
postrimerías del siglo fue clausurado tras una campaña de salubridad e higiene.
En su lugar, el 24 de diciembre de 1903, se inaugurará el Teatro Marconi, que nace de los
escombros del Doria.
EL TEATRO MARCONI
Todo comenzó en
1901, cuando Silvio Giovanetti le entrega el desactivado tinglado del Doria a
Guillermo Bonomi, un empresario licorero del barrio, del conocido y
desaparecido Amaro Monte Cúdine, de Belgrano y Pichincha.
Éste contrata los
servicios del arquitecto Juan Bautista Arnaldi, quien efectúa el diseño de un nuevo edificio rebautizándolo
con el nombre de otro italiano famoso Guillermo Marconi (1834-1937), inventor de la telegrafía sin hilos.
En sus primeros
tiempos fue un teatro dedicado a la operística, aunque su ubicación un tanto alejado del centro,
le restó trascendencia, ya que se dedicaba a artistas de segundo orden, sin embargo por su envergadura se fue
constituyendo en un semillero del Teatro Colón, llegando a ostentar con sus 1.063 butacas el título de “Catedral Chica de la
Lírica”.
Primó allí el
espectáculo regional italiano, desde el genovés Gilberto Govi, hasta Nunziata
Cazzolino, pasando por el extraordinario cómico Ettore Petrolini, que junto con figuras como Clara Della Guardia, Lydia Borelli,
Emma Gramática, Leopoldo Frégoli y Fátima Miris, hicieron delicias del público.
La operística
italiana y española dejaron el recuerdo de Franca Boni, Alba Regina, Italo Bertini, Aída Arce y Jan Kiepura, entre otros. Y temporadas
liricas memorables con las huellas del tenor Pedro Novi, y obras como La Traviata, Il Trovattore, Caballería
Rusticana y Rigoletto.
Por sus tablados
desfilaron a su vez importantes figuras de los elencos nacionales, como Blanca Podestá, Francisco Charmiello, Luis Arata, Tomás Simari, Enrique De Rosas y Andrés Cordero representando a Juan Tenorio y para Semana Santa, el
drama sacro La Pasión. Brillaron
obras como Un Guapo del 900 de Samuel
Eichelbaum y Madre Tierra de
Alejandro Berutti.
Autores como
Enrique Guastavino, César Tiempo, y Claudio Martínez Paiva, entre otros, lograron noches gloriosas en este coliseo de Balvanera que fue alcanzado por la
piqueta destructora en el año 1967, haciendo añicos las rosadas ninfas de las
aguas, de los bosques y de la selva que decoraban su cielorraso, así como la
sutil acústica que reproducía los aplausos sostenidos de la importante
colectividad italiana que habitaba la zona y era habitué de este teatro.
Luego todo será silencio
y penumbra y más tarde sólo subsistirá la memoria, la risa se convierte en
lamento y la música en mudez ante una realidad que contrasta con la cultura y
el arte.
Pilas de ladrillo,
cemento, metal y vidrio modelarán nuevas formas y nacerá una gran torre, alta,
muy alta, que albergará a centenares de nuevas almas, muchas de las cuales
ignoran que antes este sitio albergaba las candilejas
que alguien se atreve a rememorar como reminiscencia que esconde los fantasmas
del pasado.
Buenos
Aires no supo preservar su patrimonio histórico, es infinito el penoso catálogo
de edificios irrepetibles demolidos y brutales intervenciones que demuestran
que nunca hubo
una política de protección arquitectónica para la ciudad. Los estilos y las ideas,
producto de las inmigraciones, nunca fueron protegidas.
También
falló el Estado
en proteger y usufructuar un recurso turístico, fallaron las colectividades que
tampoco pudieron salvar los edificios emblemáticos de sus propias comunidades,
fallaron los urbanistas y legisladores en no establecer polígonos intocables,
ni como compensar a los privados que defienden solamente el lucro de su
propiedad privada.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
- Dillon César A. y Sala Juan A., El teatro Musical en Bs. As., tomo 1, Gaglianone, 1997.
- Llanes Ricardo M., Teatros de Bs. As., Cuadernos de Bs. As.,
1968.
-
Desaparece el Marconi, diario La
Nación, 10/09/1967.
-
Diario La Prensa, 8/12/63, Rotograbado Art. De Ricardo Llanes y Antonio Gallo.
-
Periódico Primera Página nº 55 de agosto de 1998 y nº 62 de abril de 1999.
1 comentario:
Una nota, clara como el agua y que demuestra una vez más que aún no somos una Nación. El desprecio hacia las cosas y a nuestros semejantes perdura aún y será nuestro sino per "secula seculorum". Creo con toda honestidad que no tenemos remedio. Yo hago todo lo posible por respetar las cosas y al prójimo y si usted lector también y otros más...tal vez, quien sabe...: SEREMOS REPÚBLICA ARGENTINA! VIVA LA PATRIA!
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