Balvanera tiene su historia y también su pre-historia, desde
antiquísimos tiempos, hacia el año 1778, cuando el español Antonio González Uria, oriundo de
Ponferrada, Valle del Vienzo, Reino de León, se radicó en la entonces pequeña aldea.
Pronto decidió
trasladarse “al campo” (lo que era Balvanera entonces), para fundar una quinta
con pulpería, donde hoy hacen esquina Rivadavia y Azcuénaga.
Lo hizo junto a su sobrino Antonio
González Varela,
también inmigrante del mismo origen, quien heredará aquella propiedad una vez
muerto su tío. A González Varela lo apodaron “El Miserere”
(por su bonhomía). Aquella quinta le dará el nombre al barrio, pasando por los
antiguos Corrales, llamados también de Miserere, y más tarde la parroquia.
La Confitería “La Perla del
Once” (La Perla Vieja) también tiene su pre-historia,
originalmente estaba en la ochava actual de Rivadavia, cuando Jujuy
era angosta, y el local era mucho más amplio que el actual.
Fue desde los comienzos un refugio de estudiantes, políticos, poetas, artistas y personajes de la noche porteña,
que poblaban sus mesas abarrotadas de libros, papeles y apuntes, pero
escasamente provistas de elementos consumibles.
En su sótano se juntaban los aficionados a las carambolas en sus trasnochadas
partidas de billar, y en sus primeros tiempos llegó a funcionar una de las
típicas “Orquesta de Señoritas” que animaban las noches porteñas en las
primeras décadas del siglo XX.
TANGUITO |
La barra y el estaño se distribuía en forma curva ocupando por completo
la ochava de la esquina, donde se expedía al llamado “pie de la vaca”, el café, bebidas y
los riquísimos merengues de crema chantilly –una especialidad de la casa–, pasando por las deliciosas medialunas y otras exquisiteces de su afamada repostería.
Juan Podestá, un italiano
que llegó al país en 1905, alquilará en la esquina SO de Rivadavia y Jujuy un
amplio local propiedad de Aquilino Colombo (también propietario de los edificios
del pasaje del mismo nombre, y de otros edificios del barrio). Allí instalará en
1915, en sociedad con Antonio Daneri, una rotisería en la ochava, un
restaurante sobre Jujuy y un bar sobre Rivadavia.
No logrará Podestá que Colombo le venda la propiedad del negocio, que
resultó ser un éxito, por lo que termina comprando el local de enfrente, o sea
la esquina SE, en una cifra récord para aquella época, un millón de nacionales,
lo que serán los inicios de la Confitería La
Perla. En la esquina que dejó continuará funcionando hasta la fecha una
pizzería que mantendrá el nombre de “Podestá”.
Corría la década del ’20, y Podestá no explotará en forma directa el nuevo
negocio, sino que rotará las concesiones. Hacia 1950 fueron de la partida un tal Veridiano y Juan del Olmo, y en 1970 un
empresario colombiano de apellido Matos, entre
otros.
En el ambiente comenzó a conocérsela como “La Perla Vieja”, para diferenciarla de la Confitería “La Perla
Nueva”, que se inauguró en la
década del ’40 en el edificio perteneciente a la zapatería Grimoldi, en la
calle Rivadavia al 2800, contigua a la sucursal del Banco Nación. En aquel
local funciona en la actualidad una sucursal de una cadena de supermercados.
En este último lugar se daban cita
sectores de la sociedad de posición holgada, en contraste con la clientela de
la Perla Vieja, de condición más humilde, aunque con cabezas llenas de ideas,
algunas locas, pero otras que marcaron un momento en las letras, la música y la
política del momento.
Macedonio Fernández, uno de
ellos, que vivía en la casa paterna de Bartolomé Mitre 2120 (hoy convertida en playa de estacionamiento), regenteaba una de las mesas a la que se acoplaban Raúl Scalabrini Ortíz,
Francisco Luis Bernárdez, Leopoldo Marechal, Santiago Dabove y Jorge Luis Borges, todos ellos asiduos concurrentes a este
templo del Once.
También lo hizo Fernando Vidal
Olmos, durante su investigación sobre la ceguera producida al tipógrafo
Celestino Iglesias, quien se alojaba en la pensión de la calle Paso 57, y que
inspirara a Ernesto Sábato a
escribir el “Informe sobre ciegos” de la
novela “Sobre héroes y tumbas”.
Es de destacar que la zona elegida por Sábato es frecuentada por
numerosos no videntes que asistían a la Editora
Nacional Braille de Hipólito Yrigoyen 2850, y de
la Biblioteca Parlante
del 2828 de la misma arteria.
En el año 1955, tras el golpe militar que derrocó al gobierno
peronista y la demolición a cañonazos del búnker de la Alianza Libertadora
Nacionalista, de la calle Corrientes casi esquina San Martín, la Perla Vieja
fue escenario de una pelea entre dos fracciones de esta
agrupación protagonizada por dos de sus líderes:
Juan Queraltó y Patricio Kelly.
También llegó a circular por el lugar el ex presidente Arturo Frondizi,
con su prédica que luego renegará una vez
llegado al gobierno.
En los años ’60, fue también La Perla Vieja un reducto del naciente rock nacional, al que concurrían los
“delirantes” que venían de “La Cueva”, el emblemático boliche de Pueyrredón al
1700, para calmar por pocos pesos su apetito trasnochado, aprovechando que este local funcionaba toda la noche.
Ya en la década del ’60, la confitería bajo la dirección del
empresario argentino Rodríguez Barredo, será también un rincón apropiado donde bohemios
como José Alberto Iglesias (Tanguito), que también se hacía llamar Ramsés,
intentaba componer algún tema que lo
identificara, improvisaba música en el baño para evitar problemas con la gente
y con los encargados de la misma.
Una de aquellas noches Tanguito comenzó con algo nuevo, sentado sobre
un lavabo:
“Estoy muy solo y triste acá
en este mundo
abandonado.
Tengo una idea: es la de irme
al lugar que yo más quiera…”
Litto Nebbia, que estaba junto a él, continuó con la
letra y la música y ambos firmaron el tema. Había nacido la primera canción del
Rock Nacional: “La balsa”, una especie de himno para los rockeros que hoy peinan
canas o acarician su calvicie.
“Tengo que conseguir mucha madera,
tengo que conseguir de donde pueda.
Y cuando la balsa esté lista
partiré
hacia la locura.
Con mi balsa yo me iré a naufragar”.
Tanguito logró su objetivo: tras rechazar las duras normas del
establishment, partió en su “balsa” intentando escapar del ambiente circundante
que lo atormentaba. Su balsa naufragó en la droga y la locura. Sufrió
persecuciones, censura y represión, detenido en varias oportunidades y
finalmente internado en el Hospital Borda, tras una fuga su convulsionada vida
acabó en un accidente en el año 1972.
Marcelo Piñeiro dirigirá el
film “Tango feroz” en el año 1993,
inspirado en su vida.
El rock nativo vino a ocupar un lugar en las predilecciones de la
juventud, se trata de una poesía inspirada en las vivencias que nos identifican
y pasó a ser una forma de protesta y compromiso con la vida cotidiana.
Finalmente la vieja confitería fue
mutilada por la ampliación de la calle Jujuy y ya en el año 2017 anuncia su
cierre para convertirse en una sucursal de una cadena de pizzerías, arrasando
con los recuerdos y a pesar de haber sido declarada en 1994 “Sitio de interés cultural”,
mientras que en el 2006 la Legislatura porteña la destacó por ser la cuna del
rock argentino.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
Agradezco la colaboración de los vecinos: Manuel Gómez,
Antonio Petrocelli y Miguel Ángel Daneri Raffo.
-Horvath, Ricardo, Los Rockeros. La vida de los pueblos, CEAL, 1981.
-Piñero, Alberto G. y Trueba, Carlos, Balvanera y el Once, Fundación Banco Boston,
1996.
-Romay, Héctor, Historia del Rock Nacional, Bureau Editor, 2001.
-
https://buenosairesconnect.com/la-perla-bar-restaurante-once-balvanera/
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