Dos cuentos cortos de Liliana
Heker
Mujer con gato
El
hombre que está asomado a la ventana envidia a la mujer que, en el jardín de la
planta baja, canturrea ante la mirada atenta del gato. Qué feliz es, piensa el
hombre. Ignora que la mujer no es feliz: con excepción del gato, acaba de
perder todo lo que amaba, y sospecha (alguna vez lo ha leído) que los gatos se
apartan de la desdicha. Moriría si el gato también la abandonara. Por eso, ante
la persistencia de la mirada de él, no para de cantar y se ríe de cualquier
cosa. El hombre de la ventana le envidia la alegría porque no advierte el
simulacro. El gato sí lo advierte. Recela de esta actitud incongruente de la
mujer, ¿por qué no se largará a llorar de una buena vez como desea? La observa
un momento más, a la expectativa: ha vivido momentos muy lindos con ella. La
mujer, consciente de la mirada del gato, hace una divertida pirueta de baile.
Sin duda le ocurrió algo extraordinario, piensa el hombre de la ventana. No hay
nada que hacer, concluye el gato, ya no es confiable. Alarga infinitamente su
cuerpo gozoso, se da vuelta y, sin volver la vista atrás, salta la medianera y
se va para siempre.
Buenos
Aires, Editorial Alfaguara, 2016
Los juegos
A veces
me da una risa. Porque ellos no se pueden imaginar las cosas y entonces tratan
de explicar todo: se ve que no pueden vivir sin explicar. Cada tanto yo pienso
que les tendría que contar la verdad, ya estoy lista, parece que voy a empezar,
pero entonces ellos dicen: ¿Por qué no jugás con la muñeca?, ¿es que ya no te
gusta más? Y a mí claro que me gusta. Y cómo jugamos, si ellos supieran. Ayer
nos perdimos en el bosque, uno que está cerca de la casa en que a veces se nos
da por vivir; yo tenía unas trenzas largas y negras, iba descalza porque se me
habían perdido los zapatos y estaba muerta de miedo. Pero en secreto sabía que
después íbamos a encontrar una casita con labradores y con chicos llenos de
aventuras y con panes calientes y olorosos. Y quería tener más miedo así
después me sentía más aliviada.
Pero no
pude llorar en los brazos de la mujer ni reírme con los hijos, ni llenarme la
boca con pan dorado porque vino mamá y me dijo: ¿Por qué estás siempre sin
hacer nada? Entonces yo saqué la muñeca de la caja y me puse a darle la
mamadera. Y mamá me dijo: ¿Viste cómo te podés entretener si querés?
A la
tarde me llevó a la casa de Silvia para que juegue con ella y no esté tan sola.
A Silvia le gusta jugar a las visitas: dice las cosas que dicen las mamás
cuando van de visita; las señoras grandes la miran, se ríen y dicen qué pícara.
A Silvia le gustaría ser grande para decir todas esas cosas en serio y me dijo
que yo era una tonta porque nunca me había pintado los labios y que mi vestido
era viejo y feo y que su papá le va a comprar una bicicleta porque es más rico
que el mío. Y a mí me subió una cosa grande y rara que se me quedó en la
garganta y empecé a llorar fuerte como cuando me aprieto un dedo en la puerta.
Entonces mamá me llevó a casa y me dijo que yo era una llorona y que no sabía
jugar como las demás nenas y que tengo que contestarle a Silvia cuando me hace
rabiar porque si no todos se van a reír de mí. Y yo me
puse a llorar más fuerte y ya no pude parar.
Pero a
la noche cuando estaba en la cama le contesté a Silvia: le dije todas las cosas
que se me habían apretado en la garganta y que por eso no le pude decir antes.
Me hubieran oído entonces. Le dije que si no me pintaba los labios no era
porque le tuviera miedo a nadie, era porque no me gustaba porque es pegajoso y
tiene feo olor. Y que yo tenía vestidos mil veces más lindos que ése y que me
los ponía todos juntos si quería porque yo podía hacer lo que me da la gana y
nadie me iba a decir nada pero que a mí qué me importaba ponérmelos: total,
para ir a su casa. Y que a mí me van a comprar un caballo que corra más rápido
que un tren cuando cumpla siete años. Entonces ella me quiso decir algo pero yo
no la dejé y le dije que además la tonta era ella que todavía leía nada más que
cuentos de hadas mientras que yo ya leí un montón de libros largos y de muchas
páginas. Ella se moría de rabia pero yo le dije que era una estúpida porque
decía que los chicos son unos brutos que no saben jugar y eso era mentira
porque juegan mucho mejor que nosotras y si a ella no le gustaba era porque era
de manteca. Silvia quiso tirarme del pelo pero entonces yo la agarré y le pegué
tan fuerte que se tuvo que escapar corriendo. Y se puso a llorar. Lloraba tan
fuerte que al final vinieron todas las señoras grandes a ver. Todas. Y se
enteraron de que yo le había pegado a Silvia porque había sido mala conmigo. Y
mamá me dijo: No hay que pegar a las nenas, es muy feo. Y Silvia seguía llora
que te llora.
Y todo
pasó tan en serio que cuando terminó yo estaba llorando en la cama. Pero no
lloraba porque estaba triste. Lloraba como si yo fuera Silvia y me diese mucha
rabia que una chica a la que creía tonta me hubiera hecho pasar tanta vergüenza
delante de todo el mundo.
http://cuentosmagicosblog.blogspot.com/2012/06/los-juegos-liliana-heker.html
Quiero verla en el
show,
es como un gato siamés,
su cola arde en el risco
y espero que alguna vez
al ver sus ojos me dé
alguna noche de hotel.
En mi boca no hay control,
me voy cayendo a sus pies,
las piernas son un abismo,
al menos no moriré.
Si todo me sale bien
lo haré de nuevo, otra vez.
En mi boca no hay control,
me voy cayendo a sus pies,
las piernas son un abrigo,
al menos no moriré.
Si todo me sale bien
lo haré de nuevo, otra vez.
Quiero verla en el show,
es como un gato siamés,
su cola arde en el risco
y espero que alguna vez
al ver sus ojos me dé
alguna noche de hotel.
es como un gato siamés,
su cola arde en el risco
y espero que alguna vez
al ver sus ojos me dé
alguna noche de hotel.
En mi boca no hay control,
me voy cayendo a sus pies,
las piernas son un abismo,
al menos no moriré.
Si todo me sale bien
lo haré de nuevo, otra vez.
En mi boca no hay control,
me voy cayendo a sus pies,
las piernas son un abrigo,
al menos no moriré.
Si todo me sale bien
lo haré de nuevo, otra vez.
Quiero verla en el show,
es como un gato siamés,
su cola arde en el risco
y espero que alguna vez
al ver sus ojos me dé
alguna noche de hotel.
Juan Sebastián Gutiérrez (“Juanse”)
Éxito de “Los Ratones Paranoicos”
No hay comentarios:
Publicar un comentario