25 DE MAYO DE 1810
ARTÍCULO PUBLICADO POR PRIMERA PÁGINA EL 25 DE MAYO DE 2010
EL 25 DE MAYO DE 1810: DOS SIGLOS DESPUÉS
No
siempre la historia revela espontáneamente sus secretos. Aquella postal
del 25 de Mayo de 1810 que recorrió por casi dos siglos las aulas
escolares, las facultades y cenáculos, y los torrentes de palabras que
nutrieron millones de páginas de libros, revistas y folletos, ocultaron
bajo un manto nebuloso errores, omisiones y hasta falacias del pasado. Es
deber del investigador honesto desmitificar y desentrañar la verdad
histórica de aquel momento de la América Profunda, despojándose de toda
ventaja sectorial, económica y política. Reflexionaba sabiamente el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su concisa y clarificadora alegoría El Elefante:
“…estaban los tres ciegos ante el elefante. Uno de ellos le palpó el rabo y dijo: —Es una cuerda. Otro ciego acarició una pata del elefante y opinó: —Es una columna. Y el tercer ciego apoyó la mano en el cuerpo del elefante y adivinó: —Es una pared. Así estamos: ciegos de nosotros, ciegos del mundo. Desde que nacemos, nos entrenan para no ver más que pedacitos. La cultura del desvínculo nos prohíbe armar el rompecabezas.”
ANTECEDENTES
Desde
el inicio de las invasiones españolas en 1492 —el mal llamado
descubrimiento—, los pueblos originarios no dejaron de resistirse al
invasor. Ya
en 1493, en la isla que Colón denominó La Española, la bella Anacaona
(Flor de Oro) y su esposo el cacique Caonabó encabezaron la primera
rebelión, con los consabidos costos para sí mismos y para los
conquistadores. Siguieron otros muchos alzamientos con la represalia de
sangrientas matanzas; nunca los invasores respiraron tranquilos. En
1723 se produce el gran levantamiento de Los Comuneros, que nace en
Paraguay y se extiende hacia Corrientes. En 1750 surge otro movimiento
tendiente a restaurar el destruido Imperio Inca, y 30 años más tarde, el
4 de noviembre de 1780, se registra la más intensa y prolongada
rebelión producida en la Colonia, protagonizada por José Gabriel
Condorcanqui (Tupac Amaru). Una nueva sublevación de tobas y matacos
sucede en Jujuy, y el 1º de enero de 1804 triunfa en Haití la primera
revolución emancipadora de Latinoamérica. El
25 de mayo de 1809 se reaviva la llama revolucionaria en Chuquisaca
(actual Bolivia); la sublevación estalla en la Ciudad Universitaria y en
ella se destaca el joven estudiante tucumano, de 19 años, Bernardo de
Monteagudo (1789-1825), tal vez el más radicalizado líder de la causa
revolucionaria americana y quien proclamara: Desaparezca la penosa y
funesta noche de la usurpación y amanezca luminoso y claro el día de la
libertad. Quebrantad las terribles cadenas de la esclavitud y empezad a
disfrutar de los deliciosos encantos de la independencia.” Hartos
de los abusos de la autoridad colonial, los pueblos originarios se
rebelan nuevamente en La Paz, el 16 de junio de ese mismo año de 1809.
En ambos casos el virrey Cisneros reprimió el alzamiento con inusitada
saña.
Conjuntamente llegaban de Europa al Río de la Plata las ideas de la
Revolución Francesa de 1789, traídas por viajeros, contrabandistas y
corsarios, todo lo que viene a completar el clima insurreccional.
LA CONCEPCIÓN HISTÓRICA DE MAYO
La
oportunidad de sacudir el yugo colonial se vislumbra con la noticia de
la caída a manos de Napoleón del último bastión del poder español en la
península. Depuesto Fernando VII, se formó un fantasmagórico Consejo de
Regencia, al que los patriotas de Buenos Aires no se sentían obligados a
someterse. Es así que, aunque prometiendo fidelidad a un monarca sin
trono, un grupo de jóvenes ilustrados, que venían conspirando desde las
invasiones inglesas, encomiendan a Juan José Castelli y Martín Rodríguez
la exigencia a Cisneros de una urgente convocatoria a cabildo abierto,
el que se concretaría el 22 de mayo.
Pero era difícil conformar entonces un ser nacional aglutinante de
toda la población, y allí es donde se origina la primera cortina de
inexactitudes que tiñeron el relato de la emancipación. Para
esos días la población de Buenos Aires, de apenas unas 40.000 almas,
era muy heterogénea: criollos, españoles, frailes, mercaderes, peones,
negros, mestizos, indios y gauchos. Algunos de ellos estaban enrolados
en los cuerpos militares que se habían creado durante las invasiones
inglesas, como los Patricios, Arribeños, Montañeses, y Peninsulares, que
llegaron a totalizar unos 8.000 efectivos. Pocos eran los privilegiados
que habían cursado estudios superiores en el extranjero o en la
Universidad Jesuita San Francisco Xavier de Chuquisaca, tales los casos
de Moreno, Castelli y Monteagudo. Esta
diversidad social dificultó la conformación de un ser nacional. Según
el historiador Felipe Pigna, aquel 25 de Mayo constituyó un espacio
temporal plagado de errores forzados y falencias, del que surge una
pregunta: ¿Por qué se sostuvo durante tanto tiempo la tendencia a
enseñar una historia distorsionada y opaca? No
cabe duda de que fue el propio investigador, temeroso o atado a
compromisos, el responsable de contar únicamente “la historia oficial”.
Fue el caso de los “grandes historiadores”, ubicados en una posición
privilegiada dentro de la escala social. Así explicó la Revolución de
Mayo la erudita Generación del 80, en una línea de análisis que fue
conformando desde entonces una versión liberal de la historia. Si bien
el relato no pretendía desmerecer de ningún modo la importancia de
aquella gesta emancipadora, sí anteponía intereses coyunturales de
determinados grupos, en colisión desde el primer momento de la
conformación de la Primera Junta.
LOS HECHOS
La historia oficial, la más erudita o la más simple, habla de un día
lluvioso y destemplado, de paraguas, de cintas celestes y blancas, y de
una plaza colmada por todo el pueblo que pretendía saber de lo que se
trataba. Pero
¿quiénes conformaban el pueblo entonces? ¿Dónde estaban los indios y
los gauchos aquel 25 de mayo? ¿Dónde estaban los esclavos, los peones y
los matarifes? ¿Y dónde los negros y los mestizos? ¿Fue realmente masiva
la concurrencia a la plaza? Cisneros
no convoca de buena gana al Cabildo, un año atrás había reprimido a
sangre y fuego las intentonas de Chuquisaca y La Paz, pero ahora
Castelli y Martín Rodríguez lo estaban intimando a hacerlo sin demora. El
día 21 de mayo fue ocupada la Plaza de la Victoria por más de 600
hombres armados con pistolas y puñales, encabezados por Domingo French y
Antonio Beruti, que entonces se agrupaban en la Legión Infernal, algo
similar a lo que en el siglo XX se denominaría subversión. Apenas pudo
calmarlos Saavedra, entonces jefe del Regimiento de Patricios, cuando
les prometió apoyo a sus reclamos. El día 22 amaneció caldeado: de los
450 invitados a la sesión del Cabildo sólo pudieron entrar 251, ya que
los muchachos de la Infernal se encargaron de aplicar el “derecho de
admisión”, no mediante las míticas cintitas de color indefinido, sino
esgrimiendo convincentes cuchillos, fusiles y trabucos. A
pesar de ello, Cisneros y los suyos pudieron maniobrar. El obispo Lué y
Riega, jefe de la iglesia local, llevó la voz cantante: “Aunque hubiese
quedado un solo vocal de la Junta Central de Sevilla y arribase a
nuestras playas, lo deberíamos recibir como al soberano.” A lo que
Castelli replicó en irónica y encendida arenga: “Si el derecho de
conquista pertenece al país conquistado, justo sería que la España
comenzase por darle la razón al reverendo obispo abandonando la
resistencia que hace a los franceses. Los americanos sabemos lo que
queremos y adonde vamos”. Igualmente,
la presidencia de la nueva junta recayó en el mismo Cisneros, lo que no
era más que una burla. Belgrano entonces juró que si a las tres de la
tarde del día siguiente el virrey no renunciaba, lo arrojaría por la
ventana de la fortaleza. Finalmente triunfó la cordura, una compacta
delegación se apersonó ante el Virrey y forzó su renuncia indeclinable. El
25 nace la junta que todos conocen, con el resguardo formal de los
derechos de Fernando VII, un ardid patriótico para ganar tiempo, aunque
nadie pensaba que Don Fernando retornaría al trono. La
revolución había triunfado. Y Belgrano por su parte definía en cuatro
palabras el proyecto: equidad, justicia, industria y educación, aunque
el tiempo marcaría otros rumbos.
COMO CONTINÚA LA HISTORIA
“Las
grandes fortunas en pocas manos —creía Mariano Moreno— son aguas
estancadas que no bañan la tierra”. Para no mudar de tiranos sin
destruir la tiranía, había que expropiar los capitales parasitarios
amasados en el negocio colonial. ¿Por qué buscar en Europa, al precio de
desolladores intereses, el dinero que sobraba adentro? Del extranjero
había que traer maquinarias y semillas, en vez de pianos Stoddart y
jarrones chinos. El Estado, creía Moreno, debía convertirse en el gran
empresario de la nueva nación independiente. La revolución, sostenía,
debía ser “terrible y astuta, implacable con los enemigos y vigilante
con los espectadores”.
“Gracias a Dios” —suspiran los mercaderes de Buenos Aires—, Mariano
Moreno, el demonio del infierno, ha muerto en alta mar. Sus amigos
French y Beruti marchan al destierro y se dicta orden de prisión contra
Castelli. Cornelio
Saavedra mandaba a recoger los ejemplares de El Contrato Social, de
Rousseau, que Moreno había editado y difundido y advertía que “no hay
lugar para ningún Rebespiere en el Río de la Plata.” Moreno
y Castelli, eran dos: una pluma y una voz. Un Robespierre que escribía,
Mariano Moreno, y otro que hablaba. “Todos son perversos”, decía un
comandante español, “…pero Castelli y Moreno son perversísimos”.
Mientras tanto, Juan José Castelli, el gran orador, estaba preso en
Buenos Aires. “La
revolución, usurpada por los conservadores, sacrifica a los
revolucionarios. Se descargan las acusaciones: Castelli es mujeriego,
borracho, timbero y profanador de iglesias. Agitador de indios,
justiciero de pobres, vocero de la causa americana. Está prisionero, no
puede defenderse. Un cáncer le ha atacado la boca. Es preciso amputarle
la lengua. La revolución queda muda en Buenos Aires.” Así grafica
Eduardo Galeano los primeros momentos de la emancipación. Era necesario
cambiar un sistema colonial por otro que no afectara el orden social,
para que quedara como letra muerta el Plan Revolucionario de Operaciones
diseñado por Moreno, muerto sospechosamente en alta mar. Más tarde
también son dejados a un lado San Martín y Artigas. El
gaucho continuará siendo gaucho en su desgracia, el indio perseguido y
confinado, tal como reflexiona Adolfo Pérez Esquivel: “En el 2010 el
país va a celebrar el Bicentenario de la Revolución de Mayo, ese grito
de libertad…el interrogante es ¿para quién?: si para una elite de
privilegiados o si ese grito de libertad, de nacionalidad, es para
todos. Evidentemente, si vemos esto a 200 años, no ha sido para todos,
porque los indígenas fueron discriminados y les están quitando las
tierras hasta el día de hoy, los están reprimiendo, no les permiten
crecer como pueblo, los tienen sometidos y dominados. Lo mismo que
hicieron los conquistadores. Entonces uno se pregunta: ¿Qué ha pasado en
estos 200 años de nacionalidad, de democracia, de “democraduras” –como
dice Eduardo Galeano-, que supimos conseguir? ¿Qué es lo que pasa que
hay ciudadanos de primera, de segunda, de tercera y de cuarta? ¿De qué
democracia estamos hablando?”
Miguel Eugenio Germino
FUENTES:
-Galeano, Eduardo. Memoria del fuego II, Catálogos, 2004. -http://educared.org.ar/infancianred/pescandoideas/archivos/2… -http://vuelosdegaviota.escribirte.com.ar/9863/25-de-mayp-de1810 -http://wiki.taringa.net/post/info/4049418/el-lado-oculto-del-25-de… -Periódico Primera Página, nº 107, mayo de 2003. -Pigna, Felipe. Diario Clarín, domingo 25 de mayo de 2008. -Puiggrós, Rodolfo, La época de Mariano Moreno, Partenón, 1949.
Publicado por
Miguel Eugenio Germino EL 25 DE MAYO DE 2010