EL ANTIGUO ALMACEN Y DESPACHO DE BEBIDAS DE LOS
HERMANOS CAO
AL BAR AMPLIADO CON LA SUSTITUCIÓN DE LAS HABITACIONES |
Este antiguo bar de
San Cristóbal, en su límite con Balvanera, tiene una rica historia que nace con los hermanos Cao y
se comenzó a escribir en el año 1915, cuando éstos abrieron un despacho de
bebidas alcohólicas y comidas en la avenida Independencia
2400, esquina Matheu.
Desde principios
del siglo XX y aún antes existían en Buenos Aires esta categoría de comercios,
hoy caídos en desuso, el “almacén-bar”; eran
sitios generalmente ubicados en esquinas que funcionaban como despacho de
comestibles y se comunicaban por una pequeña puerta con el
“despacho de bebidas”.
En muchos
barrios, sobre todo en aquellos donde los espacios verdes no abundaban, estos
lugares servían de espacios públicos de sociabilidad, encuentros, novedades y
celebraciones. El barrio de San Cristóbal luce con orgullo una auténtica joya
patrimonial que supo llamarse “Despacho
de comestibles al por menor. Venta de bebidas en general y despacho
de bebidas alcohólicas. Cao Hermanos”. Hoy, Bar
de Cao.
Los hermanos Cao eran seis,
José, Vicente, Ramón, Julio, Jesús y Balbino, procedentes de su natal paisaje
vecino al río Eo, en el pueblo de San Tirso de Abres, Asturias (España), entre montañas y valles
hasta desembocar en el mar Cantábrico.
VISTA DE LOS ANTIGUOS EXIBIDORES |
Fueron llegando a estas
tierras como lo hicieron otros miles y miles de
españoles dispuestos a “hacer la
América”. Ramón,
el mayor de los Cao, llegó a Buenos Aires cerca de 1920, venía a abrir el
camino para sus otros hermanos. Cinco años después arribó Julio y el azar los encontró, allá
por 1915 en el popular y casi campestre barrio de San Cristóbal, que será su nuevo sitio de asentamiento, a miles de kilómetros de su San
Tirso natal.
Allí existía un local de
almacén-despacho de bebidas, que había sido abierto en 1915 y cuando ellos se
hicieron cargo (alrededor de 1925), ya era un sitio de referencia en la zona.
Entonces aquel bodegón al que
llegaban muchos obreros en busca de un buen plato caliente aumentó su fama como
almacén y bar. Y José (Pepe para todos) y Vicente fueron los bastoneros de ese
espacio al que llamaron “La Armonía”.
Con ellos también estaban Ramón y Julio. Los otros dos hermanos seguían con la
tradición asturiana y repartían leche a domicilio en el barrio.
Algunos vecinos memoriosos narraron
que tanta era la confianza que la gente les tenía a los Cao, que hasta les facilitaban
las llaves de entrada a las casas en las que hacían el reparto, para comodidad
de ambas partes.
En estos pagos lejanos, “la París del Sur”, como algunos
líricamente llamaban entonces a Buenos Aires, ordeñaban vacas nativas; atrás quedaban aquellas vacas pardas, de origen celta,
que ellos se encargaban de ordeñar en su pueblo, también añoraban la sombra del Xunqueira, el monte más
alto de la región y las truchas, que cada verano y contra la corriente subían
desde el mar, y aquellas casas con techos de pizarra. Aquí, en San Cristóbal,
era otra cosa: los vecinos más memoriosos recuerdan la carnicería de Mingo, la
tintorería de Arturo y el tambo de Independencia y Pichincha, la señora de la zapatería y mercería, la
Turca; el doctor de niños, Puglisi; la casa de fotos, la peluquería de don
José, la lechería de Matheu y Estados Unidos, donde vendían helados y atendía
Manuela, la esposa del vasco y el particular ruido del zarandeo del tranvía 48 sobre los rieles
que mecanizaban la Av. Independencia.
EL CASAMIENTO DE PEPE Y ROGELIA |
Con los años, el lugar se convirtió en una importante proveeduría,
donde los vecinos no sólo buscaban los fiambres y quesos de calidad sino
también algunos otros importados, como las sardinas y el aceite de oliva
español como principales banderas, además de ese trato cordial con los
clientes, tanto en el almacén como el bar que le hacían honor a la definición
que Raúl Scalabrini Ortíz solía usar para estos lugares: los llamaba “fortines
de la amistad”.
La presencia femenina la aportaban Rogelia (esposa de Pepe) y
Segunda (esposa de Balbino), quien se había convertido en la jefa de la cocina.
Eran famosos sus platos de “caldo gallego”, una especie de sopa donde se unen
carnes y verduras, típico de Galicia, región vecina de Asturias. Más tarde, las hijas de
Pepe y Rogelia (Alicia, Irma y las mellizas Graciela y Mirta) fueron
las que regentearon el local y también se sumaron a la historia.
VICENTE Y PEPE EN EL AÑO 2000 |
A los comienzos no había división entre
los locales, luego por las reglamentaciones tuvieron que separar el almacén del
bar. La esquina tenía una planta alta donde vivía el dueño, el doctor (algunos
lo conocían como abogado) Torcuato Tracchia, que le alquilaba la planta baja a
los Cao. El edificio tenía una entrada por Independencia
y otra por Matheu. En la ochava se
abría la entrada al almacén, recostado sobre Matheu seguía el bar (para hacer
la separación se utilizó la pared de cajones, madera y vidrio al frente, que
guardaban la mercadería suelta; mueble-pared que luego sería colocado
como continuación de la barra, que es como se puede apreciar hoy). Seguidamente
del bar había dos habitaciones con ventanas sobre Matheu y cuyas entradas daban
a un patio; allí estaban el baño y la cocina, y sobre ellos, en
una especie de entrepiso, una habitación pequeña.
Por entonces la heladera funcionaba a hielo y existía la libreta individual en la que se anotaba a los clientes la cuenta
corriente mensual, que era un duplicado de un libro grande donde se repetía la
deuda, según cuentan los descendientes las libretitas
tenían la leyenda Cinzano y se las regalaban al cliente deudor. También existía como era habitual en
aquellos tiempos el reparto domiciliario en el
que se turnaban los hermanos y los hijos.
HIJAS DE LOS HERMANOS CAO |
Las comodidades de vivienda cambiaron cuando los hermanos Cao compraron
en 1959 las dos plantas de la esquina. Pepe, Rogelia y las cuatro nenas se
mudaron a la planta alta junto a Julio y Carmen. Vicente y Jesús ocuparon la
habitación dejada por Julio, y la que había sido de Pepe pasó a ser depósito.
La tía Segunda cocinaba abajo el infaltable caldo gallego para todos los
varones, incluidos los lecheros. Los Cao siempre acostumbraban a almorzar y
cenar juntos. Rogelia lo hacía a veces en las habitaciones de arriba con las
hijas.
La comida española era tradición en la familia, y era también la misma que
servían a su clientela. Repetían, hasta donde podían, su vida en España.
Tampoco olvidaban los hermanos el
envió de dinero a la madre que había quedado en el pueblo, y hasta lograron que
financiara una casa nueva. No eran
propensos a endeudarse, nunca
le debieron nada a nadie y el barrio sabía que todo el que entraba a pedir
comida no salía con las manos vacías.
También preparaban para los trabajadores
unos sándwiches impresionantes, “porque pensaban que el que trabajaba debía comer bien, la
comida siempre fue importante”,
cuentan las hermanas y consignan un dato: “El
dinero para nuestro estudio salía del negocio. Éramos las hijas de todos”.
Pepe siguió al frente del negocio
un tiempo más: se sentaba en un banquito en la puerta que comunicaba el almacén
con el bar. Mirta entrega la primera fecha para un final: “Tenemos
la foto donde papá está cerrando por última vez la persiana del negocio, fue el
4 de octubre de 1999, o sea, seis meses después del fallecimiento de Vicente”. Luego del cierre Pepe y Rogelia hicieron
un viaje a España.
Al regreso, el matrimonio vivió en la planta alta, donde habían vivido
mucho tiempo junto a Vicente. En soledad, las hijas se habían casado, Pepe fue
perdiendo fuerzas, se fue apagando.
Pepe Cao falleció el 14
abril de 2002. A su muerte el lugar ya era “Bar notable de la ciudad de Buenos Aires”, estuvo entre los primeros quince nombramientos.
Luego de la muerte de Pepe el boliche estuvo un tiempo cerrado, tras 70 años de funcionamiento
bajo aquel nombre. Después apareció Néstor Rosales con dos socios, administró
el negocio de 2001 a 2003. Era vecino, conocía el lugar y a los Cao.
Se hicieron algunas
remodelaciones, pero siempre respetando el original. Fue Rosales quien corrió
las estanterías con los cajones para la mercadería suelta que dividían el
almacén del bar y tiró abajo la pared que separaba las dos habitaciones que
fueran vivienda de Pepe y Julio: en ese nuevo salón hizo muestras fotográficas.
Pero la sociedad tuvo problemas internos y se alejaron del negocio.
De 2003 a 2004 trabajó el lugar Jorge Mehaudi, nacido en Mercedes, pero
no le encontró la vuelta, estuvo más cerrado que abierto.
Entre finales de 2004 y
principios de 2005 se hizo cargo del bar Pablo Durán, que con experiencia en la
cuestión –ya tenía la responsabilidad del
funcionamiento de bares notables como el “Margot” en Boedo y “El Federal” en
San Telmo– no tuvo problemas en enderezar el
negocio. Pablo Durán tomó el Cao y fue quien derribó la pared que separaba el
bar del espacio que habían ocupado las habitaciones de los dueños de casa que
luego se habían transformado en la sala de exposición de Rosales. De esta manera “El Cao”
adquirió la profundidad que hoy presenta.
Fue y es este bar “Notable” y sitio
emblemático de Buenos Aires,
permaneció de pie a pesar de las modernidades y
la piqueta que todo lo destruye sin buscarle una nueva utilidad que preserve su
historia. Forma parte de la identidad del
barrio y de un Buenos
Aires que se nos escurre como agua entre los dedos de las manos.
Miguel Eugenio
Germino
Fuentes:
- http://primerapagina93.blogspot.com.ar/search?q=el+bar+de+cao
- http://serdebuenosayres.blogspot.com.ar/2012/06/bar-de-cao-vera-y-emotiva-historia-de.html
- http://turismoenba.wordpress.com/tag/bar/
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