miércoles, 2 de junio de 2010

HOSPITAL DURAND


EL HOSPITAL DURAND

Si bien el Hospital Durand se halla fuera de los límites de Almagro, el grueso de sus vecinos, que no cuenta con Medicina Prepaga u Obra Social se ve obligado a atenderse en él, o debe acudir para una atención primaria al CESAC Nº 38 de Medrano 350, que sí se encuentra en el barrio, y que además depende del mencionado hospital.


El Durand es uno de los doce establecimientos Generales de Agudos de la Ciudad y conforma, junto con el Hospital Municipal de Oncología, el Hospital Naval, el Hospital Italiano y el Sanatorio IMOS, el núcleo de establecimientos de salud enclavados en el mismo centro geográfico de la Capital, con influencia en los barrios de Caballito, Villa Crespo, Almagro, Chacarita, Parque Chacabuco y parte de Boedo.

Es ésta un área geográfica de características homogéneas, muy poblada, mayormente por profesionales, comerciantes y trabajadores con cierta especialización; comprende a más de 350 mil habitantes.
El Hospital se encuentra en la Avenida Díaz Vélez 5044 y cuenta en la actualidad con una dotación de personal que supera los 1600, entre profesionales y técnicos, administrativos y de mantenimiento, y 358 médicos residentes.

Abarca la totalidad de las urgencias, especialidades, internación, clínica quirúrgica, alta complejidad, unidad coronaria y terapia intensiva; tiene en total 338 camas y recibe medio millón de consultas anuales.
Está asociado a la Universidad de Buenos Aires a través de unidades docentes hospitalarias de la Facultad de Medicina.

Además, funciona en el lugar el Banco Nacional de Datos Genéticos de Desaparecidos durante la pasada dictadura, creado por Ley 23.511 del año 1987.


Un poco de historia


Nos ubicamos hacia fines del siglo XIX en un desvío de la Avenida Rivadavia, en el sector que era llamado Camino a San José de Flores. Ese fue uno de los tantos nombres con que se conoció históricamente a dicha avenida, entonces la única vía segura hacia el oeste. Aquel camino estaba bordeado por quintas con deslumbrante arboleda, parques artesanales y lujosas mansiones cercadas con verjas, que dejaban ver graciosas estatuillas de corte grecorromano.


Hacia la izquierda, y buscando el llamado Camino de Gauna (hoy Díaz Vélez), entre alfalfares, fragantes huertos de perales, higueras, durazneros, membrillos, frutillas y melones, se llegaba a otra serie de quintas, entre ellas la de los herederos de Plácido Pificiro o Piñero, quienes destinaron parte de la propiedad a crear el Parque del Oeste (hoy Parque Centenario).


En la esquina de las actuales Campichuelo y Díaz Vélez comenzaba la Quinta de Cullen, vecina estaba la Quinta de Saturnino Espeleta o Ezpeleta, que comprendía y excedía a la manzana delimitada por el Camino de Gauna, Mocoretá (hoy Ambrosetti), Morón (después Méndez de Andes y actual Arturo Jauretche) y Guayquiraró (hoy Eleodoro Lobos), en la que justamente se emplazaría el futuro Hospital Durand.


Al fallecer el Dr. Carlos Gustavo Durand, el albacea testamentario don Gabriel Tapia informó a la Municipalidad de Buenos Aires del contenido del legado: destinaba una parte de su considerable fortuna a la construcción de un hospital de hombres.
A fin de cumplir con el testamento se designó al Dr. José Penna para la búsqueda de un terreno apropiado, que resultó ser esta quinta de Ezpeleta, por lo que se procedió a su rápida adquisición.

Se llamó entonces a licitación de precios para la construcción del hospital, que debía contar con 220 camas, para lo que existía un presupuesto de 700 mil pesos.
La obra se adjudicó al prestigioso ingeniero Alfredo R. Buschiazzo, de vasta actuación en el país. El 20 de junio de 1909 se coloca la piedra fundamental, durante cuyo acto se distribuyó entre los asistentes una medalla recordatoria, con la esfinge del doctor Durand. Los trabajos de construcción demandaron 25 meses.

Finalmente, el 18 de marzo de 1912 le fueron entregadas formalmente las llaves del edificio a la Intendencia Municipal, entonces a cargo de Joaquín S. de Anchorena. Como una premonición de que el hospital permanecería siempre abierto, en aquel mismo momento se extraviaron las llaves, que nunca fueron encontradas.
Si bien el edificio estaba terminado, para librarlo a la comunidad faltaba dotarlo de instalaciones de luz, moblaje y equipos, lo que demandó un monto adicional de 300 mil pesos. Así llegó el 28 de abril de 1913, día en que se inauguró.

Tiempo más tarde, este hospital de hombres amplió la atención sanitaria también a mujeres.
Estructura edilicia inicial Al momento de la inauguración, con su primer director el Dr. Pascual Palma, el establecimiento ya contaba con todos los servicios básicos acordes a la época.

Para los quirófanos, instalados en el centro del predio y comunicados con las distintas salas de internación, se tomaron como modelo los del Hospital Imperial de Hamburgo.
Poseía un gran hall central, del que se accedía a los distintos pabellones y pisos superiores, así como galerías subterráneas, pasajes y terrazas.

Se construyó también una capilla, infaltable en los hospitales de la época, además de una caballeriza para la ambulancia –entonces de tracción animal–. No le faltó tampoco un cuidado parque con árboles y plantas, algunas de cuyas especies se conservan hasta hoy.
Nuevas instalaciones de 1980 En el año 1973 se inician distintos trabajos de remodelación, sobre un proyecto de la Sociedad Central de Arquitectos, que se cristaliza hacia 1980.

Ganó el concurso el Estudio de Arquitectura Manteola, Petchersky, Sánchez Gómez, Santos, Solsona y Viñoly, dirigido por el arquitecto Arturo Gilly.
Se buscó entonces dejar el proyecto abierto a futuras ampliaciones; en esta oportunidad se agregaron 10.000 metros cuadrados; se sumaron los subsuelos a los tres bloques y se instalaron quirófanos de guardia, internación de guardia y medicina preventiva.

Los primeros pisos se destinaron a terapia intensiva y sala de partos, y los segundos pisos a salas de internación, a la vez se dejó la planta baja despejada para facilitar una mejor circulación. El tránsito vehicular pasó a tener una sola mano en el subsuelo, para atravesar el edificio transversalmente, de Eleodoro Lobos a Ambrosetti.

Carlos Gustavo Durand, una vida dramática y tormentosa

Nació en la ciudad de Salta el 21 de febrero de 1826 y falleció en Buenos Aires el 8 de agosto de 1904. Se graduó de médico en 1846, con especialización en obstetricia. Su tesis doctoral versó sobre el contagio del cólera.

Fue miembro de la Academia Nacional de Medicina. Actuó como primer médico policial, con funciones tales como examen psiquiátrico de presos, reconocimiento de cadáveres, autopsias e informes sobre heridos. Se desempeñó además como Cirujano Mayor del Ejército.
Prestigioso como médico fue al mismo tiempo polémico en su vida personal, que se destacó por lo multifacética, dramática, tormentosa y sombría.

Era dueño de una inmensa fortuna, fruto de la herencia recibida de un tío, así como también de su labor profesional, que legó en parte para la fundación del hospital.
En 1859 inicia su carrera política.

Fue elegido diputado provincial primero, y senador nacional después, en 1865, en representación de la Provincia de Buenos Aires, cargo que mantiene hasta 1870. En ese ámbito de actuación, terminó por convertirse en un importantísimo referente de consulta parlamentaria sobre higiene y salud pública.


A los 43 años, en septiembre de 1869, contrae matrimonio con una hermosa joven de 15 años, Amalia Pelliza Pueyrredón, nieta del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón.

La pareja se instaló en una enorme mansión ubicada en la calle Del Parque (actual Lavalle) esquina Suipacha, justo donde hoy se levanta el cine Select Lavalle.


A poco de su casamiento Amalia estuvo a punto de morir a causa de una gravísima viruela concluyente, que arrasó con su belleza y dejó terribles marcas en la tersura de su cutis juvenil.

A partir de aquel momento el doctor Durand cambió notoriamente su personalidad, se tornó hosco, taciturno y poco dispuesto a asumir los gastos de su hogar.
En la mansión se cerraron puertas y ventanas, se corrieron los cortinados, se impidió que la luz transpusiera los umbrales y se limitó al mínimo las visitas, salvo la de contados familiares.

Una disciplina típica de una prisión, tanto para Amalia como para la servidumbre, comenzó a regir la vida en la casa, que llegaba hasta el punto de racionarse la comida.
No obstante, y a raíz de una grave neumonía, el doctor Durand fue asistido solícitamente por su esposa y su hermana, bajo las indicaciones del médico Nicolás Repetto.

Durand logró superar la enfermedad, aunque ésta le dejó huellas físicas y psíquicas, que contribuyeron a agudizar aún más el régimen restrictivo imperante en la mansión.
Amalia soportó condiciones cada día más extremas, hasta que a los 47 años, por temor a perder la vida, decidió huir sin llevarse más que lo puesto y abandonó al entonces anciano médico de 75 años.

Posteriormente intentó iniciar un trámite de divorcio, pero los jueces más acordes con las costumbres de los tiempos y presionados por las relaciones políticas del doctor Durand, desestimaron sus razones.

Como resultado, Amalia quedó privada de todos sus derechos y bienes conyugales. Falleció a los pocos años, en la más absoluta pobreza.


Miguel Eugenio Germino


FUENTES
-Bucich, A. J. y otros, La amistad de algunos barrios, Cuadernos Bs. As., 1961. -Diario Clarín, 8 de agosto de 2003. -http//www.durand.org.ar/pagina_n.htm -http://images.google.com.ar/imgress?imgurl
-Zigiotto, Diego M., Las mil y una curiosidades de Buenos Aires, Norma, 2008.

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