La caída de Kabul y los recuerdos de Saigón
El mundo mira
entre azorado y sorprendido las escenas de la caída de Kabul. Quienes nacieron
después de 1975, nunca habían visto a la primera potencia militar mundial
abandonar precipitadamente una capital nacional, derrotados por el avance
incontenible de los talibanes. Miles de millones de dólares gastados por el
Pentágono en preparar y equipar a un ejército afgano que se derrumbó como un
castillo de naipes frente a la ofensiva guerrillera.
Sin embargo, esta derrota, a diferencia a la acaecida en Vietnam
durante el siglo XX, no fue sorpresiva. Ya desde la administración de Obama,
los norteamericanos venían preparando esta retirada que ahora se concreta. Las
sucesivas administraciones no dejaron de avanzar en esta salida, que no fue
suspendida ni siquiera cuando la Casa Blanca advirtió que los talibanes se apoderarían de todo el país.
Concentrados en
su pulseada con China, los norteamericanos decidieron abandonar las aventuras
militaristas encaradas desde 2001 en adelante. La idea de reconfigurar un Medio Oriente amigable
para la superpotencia occidental por medio de la fuerza de los marines, fue un
rotundo fracaso. El peligro chino hizo recapacitar a los yanquis, que
decidieron abandonar los escenarios que consideran secundarios sin importarles
mucho lo que dejan atrás.
Ahora tal vez nos
espere un mundo crecientemente bipolar, con una administración norteamericana
dedicada a recomponer el prestigio perdido y a no dejarse atropellar por el
crecimiento permanente de China, que no deja de ser el país de mayor
crecimiento económico, pese a la pandemia que
recortó la economía de todo el planeta.
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