Teatros independientes del
barrio
Ante la crisis económica que es de público conocimiento, el Teatro
Independiente ofrece una férrea resistencia. Siempre entre dictaduras o
democracias neo-liberales, ya sea con Teatro Abierto, Teatro por la Identidad o simplemente Teatro a partir de las obras que se ofrecen en salas pequeñas de 35
a 50 butacas, siempre habrá artistas que nos
hacen repensar y recordar parte de la historia pasada y presente. Esto se puede
observar fundamentalmente en Almagro y Balvanera. Aquí tenemos el ya recuperado
Centro Cultural Fray Mocho, en Aráoz 1047, gracias a la tenacidad de Ernesto “Pocho”
Michel. A principios de la temporada entrante –entre
febrero y marzo– se
inaugurará el emblema del teatro independiente: el Teatro del Pueblo, al 3200 de Lavalle. La Tertulia Teatro en Gallo 826, de Alejo Beccar (Carlos E. Senestrari)
cuya decisión de abrir un teatro fue en medio de la crisis del 2001. Fue
elegido un lugar que había sido fábrica de carteras y mochilas, luego de
invertir dinero propio tuvo su espacio. El actor, docente, dramaturgo y
director no sólo ofrece obras de su autoría y da clases, si no que brinda la
sala a sus colegas para que puedan poner sus obras. Otro teatro que tiene una
historia parecida es Paraje Artesón Sala
Cultural, en Palestina 919 que funciona desde el 2009 a cargo de Sandro
Mlynkieicz; es una sala destinada a todos, un
multiespacio cultural dinámico que cuenta con instalaciones aptas para el
desarrollo de distintas actividades artístico-culturales.
Su perfil particular de programación anual, vanguardista, masiva y popular, la constituye como lugar de referencia de Almagro y su objetivo es impulsar la interacción de las diversas
expresiones de creación que hagan revalorizar el
histórico barrio. Y así podríamos enumerar muchas salas más que hacen de
Almagro y Balvanera el epicentro de una actividad teatral amplia, productiva e
interesante.
“Pueblerinos (como una gran familia)”
de Eugenio Romero y
dirección de Federico Romero
La acción: un
velorio en una casa cualquiera de un pueblo pequeño. Se reencuentran dos
hermanos, Mariano y Marcela. El primero fue el
que frustró su vida por acompañar a su madre hasta sus últimos días y la
segunda tuvo una vida fuera del lugar pero también frustrante. Están preparando
todo para recibir a los vecinos que vendrán a dar sus pésames. Llega Doña
Caterina y, siendo probablemente la más anciana, es la que conoce todo lo que pasó, y pasa. Pequeñas
intrigas, chismes, habladurías, etc. recorren los diálogos.
El elenco: Eugenio Romero: Mariano, de destacada
presencia escénica encuadra su personaje con sutileza no exenta de gracia. Gabita Ceñal: Marcela,
la hermana cuya vida es una permanente frustración que va en crecimiento de
acuerdo a los sucesos que acontecen. Una lograda composición. Susie Kelly: Caterina, la vecina
anciana que provocará –con una casi inocente e
imparcial postura lo que sabe por dichos ajenos y no porque se mete en la vida
de los demás– un disturbio de conflictos e
intereses. Un desempeño muy simpático y que desarrolla con histrionismo. Gabriela Migliorisi: Cristina, la
abogada tiene poca intervención pero efectiva al igual que Adrián Cravasoff: Ricardo (actuación
especial) quien logra un momento emotivo dentro de la obra.
La dramaturgia:
de Eugenio Romero es simple,
sencilla, muy descriptiva de la vida pueblerina del principio al final. El
público tendrá muchos momentos o motivos para reírse. Quienes hemos vivido en
algún pueblo o barrio y porqué no en un edificio, sabemos muy bien de que se
tratan estas cuestiones.
La dirección: Federico Romero dispone todo en un
pequeño escenario con los elementos justos y necesarios. Estará el retrato de
la finada en una repisa, unas sillas, una mesa dispuesta para recibir a los
vecinos, el café, las masitas y no faltará el mate. Dirige con mano gentil a
este elenco que se entrega a la acción y a sus roles.
Entrañable y
encantadora pieza teatral en la que se mezclan ternura, melancolía y una
identidad de pertenencia.
En: La
Tertulia Teatro, Gallo 826, tel.: 4865-0303. Domingos
20.30 hs.
“El pozo”
de y por Juan Mainer
“No todo lo que se
oculta desaparece”
La acción:
trascurre en la sala-comedor de una casa de campo. Dos hijos, un padre y
conflictos que no terminan de provocar rencillas. El pasado es un peso y el
duelo por la muerte de la madre/esposa es interminable y difícil de resolver.
El elenco:
Gabriel: Facundo Juárez Di Giacomo,
es el hijo menor que extraña la presencia de su madre y está empeñado en
recordarla en cada instante restaurando sirenas de una pecera o en sus constantes
visitas al estanque en donde florecen los lotos. El padre: Rubén
Parisi, muy preocupado por sus cultivos
frutales y hortalizas pero sobre todo por los
naranjos que el hijo mayor quiere medir para hacer una acequia. Arturo: Santiago
Cirio, el hijo mayor que crea incertidumbre
por el romance que tiene con una joven del pueblo.
Norberto: Miguel Trotta, un
hacendado con dinero a quien todos le deben
favores. Andrea: Natalia Pascale, la novia que sabe más de lo que se debe decir en
un pueblo chico y preocupada por la desaparición de personas allegadas. Estos
artistas desarrollan sus roles muy bien cada uno en su composición, es un
conjunto profesional lucido en cada secuencia de la obra.
La dramaturgia y la
dirección: Juan Mainer nos
traslada a la vida cotidiana de un pueblo sumergido en mentiras, complicidades
y ocultamientos. La trama tiene que ver con el poder y sus consecuencias. Nos
quedará la intriga. Muy buena utilización del espacio escénico que se adapta a
las entradas y salidas de los actores acompañado de un perfecto diseño de luces
de Víctor
Olivera.
El vestuario de Ana Julia
Figueroa es impecable, sencillo pero muy adecuado. Igualmente la
escenografía cuya responsable es Ayelén Betti.
Todos en conjunción con la mirada del director.
Una obra que nos
relata porqué la vida en un pueblo puede llegar a ser un infierno.
En: Pasaje
Artesón Sala Cultural, Palestina 919, tel. 15 3288-1008. Sábados 22.30 hs.
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