No sólo de discusiones sobre los distintos modelos económicos vivimos en Latinoamérica. Gracias al modelo instituido en El Salvador por el presidente Bukele, los distintos mandatarios establecieron un debate continental sobre las formas más eficaces para combatir la inseguridad que azota a nuestros pueblos.
Los
salvadoreños sufrieron en las últimas décadas distintos tipos de violencia. La
extensa guerra civil entre el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional
y los distintos gobiernos de derecha, fue seguida por el establecimiento de
distintas bandas juveniles de delincuentes comunes, más conocidos como “Maras”, que dominaron
y condicionaron la vida de El Salvador durante
varios años.
Pero
la llegada de Nayib Bukele dio vuelta la ecuación. Su modelo represivo,
basado primero en la negociación con las Maras y
luego con el encarcelamiento de la mayoría de sus dirigentes, modificó el
escenario por completo y terminó con la impunidad de estas bandas. El éxito
subió la popularidad de Bukele a niveles nunca vistos,
no solo en El Salvador sino también en toda América latina.
El
tema de la seguridad siempre fue un déficit de los gobiernos populares, que
nunca terminaron de encontrarle la vuelta para establecer un sistema de
seguridad democrático. Pese a esto, algunos
mandatarios no se esconden a la hora de dar el debate. Gustavo Petro,
presidente de Colombia, salió a la cancha para poner su modelo aplicado en
Bogotá como ejemplo de que en algunas ciudades se pueden encarar políticas de
seguridad que no estén solo basadas en la represión.
En la
Argentina, la ciudad santafesina de Rosario es puesta como ejemplo del caos que
se apodera de una población cuando no se aplican políticas coordinadas. Esto es
un caldo de cultivo para que los políticos que buscan visibilidad, propongan
modelos represivos basados en la mano dura.
Los
estados populares latinoamericanos, en vez de esquivar el tema de la
inseguridad, deben proponer políticas
integrales, que abarquen todas las dimensiones de la vida social. Un sistema
megacarcelario como el que se aplica en El
Salvador, solo multiplicará las escuelas de delincuencia y a la larga hará que
la inseguridad siga siempre presente en la agenda de los medios de
comunicación.
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