América Central sube al centro del escenario mundial
Las
distintas explosiones que venimos viviendo en América del Sur, se trasladaron
hacia el Norte y llegaron a las Antillas. Cuba y Haití sacudieron el tablero
del panorama mundial, y se colaron por unos días en el centro de las miradas.
Con problemas de distinta índole, ambos países atraviesan crisis y dificultades que vienen de arrastre y que fueron
agravadas por la pandemia.
Cuba
es por excelencia, el país que está siempre en el centro de toda grieta y
discusión política. Una revolución exitosa que
sobrevivió al bloqueo norteamericano y a la muerte de su líder principal, pero que no tiene forma de revertir el creciente
deterioro económico provocado por un bloqueo que no cede y una pandemia que no
perdonó a nadie. Si a todo le sumamos el lobby permanente del exilio cubano y
la intención irrenunciable de la CIA norteamericana por derribar a los
herederos de Fidel, tenemos una mezcla muy difícil de pilotear aún para los
avezados conductores cubanos.
A
pocos kilómetros de Cuba, se encuentra Haití, el primer enclave independiente
de América latina. Esta iniciativa inicial jamás fue perdonada, por lo que este
país caribeño fue siempre sojuzgado, como si la pobreza permanente fuera una
marca de nacimiento. La Naturaleza también hizo su parte, y distintos
movimientos sísmicos ayudaron a que Haití nunca levantara cabeza. Con distintas
fuerzas de ocupación extranjeras emplazadas desde hace ya varios años, los diferentes gobiernos no pudieron evitar la violencia
permanente, que acaba de llegar a su cenit con el asesinato de su primer
mandatario Joveniel Moise.
Ambos
sucesos tienen en común la intervención extranjera. La diferencia es que en
Cuba se hace en forma subrepticia, mientras que en Haití las manos ajenas ni
siquiera disimularon su pertenencia. Ambos países enfrentan un futuro incierto,
pero lo enfrentarán con distintas armas. Mientras el régimen cubano tiene un
pueblo organizado, Haití sigue manoteando una solución que siempre se les escapa
y que lo sigue sumergiendo en un abismo que parece no tener fondo.
Pablo Salcito
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