EL
RAMAL DE LA BASURA DEL FERROCARRIL OESTE
EL PUENTE COLORADO POR EL QUE PASABA EL TREN |
La recolección domiciliaria de
residuos fue siempre un problema en la ciudad, especialmente a partir de su
crecimiento poblacional y al impulso de nuevas edificaciones hacia el último
cuarto del siglo XIX.
El primer ferrocarril de
Buenos Aires y del país fue el inaugurado el 29 de
agosto de 1857, fundado por un grupo de
empresarios porteños nucleados en la "Sociedad
del Camino de Hierro de Buenos Aires al Oeste”.
Inicialmente
comenzó a prestar servicio en un trayecto de 10 km que iba desde su estación cabecera:
"Del Parque" (ubicada en lo que hoy es el actual Teatro Colón) hasta la estación "La
Floresta", que en aquel entonces se encontraba en el pueblo de San José de
Flores (hoy parte de la Capital Federal). Pronto sus rieles se extenderían
hasta las zonas más productivas del interior de la provincia de Buenos Aires.
Este
ferrocarril comenzó como una empresa privada formada por inversores porteños y
extranjeros, poco después su administración pasó a manos del Estado de Buenos Aires, y se convirtió en un
ejemplo de eficiencia y buena administración.
El Ferrocarril
Oeste fue para los porteños una de sus mayores glorias, durante
los 27 años que perteneció al Estado de Buenos Aires, por toda la
riqueza que llevó a la ciudad, su eficiencia y sus tarifas más bajas que la de
los ferrocarriles administrados por firmas inglesas. La presión de los
capitales británicos y el endeudamiento del Estado argentino,
fueron determinantes para que lo vendieran en 1890 a la
empresa inglesa Buenos Aires Western Railway.
EL CAPRICHOSO TRAZADO DE LA CALLE ORURO |
Aquel emprendimiento del
primer ferrocarril –aunque precario en sus
comienzos ya que solo tenía cuatro vagones tirados por la histórica locomotora
“La Porteña”– produjo toda una revolución en las comunicaciones, que por
entonces además de escasas eran lentas.
El primer ferrocarril produjo asimismo
una trasformación en las calles de Buenos, ya que hubo que abrir una diagonal en “S” a la altura del
entonces Camino de las Tunas (actual
Callao) –que llevó
distintos nombres: Curva de los Hornos de
Bayo o de los Olivos, luego De los Jesuitas, Pasaje
Rauch y hoy es la peatonal Enrique
Santos Discépolo– para llegar a la actual avenida Corrientes, de allí alcanzaba tras otra pronunciada curva la calle Centroamérica, hoy Pueyrredón, para arribar a su
primera estación: Once de Septiembre, apenas un apeadero,
a la altura de las actuales calles Bartolomé Mitre entre Ecuador y Jean Jaurés. Desde allí franqueaba un
puentecito y se alejaba hacia el Oeste profundo, entonces escasamente habitado.
De este primer ferrocarril se desprendían ramales adicionales como el “Ramal al Riachuelo” habilitado el 26 de julio de 1865, que se desviaba
mediante una curva, por la actual calle Agüero,
desde donde accedía a la hoy calle Loria –antes Soria, y primeramente sin delimitación ni nombre–, pasaba
por dentro de la entonces Quinta de Zapiola (y la dividía en dos
parcelas), de allí tomaba por otro atajo, que dará origen a la actual calle Oruro
(otra de las curvas caprichosas debidas a esta línea ferroviaria). Luego
continuaba por Deán Funes y Zavaleta hasta Amancio Alcorta. Su función inicial era
la de trasladar materiales de construcción y carbón para la expansión y la
operación del propio Ferrocarril Oeste al cual pertenecía, y con
el tiempo se agregaron algunos servicios de pasajeros.
A partir de 1869 este trencito fue utilizado para
el transporte de la basura de la ciudad hasta la denominada “Quema”. Ésta se
depositaba en una estación de transferencia, ubicada entre la avenida
Rivadavia, Loria, H. Yrigoyen y Esparza y es cuando toma el nombre de Tren de la Basura. Allí los
denominados “basureros” descargaban los residuos –bien entrada la noche y hasta el amanecer– que habían recolectado en
grandes tachos para luego volcarlos a un carro tirado por dos caballos, una
tarea riesgosa, insalubre y mal paga, que hacia 1892 contaba con un plantel afectado
de 1.020 personas, 375 carros y 4.700 caballos.
El de la basura en la Ciudad no fue un problema nuevo. Las diferentes
soluciones que se han intentado a lo largo del tiempo, tampoco han variado
demasiado. Prueba de ello y de las huellas que han dejado en la memoria colectiva
y en la trama urbana, es este llamado “Tren de la basura”
para llegar a la Quema, vaciadero que perduró
hasta 1890. El curioso trazado de la calle Oruro se debe,
precisamente, al tendido de estas vías. En Chiclana y Deán Funes, epicentro de
una gran depresión natural del terreno, debió construirse un viaducto que, en
poco tiempo fue conocido como "Puente Colorado", seguramente por el
color con que se lo había pintado. Desde este punto, las vías tomaban Deán
Funes y su continuación, Zavaleta, hasta llegar a orillas del Riachuelo. Allí
se ubicó la estación del mismo nombre que, posteriormente, fue denominada
"Ingeniero Brian" y funcionó entre 1873 y 1951; se
encontraba ubicada a la vera del Riachuelo, frente a la actual calle
Iguazú, al costado del único meandro sin rectificar de ese curso, en el barrio porteño de Barracas.
El 14 de septiembre de 1895 la empresa propietaria informó de su
desactivación definitiva. Ese mismo día, el Ferrocarril del Oeste inauguraba otro ramal carguero
en su reemplazo. Se desprendía de su línea troncal en las inmediaciones de la
actual estación Villa Luro y llegaba al mismo punto terminal del anterior, a
orillas del Riachuelo. Hoy por allí corren –de sur a norte– la calle
Iriarte, la avenida Perito Moreno y la autopista de igual nombre.
EL PASADO EN LA RECOLECCIÓN DE LA
BASURA EN BUENOS AIRES
EL TREN LLEGANDO A "LA QUEMA" |
La creciente y
rápida urbanización de la ciudad de Buenos Aires durante el siglo XIX hizo que
los “huecos” (terrenos baldíos) donde se
arrojaba la basura primitivamente, quedasen ubicados en áreas céntricas, lo que
provocó la búsqueda de otros sitios y otros métodos de tratamiento.
Ante el incremento de la cantidad residuos
y el alto costo de su tratamiento, desde 1861 la Municipalidad empezó a
contratar con particulares para que trataran la basura, según la siguiente
metodología: los empresarios debían recolectar y
recuperar los elementos comercializables (muebles, huesos, trapos, papel) y
deshacerse de lo inservible a través de la quema, con un aparato de hierro muy
sencillo inventado por Domingo Cabello en 1859. Como se ve, nada nuevo bajo el
sol: reciclado e incineración como métodos de tratamiento.
Sin embargo, ante las quejas recurrentes
de los vecinos por la quema en las zonas céntricas, se buscó un lugar en los
suburbios de la Ciudad y se encontró uno en el suroeste, despoblado y apartado,
en tierras de muy bajo valor económico, inundables y lejanas al centro.
Estaba ubicaba entre el Camino de las
Cina-cinas (Av. Amancio Alcorta), el Paso de Burgos y el Puente Alsina; las
estribaciones de los Altos de la Convalecencia (inmediaciones
de la actual Vélez Sarsfield); el Riachuelo y la actual Av. Sáenz. Amplio
sector del actual barrio de Parque Patricios, donde se ubica el Club Huracán,
de allí el nombre de “Quemeros” que recibió este club.
Desde 1860 comenzó a funcionar ese predio
“de hecho” como sitio para la quema de residuos, hasta 1873 en que se inauguró formalmente. Desde ese año comenzó
a utilizarse el método inventado en 1872 por el administrador
general de Limpieza Pública, Ángel Borches,
consistente en la “quema al aire libre”. Allí, se colocaba la basura en
“parrillas de hierro, en donde se las quemaba a fuego lento”, sin otro
tratamiento final más que la incineración a cielo abierto.
Dado el incremento de la cantidad de
residuos, se
construyó el embarcadero de Esparza y Rivadavia, para depositar las basuras
hasta tanto fueran llevadas a la quema; dicho
lugar fue luego conocido como “el vaciadero”.
La basura quedaba estacionada durante
horas en los vagones hasta que el tren partía, lo que provocaba quejas de los
vecinos por los olores, la suciedad, la
dificultad para transitar por la zona y por la aparición de sujetos en busca de
materiales reutilizables, ya que el “cirujeo” no sólo aparece en la quema, sino también en el camino hacia ella. Con el cierre del tren en septiembre de
1895, los carros recolectores comenzaron a
extender sus recorridos para cubrir el tramo que antes hacía el tren, llegando
hasta aquel gran basural.
La basura era un bien preciado para
muchos, que se la disputaban. A la “quema” llegaban todos los desperdicios de la
Ciudad y allí se separaban trapos, vidrios, lana, papeles, maderas, estiércol,
restos de alimentos, que eran apartados antes de quemar
lo no reutilizable. Otros elementos, como los huesos y los animales muertos
eran usados en el sitio mismo de la quema. Se transportan en bolsas hasta unos
galpones donde se les sometía a la cocción por el vapor para extraerles la
grasa.
Si bien las fuentes no permiten precisar
suficientemente el asunto, pareciera que este sistema de separación de desechos
reutilizables era el “oficialmente” adoptado por la Municipalidad de la ciudad
de Buenos Aires, que realizaba contratos con empresarios particulares para
separar los residuos, antes de su tratamiento en las parrillas.
Por lo menos, así lo indica un informe
realizado por la Comisión de Estudios de la Basura, en 1899, que establece que “hasta entonces, la municipalidad ha
enajenado, mediante una retribución mensual exigua, el derecho a explotar las
basuras a empresarios que la someten a un régimen de explotación abominable,
eminentemente peligroso para la vida de los trabajadores empleados en la
separación de los elementos utilizables y de la salud pública en general”.
Según este método, los “peones” se
dedicaban a la separación de los residuos a los que extraían materiales con
algún valor. Luego de ello, se amontonaban en parrillas de incineración, donde
se las quemaba.
Pero en la “quema”, no sólo realizaban su
actividad dichos “peones”, también hombres, mujeres y niños que reproducían sus
condiciones de existencia a partir de los residuos hallados en el sitio.
A partir de esta situación, en los
contornos de la “quema” comenzó a formarse un barrio llamado “De las ranas o de las latas”, que
existió aproximadamente hasta 1917 y puede ser considerado el primer
asentamiento compuesto por cirujas.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-Prignano, Ángel O., Crónica de la
Basura Porteña, Junta Estudios Históricos de
Flores, 1998.
-Rezzónico, Carlos A., Antiguas Quintas
Porteñas, Interjuntas, 1996.
-Werckenthien, Cristian, Asociación Amigos del Tranvía, Bs. As., 1930.
-Periódico Primera Página nº 101 de octubre de
2002.
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