El desalojo surge de un conflicto entre los inquilinos y los propietarios. Los primeros se negaron a seguir pagando sino se adecuaban las condiciones del inmueble, bastante deteriorado. Los inquilinos, tras años de pagar sus alquileres al día, reclamaron a la dueña una refacción integral, a la cual siempre se negó. En respuesta, Estela Pantano Macello, una de los herederos del dueño original de la casa, inició la demanda por la falta de pago de todos sus inquilinos. Las familias, unas 70 personas (30 menores de edad), pagaban entre 750 y 1800 pesos el alquiler de las destruidas habitaciones hasta hace cuatro años. El único comprobante de pago que obtenían a cambio era el ticket del banco Credicoop, adonde depositaban la renta.
Durante el juicio, un grupo inversor compró la casa con los vecinos adentro a un precio irrisorio. El objetivo es levantar otro edificio más en una zona que se categoriza y aumenta sus valores en forma sistemática. El edificio de Carlos Gardel 3151 es el único original de los que quedan en la cortada más emblemática del barrio, hoy devenida en el Paseo del Tango. Por este motivo cuenta con una protección por su valor histórico denominada estructural, que impediría su demolición aun parcial para generar cualquier emprendimiento.
Sin embargo, de alguna manera, los actuales propietarios consiguieron el guiño de la Dirección General de Interpretación Urbanística, quien evitó a la Legislatura y le redujo la protección a cautelar (de menor categoría), la cual permite aprobar el proyecto inmobiliario que conlleva una demolición según los propietarios "parcial" del inmueble. El objetivo sería conservar sólo la fachada.
Quienes se oponen a la movida impulsada por la especulación inmobiliaria pretenden la conservación del edificio, recuperado para sus habitantes y el barrio como un museo de la vivienda social, atendido por sus propios protagonistas. La radio abierta del sábado pasado ha sido un paso más en dirección de visibilizar la problemática
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