domingo, 1 de marzo de 2020

"CASAQUINTA" EL BAR DE ROBERTO

Casaquinta”, “Bar 12 de Octubre” o “El Boliche de Roberto”, fundado en 1893 y declarado Bar Notable


FRENTE SOBRE BULNES 331 

“Un boliche que perduró tres siglos”

Congelado en el tiempo, en una esquina tradicional de Almagro, Bulnes y Cangallo (hoy Perón), continúa funcionando desde 1893, este viejo bar que hizo historia. En diagonal a la plaza Almagro –que conserva su vieja calesita–, el boliche ocupa desde sus orígenes una modesta construcción de estilo colonial, con carpinterías de madera y paredes de gruesos ladrillos que siguen de pie, y sobre la calle Bulnes cuatro ventanales de época delatan su antigüedad.
Buenos Aires tuvo hasta avanzado el siglo XX almacenes con despacho de bebidas, por lo general éstos se encontraban en las esquinas con ingreso por la ochava a un local separado pero contiguo, también con salida a la calle, donde estaba la barra en la que se juntaban por la tarde los hombres (no estaba bien vista la mujer que frecuentara esos ambientes) a tomar alcohol y jugar a las cartas. En el andar de la historia, muchos terminaron derribando la pared que los separaba y ampliando el salón reconvirtiéndolo en grandes almacenes o derivaron en bares o restaurantes, tal como los conocemos hoy. Los hay muchos y muy conocidos: el Bar de Cao, Miramar, Difei, etc.


                Roberto y su hijo en el boliche que                                                      regentearon durante tres siglos

En aquellos tiempos, Almagro comenzaba a despertar de su pasado “campero” en el que convivían quintas con casas de estructura baja, y aún subsistían algunas de las antiguas pulperías en su nueva etapa de conversión en cafés que compartían el mismo predio con el almacén lindero, y éste es el caso de “Casaquinta”, “Bar 12 de Octubre” o “El boliche de Roberto”, tres nombres que construyeron su historia, hoy en Bulnes 331, lugar que conserva aún aquel toque de arrabal de la periferia.
 Se afirma que en sus comienzos fue una posta del antiguo Camino Real (la calle Rivadavia), más tarde el lugar se hizo conocido como la “Casaquinta”, una parada obligada para los carreros que iban al Mercado de Abasto.
Hacia 1923 la propiedad fue adquirida por Francisco Pérez, un inmigrante asturiano, y fue también el domicilio familiar.
 Adoptó el nombre "Bar 12 de Octubre", según consta en las actas municipales hacia 1928, cuando había sido liberada al uso público la manzana comprendida entre las calles: Cangallo-Bulnes-Sarmiento y Salguero por la Ordenanza Municipal nº 3.380 del 26 de junio de 1929, orígenes de la actual Plaza Almagro (inaugurada tras una larga postergación en el año 1934 y hasta hoy la única plaza del barrio). Transcurría la década del ’30 e iba a ser inaugurada por Hipólito Yrigoyen el 12 de octubre de 1930, evento malogrado por el “golpe” de Uriburu, que derrocó al presidente constitucional, inaugurando la seguidilla de golpes que sufrió nuestro país. Con el paso del tiempo, el almacén-despacho de bebidas, se convirtió solo en bar, sobre la calle Bulnes 331, quedando en la esquina un negocio de sanitarios, parte de la misma construcción.


una vista interior del boliche casi original

 En este boliche, un sencillo salón con modesta iluminación y de paredes originales, hoy descascaradas por el tiempo, cantó nada menos que Carlos Gardel en sus inicios, y célebres personajes de la cultura local llegaron a ocupar sus mesas.
 Conserva el mobiliario típico desde su fundación, con escasas variantes, en especial su mostrador de madera, en reemplazo por el paso del tiempo del viejo estaño, con altura suficiente para que el parroquiano pudiera acodarse en él, la antigua caja registradora y las estanterías repletas de botellas con etiquetas afines al paladar, muchas de ellas ya desaparecidas, como fernet Visconti, cogñac Tres Plumas, ginebra Bols, Monte Cúdine, licor Clinton, entre otras, acompañadas –estantes mediante– con viejos envases de las primeras gaseosas Bidú, Supercola, Canada Dry, etc.
 En aquel boliche no faltó, según cuentan, un tal “Juan Moreira Segundo”, tal vez el más mentado que pasó por el lugar, y según dicen algunos viejos parroquianos, hombre de averías sin problemas para pelar el cuchillo y mostrar su brillo, dado el caso.
Lo frecuentaron, además de Gardel, José Pepe Barcia, Mario Bustos, Ernesto Bafa, Osvaldo Ardizone, Jorge Calvetti, el folklorista Carlos Di Fulvio, entre otros, además fue el sitio preferido del maestro Osvaldo Pugliese.
El techo es de bovedilla y el piso es de mosaicos calcáreos de dibujos gastados, pareciera que los únicos elementos modernos son un televisor y dos ventiladores de techo. Hay una bota de Pamplona y varios salamines colgando.
Hoy continúa funcionando, “a media luz” (como en el tango), entre las mismas paredes sin revocar… allí con el tiempo creció el tango, entonces joven.


el estado hoy reciclado con su nuevo patio íntimo

A mediados de la década del 60 el negocio quedó a cargo de Jorge y Roberto, hijos del fundador, y más tarde se convirtió en un reducto 100% tanguero donde se consagraron grandes figuras del ambiente como Osvaldo Peredo y Ariel Ardit, ídolos de una legión de jóvenes parroquianos que a comienzos del siglo XXI empezaron a mezclarse con los clientes de toda la vida. Para muchos nostálgicos, en sus mejores tiempos, la noche arrancaba en lo de Roberto y terminaba milongueando en el Club Almagro, a unas cuadras de allí.
Esteban (hijo de Roberto) junto con su hermano Diego y sus ex esposas, están en esta cruzada de mantener el bar, como en su origen, hoy con el agregado de una pintura de Carlos Gardel junto a una pareja de milongueros.
En su fachada, sobre Bulnes, el pintor Crespique creó un mural de llamativos colores, con el retrato de Carlos Gardel, Osvaldo Pugliese y una pareja de tangueros.
Desde hace ya algunos años fue un reducto ganado por la juventud amante del tango que se reúne a escuchar (a la gorra) a cantantes variados. Durante muchas noches ocupó el lugar el genial Osvaldo Peredo, cantante octogenario que fue seguido por una verdadera legión de jóvenes y de turistas bien informados.
La presencia viva de este boliche no hace más que potenciar la fama de Buenos Aires como ciudad nocturna y tanguera. Abre hacia la tarde y es posible, en los veranos, disfrutar de una cerveza bien helada en las pocas mesas que colocan en la vereda. Su interior está “reservado” para los parroquianos de rutina. Más tarde el lugar se llena. El espacio es muy reducido. Es unos de los lugares únicos en la ciudad, de los que no abundan, potenciados por su ubicación, el entorno barrial, cercano al Abasto.
El Boliche de Roberto tiene su tango, y su partitura está enmarcada y colgada. Su autor, Roberto Medina, compuso el conocido “Pucherito de gallina”, que cantaba con gran éxito Edmundo Rivero.
 Ya consagrado como una “posta” del tango lo frecuentan artistas como el citado Osvaldo Peredo, ya con sus ochenta primaveras, ex‑jugador de San Lorenzo de Almagro y excelente cantor que respira tango. A tal punto que se dice de él que canta como cantaban antes los abuelos mientras se afeitaban, Roberto Medina (hijo), y también el cantante Ariel Ardit, una joven promesa moderna del dos por cuatro.
 El lugar hoy concesionado por Esteban (hijo de Roberto), a Beten Rios y Federico, que lo refaccionaron, con más capacidad, abriendo un patio íntimo, tras  haber estado cerrado por breve tiempo vuelve a ser una pinturita del pasado de nuestro barrio y de la identidad de la ciudad.

Miguel Eugenio Germino 



Fuentes:
--Cafés de Buenos Aires, edición especial de la Comisión de Promoción de Cafés y Confiterías de Buenos Aires, Edición limitada a todo color CABA año 2000.
--Charla mantenida por el periódico en el año 2002 con Roberto Pérez (hijo).
--https://cafecontado.com/2014/08/04/el-boliche-de-roberto/




No hay comentarios: