La Quinta y el mirador de Lange
Quinta,
asilo, hospital, inquilinato y casa de hidroterapia
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Vista del mirador de la Quinta, año 1936 |
Sobre dos manzanas, entre las
calles Hipólito Yrigoyen, Virrey Liniers, Moreno
y Maza, se ubicaba la antigua Quinta de
Lange.
El casco conservó su fisonomía a
través del tiempo, en el sector comprendido entre Virrey
Liniers y el pasaje Lange (desde 1916 llamado Lucero), preservando el viejo
mirador y parte de su estructura de quinta hasta 1984, cuando fueron demolidos
definitivamente para dar lugar a dos enormes edificios en torre.
El lugar fue uno de los pocos y
últimos espacios de memoria y resguardo del patrimonio existente –que
se perdería– de aquellas quintas del antiguo Buenos Aires que
proliferaron por casi cuatro siglos como un abanico verde que se abría hacia
las afueras del ejido urbano.
Esta quinta se erigió como
escenario de una parte importante de la historia porteña, de su gente y de sus
instituciones. En 1873 se transformó en asilo,
en hospital de niños en 1875, en la Biblioteca “Bartolomé Mitre” en 1900, y en
conventillo hacia 1916.
Además se descubrió que había
funcionado en el lugar uno de los primeros centros de hidroterapia de la
ciudad, ya que durante su demolición se
encontraron vestigios de esa actividad.
Foto tomada desde el mirador donde se aprecian las antiguas estatuas florentinas
Y más aún, en 1960 sirvió de
inspiración de la novela Sobre héroes y tumbas, la gran obra
de Sábato.
Esta quinta, especialmente por su
mirador, fue confundida muchas veces con la de Santiago de Liniers, que había alquilado
otra quinta contigua a ésta, entre Moreno y Venezuela, donde estableció una
planta de pastillas de carne, predecesoras de
los actuales calditos en cubos.
“EL
ASILO DE LA POBREZA Y EL TRABAJO”
El asilo fue producto de una gestión que realizó el entonces
gobernador de Buenos Aires, Emilio Castro, ante el dueño de la quinta, Roberto Lange. En el
libro La caridad en Buenos Aires,
Alberto Meyer Arana escribió, refiriéndose a la institución: “El 13 de septiembre de 1870, la Sociedad de
Beneficencia nombró una comisión presidida por la señora Andrea Almagro de
Sacriste (hermana de Julián Almagro) y compuesta por las señoras Isabel
Armstrong de Elortondo, Dolores Lavalle de Lavalle, Jacinta Castro, Mercedes
del Sar de Terry y Eulogia Lezica de Acuña, para atender la necesidad de elevar
la moral de la clase pobre y desheredada por medio del trabajo y desarrollo del
sentimiento religioso, creando un asilo de corrección de mujeres jóvenes y
adultas, que al reconocerse culpables se precipitan al vicio…”.
Este grupo se señoras de “ilustre
apellido” serían las encargadas de encauzar a las ovejitas descarriadas a raíz
de la pobreza; toda una concepción
discriminatoria y denigrante, propia de aquellos tiempos.
Las primeras asiladas ingresaron
el 7 de febrero de 1873; pero el funcionamiento en aquella casona fue efímero,
ya que al poco tiempo el asilo fue trasladado a otro edificio de la
Convalecencia.
EL
HOSPITAL DE NIÑOS “SAN LUIS GONZAGA”
El hospital fue bautizado con el
nombre del sacerdote italiano Luis
Gonzaga (1568-1591), fallecido a los 23 años y canonizado en 1726,
consagrado también patrono de la Juventud Católica. Tanto al mencionado asilo,
como a este primer hospital de pediatría
de Buenos Aires, les tocaría funcionar en un
lugar de precarias instalaciones y condiciones
edilicias.
Ya desde la época de Rivadavia, la Sociedad de Damas de Beneficencia era el
organismo llamado a regentear la medicina, si bien se alzaban voces reclamando
que la salud fuera potestad del Estado y no un asunto de caridad a través del
cual las clases acomodadas obraban para con las clases más humildes. También en
este caso fue Dolores Lavalle de Lavalle
quien ubicó en esta quinta de la calle Victoria
1179 –después
Hipólito Yrigoyen 3420–
el modesto hospital. Funcionaba en dos galpones de madera hacia los fondos, con
20 camas cada uno. Al momento de la inauguración el 29 de abril de 1875, las 40 camas ya se hallaban ocupadas, lo que
era lógico teniendo en cuenta el gran déficit de atención sanitaria que
imperaba en Buenos Aires.
Portones de entrada del que fuera el Hospital San Luis Gonzaga
Como director interino nombraron
al Dr. Rafael Herrera Vegas, luego
lo reemplazó el Dr. Ricardo Gutiérrez,
quien fuera un notable pediatra. Los secundaron los doctores Ignacio Pirovano, Adalberto Ramaugé y el entonces practicante José María Ramos Mejía.
El hospital apenas funcionó en
este lugar poco más de un año, ya que en 1876 fue trasladado a la calle
Arenales 1462. Dispuso allí de un edificio algo más amplio, confortable y de
mejor acceso. En 1896 se inauguró la sede actual del Hospital de Niños, en
Gallo 1330, que llevaría el nombre de Ricardo Gutiérrez, quien había dirigido
la institución desde casi su fundación hasta su fallecimiento en 1896.
ERNESTO
SÁBATO Y LA QUINTA
Esta misma quinta fue el sitio
inspirador de la novela de Ernesto Sábato Sobre héroes y tumbas; allí
climatizó parte de la obra, aunque en ningún momento identifica al lugar. ¿Qué
habrá visto el genial escritor en la vieja casa? Tal vez fue su predisposición
por la naturaleza, las plantas, los animales, los pájaros y el clima misterioso
del vetusto caserón lo que impulsó su elección.
La descripción que realizó el
maestro fue notable; se detuvo en todos los detalles del lugar. La novela
consigue sin duda alguna instalar al lector en este rincón de Almagro. Comienza
con el portón de hierro trabajado, sobre la calle Hipólito Yrigoyen, transita
luego el frondoso jardín por un camino de baldosas que conduce a un portal
central neoclásico, sostenido por columnas de hierro fundido, típico de finales
del siglo XIX, con el adorno de una balaustrada.
“Se
sentía un intenso perfume de jazmín del país. La verja era muy vieja y estaba
abierta a medias, cubierta por una glicina. La puerta herrumbrada, se movía
dificultosamente, con chirridos. En medio de la oscuridad brillaban los charcos
de la reciente lluvia. Se veía una habitación iluminada, pero el silencio
correspondía más bien a una casa sin habitantes.
Bordearon
un jardín abandonado, cubierto de yuyos, por una veredita que había al costado
de una galería lateral, sostenida por columnas de hierro. La casa era
viejísima, sus ventanas daban a la galería y aún conservaba sus rejas coloniales;
las grandes baldosas eran seguramente de aquel tiempo, pues se sentían
hundidas, gastadas y rotas.”
“Atravesaron
un estrecho pasillo entre árboles muy viejos (Martín sentía ahora un intenso
perfume a magnolia) y siguieron por un sendero de ladrillo que terminaba en una
escalera de caracol.”
“Bueno,
de la quinta no queda nada. Antes era una manzana. Después empezaron a vender.
Ahí están esa fábrica y esos galpones, todo eso pertenecía a la quinta de aquí,
de este otro lado hay conventillos. Toda la parte de atrás de la casa también
se vendió. Y esto que queda está hipotecado y en cualquier momento lo rematan…
Alejandra intenta abrir una dificultosa cerradura, dijo ‘esto es el antiguo
mirador’.
–¿Mirador?
–Sí,
por aquí no había más que quintas a comienzos del siglo pasado…”
Detalle del desaparecido mirador
LA
QUINTA Y LA HIDROTERAPIA
Como si fuera poca la historia de
esta quinta, en un estudio realizado por un grupo de restauradores bajo la
conducción del arquitecto Daniel
Scháverlzon, en los subsuelos de un Buenos
Aires destruido y oculto, se encontrarían tras
la demolición del sitio descripto, una infinidad
de objetos que documentan la privacidad de quienes lo habitaron.
En el sector que corresponde a Hipólito Yrigoyen 3402 fue descubierta una pileta de hidroterapia semidestruida,
con paredes de azulejos franceses. La piscina perteneció al establecimiento que
habían instalado en el lugar los médicos Felipe
y José Solá, hacia 1876, llamado “Establecimiento
Hidroterápico de Buenos Aires”. Los folletos de publicidad lo ubicaban en
la calle “Victoria 1466 del barrio Once
de Septiembre”, precisamente la actual Hipólito Yrigoyen 3402, entonces
terrenos de la quinta de Lange.
Se trataba de las primeras
experiencias de procedimientos de salud mediante el uso del agua, tanto fría
como caliente. En 1877, el Dr. Juan Lacroze instalaría un establecimiento
similar en Piedad 1374 (actualmente Bartolomé Mitre 3088, hoy sitio del
accidentado local Cromagñón), aunque con elementos mucho más modernos,
importados de Europa.
La clínica contaba con baños de
asiento, en todas sus variantes. Disponía también de duchas movibles, con
lluvia fina, común y de columna, formadas por círculos superpuestos y caños
perforados que liberaban agua a diferentes alturas del cuerpo. Aplicaba además
una técnica que consistía en arrojar un chorro de agua dirigido desde tres
metros y medio de distancia sobre el cuerpo del paciente; una modalidad que hoy
solo es usada por la policía para disolver manifestaciones, y que en algún
momento fue un recurso hogareño para aplacar ataques de nervios.
El establecimiento poseía un gran
depósito de agua, colocado a diez metros de altura, con filtros y dispositivos
para mantenerla entre 8 y 14 grados de temperatura.
BIBLIOTECA,
INQUILINATO Y TORRES
No
existe, en cambio, mayor información sobre la Biblioteca Bartolomé Mitre que habría funcionado allí en el año
1900; sí del conventillo y del inquilinato que se instaló en 1916 hasta la
mencionada demolición, para construir las dos actuales grandes torres.
Si se transita por la calle Virrey Liniers, a la altura del antiguo mirador (a 20
metros de la esquina), se encontrará con un pedazo de pared y rejas de
aproximadamente 18 metros cuadrados: son los restos del primitivo paredón de la
quinta. Es lo único que se ha salvado –hasta
ahora– de la rica
vida allí encerrada.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-Llanes,
Ricardo M., “El barrio
de Almagro”, Cuadernos de Buenos Aires, 1968.
-Meyer
Arana, Alberto, La caridad en Buenos
Aires, Sopena, 1911.
-Periódico
Primera Página, nº 72, marzo de 2000.
-Rezzónico,
Carlos A., Antiguas Quintas de Buenos
Aires, Interjuntas, 1996.
-Schávelson,
Daniel, Buenos Aires arqueológica,
Ediciones Turísticas, 2002.
-http://www.guti.gov.r/histor.htm
-Agradezco la colaboración de Guillermo José
Ibarra.