AFROESTADOUNIDENSES Y LATINOAMERICANOS
Atropello de los derechos humanos en USA
Mientras amanece la campaña
electoral que elegirá al sucesor de Barack Obama, está por verse si el tema de
los asesinatos de ciudadanos norteamericanos por parte de la policía, formará
parte de la agenda de campaña.
Fronteras afuera, las imágenes
crueles de las víctimas asesinadas por las fuerzas de seguridad norteamericanas recorrieron el planeta, pese al esfuerzo de las
corporaciones mediáticas por ningunear el tema. Para ellos, el origen afroestadounidense
y latinoamericano de los damnificados, rebaja la importancia de las noticias.
Pero esta vez no lo lograron,
los muertos tienen nombre y apellido y un pueblo que no dudó en salir a las
calles a reivindicarlos y a rechazar las prácticas de los responsables de las
muertes. Freddie Gray era nativo de la ciudad de Baltimore. Tenía apenas 25
años y murió en la cárcel, en la que estaba arrestado por portar una navaja.
Esta vez los medios
norteamericanos debieron informar sobre la
seguidilla de asesinatos, no por una repentina
toma de conciencia social, sino porque las redes sociales ardían de información
y eran un gran instrumento para los manifestantes.
Antes de fin de año, Estados
Unidos deberá explicar en la ONU si tomó las medidas necesarias para que estos
casos no se repitan. El gobierno de Obama pasó de denunciador a denunciado,
pese al origen afro de su líder.
Si un pueblo apático como el
norteamericano sale a las calles en forma masiva para reclamar por la brutalidad
policial, es porque la situación deber ser más grave de lo que suponemos. El
sistema judicial norteamericano, que tanto destacan las películas y series yanquis, forma parte del sistema de encubrimiento que
posibilita a los policías reprimir sin temor a las consecuencias. Es lo que
pasó con el policía Darren Wilson, absuelto de culpa y cargo por el asesinato
de Michael Brown.
Toda esta sumatoria de casos,
permite hablar de la represión y el racismo institucionalizado. Una cosa son
los casos de discriminación que se pueden dar en las distintas sociedades
mundiales, y otra muy distinta que estos casos estén amparados por los estados
que deberían evitarlos.
La sociedad norteamericana, esa
que por fin salió a las calles, tiene la posibilidad de volver a manifestarse para pedirles a sus candidatos que se
ocupen del tema y que, como mínimo, logren que esa idea de sociedad justa, que
nos venden por medio de su industria cultural, pase de la ficción a la
realidad.
Pablo Salcito
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