viernes, 6 de agosto de 2021

A 76 AÑOS DE HIROSHIMA

HIROSHIMA, 6 DE AGOSTO DE 1946

PARA MANTENER ACTIVA LA MEMORIA




Hace 76 años, A las 8.15 hs. de una apacible mañana japonesa se desató el infierno. Un bombardero estadounidense llamado el Enola Gay lanzaba la primera bomba nuclear de la historia. El comienzo de una nueva forma de sufrimiento humano.
Pero no fue una, sino dos las monstruosidades cometidas. Un saldo de horror, más de 200.000 muertos en primera instancia y, en décadas posteriores, sumaron 400.000 decesos más por problemas de salud relacionados con la radiación.
Los Estados Unidos de Norteamérica podrían haber lanzado la bomba a cincuenta kilómetros de esa ciudad para demostrar su poder, pero no lo hicieron así, causaron el martirio y lo convirtieron en espectáculo, porque era necesario demostrar de lo que eran capaces de hacer, de la crueldad inmensa y despiadada que poseían y fundamentalmente de las consecuencias que podían sufrir no sólo Japón, sino cualquier nación de la tierra que los confronten. La única nación sin nombre inauguraba su supremacía planetaria con un acto reservado sólo al Dios bíblico de Sodoma y Gomorra. Dueño de la vida y la muerte de los hombres. El rey absoluto, pero no de la creación, sino de la destrucción más aberrante y condenable de la historia. Aún así, como nada y nadie puede escapar de las leyes universales de las causas y los efectos, en poco tiempo se le opuso a los Estados Juntos un régimen de iguales dimensiones y horrendas características: El imperio soviético.
El 76 aniversario de la devastación de Hiroshima ocurre hoy en el marco de una pandemia de COVID-19, una calamidad que ha expuesto los defectos de un sistema mundial de desigualdad social, sanitaria, justicia y de educación.
Estamos muy lejos de poder cambiar estos males, los hombres y mujeres que conformamos los pueblos, la comunidad en general, los que sostienen todavía valores, la conciencia humana, nos es muy difícil con solo desearlo cambiar estas cuestiones, pero siempre podremos escoger la actitud con la que podemos afrontar la realidad.
Quizás sea tiempo de salir de esa fría indiferencia que nos carcome por dentro, nos corrompe, nos sentencia a tener gobernantes obsecuentes y funcionales al status quo.
Quizás sea tiempo de entender que nos quieren y nos mantienen desunidos, con falsas dicotomías, con fanatismos estúpidos, con culturas foráneas y corrosivas, con falsedades y mentiras insidiosas.
Quizás sea tiempo de componer una democracia de respeto y dignidad, rechazando a todo candidato promovido por un medio de prensa que inspire odio y resentimiento.
Quizás sea tiempo de exigir una educación que brinde igualdad de oportunidades y no un sistema que promueve escuelas para ricos y escuelas para pobres. De donde salen mandamases inescrupulosos y de otra, obedientes descerebrados.
Quizás sea tiempo de rechazar la narco-cultura que nos imponen, adicciones reales y solapadas, el consumo como pináculo del sufrimiento.
Quizás sea tiempo de integrar a todos los pueblos y hermanos de américa, respetando la diversidad de culturas y colores, sabedores de una historia común de vasallaje innecesario, de atrocidades ocultadas, de injusticias eternas… de ideales pisoteados.
Quizás sea tiempo.




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