martes, 1 de agosto de 2017

EL BAR DE LOS HERMANOS CAO



EL ANTIGUO ALMACEN Y DESPACHO DE BEBIDAS  DE LOS HERMANOS CAO




AL BAR AMPLIADO CON LA SUSTITUCIÓN DE LAS HABITACIONES




Este antiguo bar de San Cristóbal, en su límite con Balvanera, tiene una rica historia que nace con los hermanos Cao y se comenzó a escribir en el año 1915, cuando éstos abrieron un despacho de bebidas alcohólicas y comidas en la avenida Independencia 2400, esquina Matheu.

Desde principios del siglo XX y aún antes existían en Buenos Aires esta categoría de comercios, hoy caídos en desuso, el “almacén-bar”; eran sitios generalmente ubicados en esquinas que funcionaban como despacho de comestibles y se comunicaban por una pequeña puerta con el “despacho de bebidas”.

En muchos barrios, sobre todo en aquellos donde los espacios verdes no abundaban, estos lugares servían de espacios públicos de sociabilidad, encuentros, novedades y celebraciones. El barrio de San Cristóbal luce con orgullo una auténtica joya patrimonial que supo llamarse “Despacho de comestibles al por menor. Venta de bebidas en general y despacho de bebidas alcohólicas. Cao Hermanos”. Hoy, Bar de Cao.

Los hermanos Cao eran seis, José, Vicente, Ramón, Julio, Jesús y Balbino, procedentes de su natal paisaje vecino al río Eo, en el pueblo de San Tirso de Abres, Asturias (España), entre montañas y valles hasta desembocar en el mar Cantábrico.


VISTA DE LOS ANTIGUOS EXIBIDORES




Fueron llegando a estas tierras como lo hicieron otros miles y miles de españoles dispuestos a “hacer la América”. Ramón, el mayor de los Cao, llegó a Buenos Aires cerca de 1920, venía a abrir el camino para sus otros hermanos. Cinco años después arribó Julio y el azar los encontró, allá por 1915 en el popular y casi campestre barrio de San Cristóbal, que será su nuevo sitio de asentamiento, a miles de kilómetros de su San Tirso natal.

Allí existía un local de almacén-despacho de bebidas, que había sido abierto en 1915 y cuando ellos se hicieron cargo (alrededor de 1925), ya era un sitio de referencia en la zona.

Entonces aquel bodegón al que llegaban muchos obreros en busca de un buen plato caliente aumentó su fama como almacén y bar. Y José (Pepe para todos) y Vicente fueron los bastoneros de ese espacio al que llamaron “La Armonía”. Con ellos también estaban Ramón y Julio. Los otros dos hermanos seguían con la tradición asturiana y repartían leche a domicilio en el barrio.

Algunos vecinos memoriosos narraron que tanta era la confianza que la gente les tenía a los Cao, que hasta les facilitaban las llaves de entrada a las casas en las que hacían el reparto, para comodidad de ambas partes.

En estos pagos lejanos, “la París del Sur”, como algunos líricamente llamaban entonces a Buenos Aires, ordeñaban vacas nativas; atrás quedaban aquellas vacas pardas, de origen celta, que ellos se encargaban de ordeñar en su pueblo, también añoraban la sombra del Xunqueira, el monte más alto de la región y las truchas, que cada verano y contra la corriente subían desde el mar, y aquellas casas con techos de pizarra. Aquí, en San Cristóbal, era otra cosa: los vecinos más memoriosos recuerdan la carnicería de Mingo, la tintorería de Arturo y el tambo de Independencia y Pichincha, la señora de la zapatería y mercería, la Turca; el doctor de niños, Puglisi; la casa de fotos, la peluquería de don José, la lechería de Matheu y Estados Unidos, donde vendían helados y atendía Manuela, la esposa del vasco y el particular ruido del zarandeo del tranvía 48 sobre los rieles que mecanizaban la Av. Independencia.



EL CASAMIENTO DE PEPE Y ROGELIA




Con los años, el lugar se convirtió en una importante proveeduría, donde los vecinos no sólo buscaban los fiambres y quesos de calidad sino también algunos otros importados, como las sardinas y el aceite de oliva español como principales banderas, además de ese trato cordial con los clientes, tanto en el almacén como el bar que le hacían honor a la definición que Raúl Scalabrini Ortíz solía usar para estos lugares: los llamaba “fortines de la amistad”.

La presencia femenina la aportaban Rogelia (esposa de Pepe) y Segunda (esposa de Balbino), quien se había convertido en la jefa de la cocina. Eran famosos sus platos de “caldo gallego”, una especie de sopa donde se unen carnes y verduras, típico de Galicia, región vecina de Asturias. Más tarde, las hijas de Pepe y Rogelia (Alicia, Irma y las mellizas Graciela y Mirta) fueron las que regentearon el local y también se sumaron a la historia.



VICENTE Y PEPE EN EL AÑO 2000




A los comienzos no había división entre los locales, luego por las reglamentaciones tuvieron que separar el almacén del bar. La esquina tenía una planta alta donde vivía el dueño, el doctor (algunos lo conocían como abogado) Torcuato Tracchia, que le alquilaba la planta baja a los Cao. El edificio tenía una entrada por Independencia y otra por Matheu. En la ochava se abría la entrada al almacén, recostado sobre Matheu seguía el bar (para hacer la separación se utilizó la pared de cajones, madera y vidrio al frente, que guardaban la mercadería suelta; mueble-pared que luego sería colocado como continuación de la barra, que es como se puede apreciar hoy). Seguidamente del bar había dos habitaciones con ventanas sobre Matheu y cuyas entradas daban a un patio; allí estaban el baño y la cocina, y sobre ellos, en una especie de entrepiso, una habitación pequeña.

Por entonces la heladera funcionaba a hielo y existía la libreta individual en la que se anotaba a los clientes la cuenta corriente mensual, que era un duplicado de un libro grande donde se repetía la deuda, según cuentan los descendientes las libretitas tenían la leyenda Cinzano y se las regalaban al cliente deudor. También existía como era habitual en aquellos tiempos el reparto domiciliario en el que se turnaban los hermanos y los hijos

HIJAS DE LOS HERMANOS CAO


Las comodidades de vivienda cambiaron cuando los hermanos Cao compraron en 1959 las dos plantas de la esquina. Pepe, Rogelia y las cuatro nenas se mudaron a la planta alta junto a Julio y Carmen. Vicente y Jesús ocuparon la habitación dejada por Julio, y la que había sido de Pepe pasó a ser depósito. La tía Segunda cocinaba abajo el infaltable caldo gallego para todos los varones, incluidos los lecheros. Los Cao siempre acostumbraban a almorzar y cenar juntos. Rogelia lo hacía a veces en las habitaciones de arriba con las hijas.

La comida española era tradición en la familia, y era también la misma que servían a su clientela. Repetían, hasta donde podían, su vida en España.

 Tampoco olvidaban los hermanos el envió de dinero a la madre que había quedado en el pueblo, y hasta lograron que financiara una casa nueva. No eran propensos a endeudarse, nunca le debieron nada a nadie y el barrio sabía que todo el que entraba a pedir comida no salía con las manos vacías.

 También preparaban para los trabajadores unos sándwiches impresionantes, porque pensaban que el que trabajaba debía comer bien, la comida siempre fue importante, cuentan las hermanas y consignan un dato: El dinero para nuestro estudio salía del negocio. Éramos las hijas de todos.

 Pepe siguió al frente del negocio un tiempo más: se sentaba en un banquito en la puerta que comunicaba el almacén con el bar. Mirta entrega la primera fecha para un final: Tenemos la foto donde papá está cerrando por última vez la persiana del negocio, fue el 4 de octubre de 1999, o sea, seis meses después del fallecimiento de Vicente. Luego del cierre Pepe y Rogelia hicieron un viaje a España. 

Al regreso, el matrimonio vivió en la planta alta, donde habían vivido mucho tiempo junto a Vicente. En soledad, las hijas se habían casado, Pepe fue perdiendo fuerzas, se fue apagando.

Pepe Cao falleció el 14 abril de 2002. A su muerte el lugar ya era “Bar notable de la ciudad de Buenos Aires”, estuvo entre los primeros quince nombramientos.

Luego de la muerte de Pepe el boliche estuvo un tiempo cerrado, tras 70 años de funcionamiento bajo aquel nombre. Después apareció Néstor Rosales con dos socios, administró el negocio de 2001 a 2003. Era vecino, conocía el lugar y a los Cao.

Se hicieron algunas remodelaciones, pero siempre respetando el original. Fue Rosales quien corrió las estanterías con los cajones para la mercadería suelta que dividían el almacén del bar y tiró abajo la pared que separaba las dos habitaciones que fueran vivienda de Pepe y Julio: en ese nuevo salón hizo muestras fotográficas. Pero la sociedad tuvo problemas internos y se alejaron del negocio.

De 2003 a 2004 trabajó el lugar Jorge Mehaudi, nacido en Mercedes, pero no le encontró la vuelta, estuvo más cerrado que abierto.

 Entre finales de 2004 y principios de 2005 se hizo cargo del bar Pablo Durán, que con experiencia en la cuestión –ya tenía la responsabilidad del funcionamiento de bares notables como el “Margot” en Boedo y “El Federal” en San Telmo– no tuvo problemas en enderezar el negocio. Pablo Durán tomó el Cao y fue quien derribó la pared que separaba el bar del espacio que habían ocupado las habitaciones de los dueños de casa que luego se habían transformado en la sala de exposición de Rosales. De esta manera “El Cao” adquirió la profundidad que hoy presenta.

 Fue y es este bar “Notable” y sitio emblemático de Buenos Aires, permaneció de pie a pesar de las modernidades y la piqueta que todo lo destruye sin buscarle una nueva utilidad que preserve su historia. Forma parte de la identidad del barrio y de un Buenos Aires que se nos escurre como agua entre los dedos de las manos.



Miguel Eugenio Germino





Fuentes:



- http://primerapagina93.blogspot.com.ar/search?q=el+bar+de+cao


- http://serdebuenosayres.blogspot.com.ar/2012/06/bar-de-cao-vera-y-emotiva-historia-de.html


- http://turismoenba.wordpress.com/tag/bar/    













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