MENDOZA TAMBIÉN TUVO SU SEMANA TRAGICA
A la conocida historia de la "Semana Trágica" de nuestro Barrio San Cristobal, del que se conmemoran en éstos días los 101 años vale agregar éste relato de la también nuestra tierra menduca casi desconocido, como se pretendió hacer sin éxito, con los hechos que comenzaron en la hoy Plaza Martín Fierro. que los anarquistas propusieron llamarla "Mártires de la Semana Trágica" y el dirigente metalúrgico Augusto Vandor se opuso y decidió que se llamara “Martín Fierro”
|
Restos de aquella empresa que hoy se conservan
en la plaza, con una placa recordatoria
|
Osvaldo Bayer recuerda:
"La íntima alegría: no hay olvido para aquellos hechos donde se trató de apagar el Derecho a balazo limpio en vez de aplicar los argumentos de la razón. La Semana Trágica de enero del ’19. Otro aniversario más, sí, cuántos años. Cuántos muertos por lo justo. No vamos a discutir ahora si fueron mil o seiscientos los obreros muertos. Lo triste, lo trágico es que se tergiversó todo, se hizo valer como siempre o, como casi siempre, la historia oficial. No eran ni “perturbadores extranjeros” ni “rusos” ni “terroristas” como los medios oficiales y del poder trataron de disfrazar el crimen. Eran obreros que querían tener los derechos de la dignidad y de la vida: las sagradas ocho horas de trabajo. Los panaderos y los yeseros ya habían conseguido –por su lucha– las ocho horas en 1898, los metalúrgicos, en 1919, todavía trabajaban nueve horas por día. Por eso la huelga y por el lugar de trabajo para los despedidos. Dignidad y Justicia. La respuesta del poder fue bala y más bala. Con los uniformados de siempre. Esta vez ya con la ayuda de los muchachos del barrio Norte, las guardias blancas, la llamada después “Liga Patriótica Argentina”. Salieron a matar “anarquistas, rusos, judíos y enemigos de la Patria”. Las calles de Buenos Aires quedaron teñidas de sangre obrera."
El relato mendocino:
|
LAS CALLECITAS DE MENDOZA EN TIEMPO DE TRANVÍAS |
Una historia desconocida: la
Semana Trágica mendocina
Mendoza: la rica tierra del
sol, el vino y las bravías mujeres huarpes, tuvo su propia Semana Trágica, en
forma simultánea con la de Buenos Aires. En esta nota, un sucinto relato de los
hechos.
A pesar de su tradición
políticamente conservadora y de los desaguisados del actual gobernador radical
Alfredo Cornejo —auténtico representante del neo conservadorismo local—,
Mendoza ha sido siempre tierra de rebeldía.
Ya desde tiempos
prehispánicos, la habitaban los indómitos puelches y pehuenches junto a la
digna etnia de los huarpes, que dio a luz a guerrilleras históricas como
Martina Chapanay.
Al producirse las guerras de
la Independencia, el general José de San Martín reparó en la peculiar
idiosincracia del gaucho mendocino, cuando al organizar el ejército libertador
dictó su famosa orden general del 18 de julio de 1819, convocando a los
“Compañeros del ejercito de los Andes” a combatir, si era necesario, “en pelota
como nuestros paisanos los indios”, bajo el lema: “Seamos libres, y lo demás no
importa nada”.
Esa tradición rebelde se
continuó en la sublevación masiva de 1866 con la “Revolución de los Colorados”
liderada por Felipe Varela, que se negaron a combatir en la impopular Guerra
del Paraguay.
Hacia fines del siglo XIX, el
paisanaje criollo había sido derrotado; el Código Rural y el alambrado de púa,
habían estrangulado sus ansias de libertad.
Pero para entonces ya había
comenzado a llegar a tierras cuyanas la inmigración europea; y con ella, las
ideas anarquistas y socialistas, en boga en el viejo continente. Tales
concepciones, en particular las anarquistas, encarnaron rápidamente en los
hijos de la tierra, dado que expresaban en un cuerpo coherente de ideas, su
intuitivo amor por la libertad.
Así, las sociedades de
resistencia comenzaron a brotar en la tierra menduca como hongos después de la
lluvia, agrupando a las peonadas en todo el territorio, que adhirieron a la
recién creada Federación Obrera Regional Argentina (FORA).
Por entonces, el comercio
local florecía con la exportación de vino, aguardiente y aceitunas, basado en
lo que los anarquistas llamaban “la ignominia de la explotación”, sufrida por
los trabajadores de la tierra.
Al respecto, el conocido
cineasta Mario Soffici —que en aquellos tiempos trabajaba en las bodegas de
Godoy Cruz— recordaba ante el periodista Osvaldo Soriano haber visto “esa cosa
terrible que eran los vales de 5 pesos con que les pagaban a los obreros, a los
trabajadores, de los que el almacenero descontaba 10 por ciento, además de
darles mercaderías de 3 pesos por valor de 5”.
El gobierno provincial había
estado desde siempre en manos de la oligarquía de los gansos; pero al asumir la
presidencia de la Nación, el doctor Hipólito Yrigoyen ordenó la intervención de
la provincia, para facilitar el ascenso al poder de su correligionario José
Néstor “El Gaucho” Lencinas, político de comité, populista y campechano, quien
convirtió a la proletaria alpargata en su emblema proselitista.
A poco de asumir el gobierno
en diciembre de 1918, Lencinas promulgó la ley 732, que decretaba la jornada de
ocho horas de trabajo para los trabajadores estatales.
Esto fue aprovechado por las
autoridades de la empresa Luz y Fuerza para reducir en un 12% el salario de los
trabajadores del tranvía eléctrico: si hasta entonces se pagaba un jornal
diario por once horas de trabajo, a partir del 1° de enero de 1919 se pagaría
sólo un jornal proporcional, correspondiente a las ocho horas decretadas.
“¡Abajo el carnero y viva la
huelga general!”
La huelga de los tranviarios
comenzó ese mismo día. La empresa reclutó entonces personal de los bajos
fondos, altamente calificado para el robo y el asalto, pero no para la
conducción de vehículos de transporte público; no se trataba de brindar un buen
servicio, sino de contar con hábiles tiradores para repeler la acción de los
piquetes huelguistas.
|
LA SEMANA TRÁGICA MENDOCINA |
El domingo 5 ocurrió el primer
hecho de sangre de la huelga, cuando una columna de obreros que manifestaba
frente a la usina de Luz y Fuerza —sita en San Martín y Entre Ríos— recibió un
nutrido fuego de fusilería desde el interior del edificio, produciendo heridas
a un agente de policía y al manifestante Julio Ferreira.
Al día siguiente la noticia
salía en los diarios, aumentando la tensión social; a lo cual se agregaban
inquietantes noticias llegadas de Buenos Aires, respecto de una masacre obrera
en el barrio de Pompeya, ejecutada contra trabajadores en huelga de la
metalúrgica Vasena. El periódico anarquista porteño La Protesta lanzaba además
el vehemente llamado de la FORA del V Congreso a la huelga general nacional por
tiempo indeterminado, a partir de las doce del mediodía del jueves 9 de enero.
Ese mismo día, por la mañana,
la Federación Obrera Provincial (FOP) mendocina resolvía —a solicitud del
gremio tranviario— la gran huelga general de solidaridad, que conmovería hasta
los cimientos a la sociedad mendocina, a partir del día siguiente.
El viernes 10 fue un día que
amaneció cargado de negros presagios. Los diarios de la mañana traían noticias
increíbles de Buenos Aires: la huelga general había derivado en un caos
indescriptible: la ciudad estaba tomada por piquetes obreros; la policía,
aterrorizada, se hallaba atrincherada en las comisarías; el cortejo fúnebre de
los obreros caídos en Pompeya había sido atacado a tiros; los obreros asaltaron
armerías, y se entablaron recios combates en las esquinas de Buenos Aires.
Cuando aquel día se inició un
mitin obrero en el kiosco de la Alameda, se hallaban reunidos 4.000
trabajadores —una cifra impresionante para la época—, que escucharon
pacientemente los discursos de quince oradores de los diferentes gremios
obreros.
Pero las tensiones acumuladas
debían necesariamente estallar. El primer desorden se produjo al terminar el
mitin, cuando la policía quiso disolver la manifestación, lo que provocó un
tumulto de gritos, silbatinas y piedrazos. Un grupo de obreros se refugió en la
ferretería de Alberto Forgas —San Martín 1756—, emprendiéndola a pedradas
contra los uniformados, varios de los cuales sufrieron contusiones.
En tanto, el grueso de los
manifestantes se dirigió a la sede de Luz y Fuerza, dando vivas al movimiento
huelguista y procediendo a prender fuego al edificio. En medio de tal caos, se
presentó el jefe de redacción del diario La Montaña, dando a viva voz una
noticia que esperaba pudiera calmar los ánimos: “¡El gobierno acaba de
intervenir la empresa Luz y Fuerza!”.
Pero entre los manifestantes
se hallaban mezclados elementos maleantes que respondían a los gansos, que
dieron gritería para tapar el discurso, mientras hacían fuego de revólver.
Al llegar, la policía hizo
fuego de fusilería al aire mientras pechaba con los caballos, recibiendo como
respuesta una andanada de piedras y más disparos, que respondieron con sus
armas. En medio del desbande producido por las detonaciones quedó tirado en la
calle, herido de muerte, el jornalero Luis Gutiérrez, recibiendo también
heridas de arma de fuego dos guardas de tranvía y seis efectivos policiales.
Victoria obrera
Enervados los ánimos por los
sucesos —en el local de Pintores se velaba aún el cadáver de Gutiérrez—, el
sábado 11 de enero se produjeron disturbios por toda la ciudad. En Godoy Cruz,
un canillita gritó al paso de un tranvía, en la esquina de San Martín y Guido
Spano, “¡Abajo el carnero y viva la huelga general!”; tras lo cual, el matón
que lo conducía hizo fuego de revólver, hiriendo en la pierna a una niña.
A las dos de la tarde, los
piquetes obreros convergieron por la avenida San Martín, bajando las persianas
de los comercios que aún permanecían abiertos; en estas acciones, se destacaron
los canillitas.
Otro objetivo de los
huelguistas, particularmente de los anarquistas, era proceder contra las
panaderías, cuyo gremio orientaban; algunas de ellas obtuvieron custodia
policial, y en la conocida “La Espiga de Oro” —San Martín y Catamarca— se llegó
a tomar el comercio, resistiendo desde adentro la acción policial. Asimismo, se
impidió el reparto de mercaderías en carros y carretelas, vehículos que fueron
volcados en las calles para formar barricadas.
Por la tarde se conoció el
texto de un decreto del gobernador Lencinas, que anunciaba el completo triunfo
de las demandas obreras:
“AVISO: Llevamos a
conocimiento del público, que por Decreto del P.E. de la Provincia se ha
declarado intervenida la sociedad anónima Empresa ‘Luz y Fuerza’ con fecha 10
del corriente, habiendo esta intervención conseguido el objeto perseguido, o
sea el de readmitir el personal de Motormen y Guardas, con el mismo salario que
cobraban al 31 de diciembre de 1918, y a más la jornada máxima de 8 horas,
quedando por lo tanto regularizados los servicios. Mendoza, 11 de enero de
1919. El Interventor, ANTENOR F. PEREIRA”.
La novedad se dio a conocer a
través de los medios, sin comunicación oficial a los gremios. Para verificar su
autenticidad, una delegación de la Federación Obrera se reunió con el
interventor ese mismo día; pero el funcionario la recibió de mal modo,
anunciando de una manera soberbia y altanera que, habiendo concedido ya las
mejoras solicitadas, él haría circular “como sea” a los tranvías, a partir de
la una de la tarde del domingo 12.
Los delegados regresaron a la
asamblea a informar las novedades, y —molestos con la actitud del interventor—
resolvieron gestionar una entrevista con el Gobernador en persona, la cual fue
fijada para el domingo al mediodía.
Un telegrama reservado fechado
el domingo 12 de enero, despachado por el jefe del Correo mendocino al director
de Telégrafos en Buenos Aires, daba cuenta cabal de la situación:
“Casas de negocio cerradas,
tranvías y autos no circulan. Anoche me informó el interventor de la usina de
luz eléctrica que hoy tomarían todos nuevamente servicio, pero hasta ahora no
lo han hecho, de manera que aquí se mantiene el paro general (…) Comisiones
huelguistas recorren casas comercio para mantener el cierre completo. He puesto
aviso en mi frente que en ésa reina calma pues me asaltan preguntándome si es
verdad sucesos tan gravemente que resultan exagerados, y algunos inverosímiles
(…aunque…) muchos no me dan crédito”.
Ese domingo 12, el clima era
de tranquilidad, teniendo lugar incluso las humoradas de la clase poseedora;
unos huelguistas que pasaban frente al Jockey Club, tuvieron oportunidad de
escuchar la arenga de un singular personaje mendocino, el «conde Saurina», un
elegante «dandy» de sociedad, quien proclamó ante los obreros el «derecho a no
trabajar».
Al mediodía, la comisión
obrera reunida con «El gaucho» Lencinas, acordaba descargar la responsabilidad
de los sucesos sangrientos del día 10 en los matones a sueldo de la empresa,
quienes fueron identificados y procesados por el asesinato del obrero
Gutiérrez, y a dar por terminado el conflicto.
A continuación los delegados
se reunieron con el interventor de la empresa y firmaron el compromiso de
reanudar el trabajo ese mismo día a las 7 de la tarde. La Federación Obrera
aprobó lo actuado, y dio a conocer un comunicado, el «Manifiesto de la FOP»,
anunciando el triunfo de la huelga y la vuelta al trabajo.
A las 19 horas, partió de la
usina de Luz y Fuerza el primer tranvía, “completamente empavesado con banderas
nacionales”; viajaban a bordo, como en un viaje inaugural, el interventor,
funcionarios de gobierno y diputados provinciales, así como un representante
del diario “La Montaña”.
La Semana Trágica mendocina
había finalizado con el triunfo del movimiento obrero, acaso por apelar a una
herramienta ya olvidada por el sindicalismo peronista: la unidad y solidaridad
incondicionales, de todos los trabajadores cuyanos.
En la sufrida Mendoza de hoy,
aún se vive, se ama, se sufre, se ríe y se lucha. Desde siempre, y para
siempre. Y allí donde campeen el egoísmo y la crueldad, baldones de la
condición humana, surgirán mujeres y hombres capaces de gritar, como aquel
anónimo canillita mendocino, el grito de guerra de los desheredados de la
tierra: “¡Abajo el carnero y viva la huelga general!”.
Horacio Ricardo Silva
El autor de esta nota es
historiador, escritor y periodista. Escribió de Días rojos, verano negro: enero
de 1919, la Semana Trágica de Buenos Aires (Bs. As., Libros de Anarres, 2011) y
coautor, junto a Roberto Perdía, de Trienio en rojo y negro – La Semana
Trágica, las huelgas de la Patagonia, la lucha de los trabajadores de La
Forestal y los anarquistas (Bs. As., Planeta, 2017). Este material fue
publicado originalmente en mayo de 2012, en formato radial y en folleto
impreso, por el colectivo mendocino La Hidra de Mil Cabezas.