lunes, 30 de septiembre de 2019

DE LAS PULPERÍAS AL LOS CAFÉS NOTABLES


BALVANERA Y SU HISTORIA

DE LAS PULPERÍAS A LOS CAFÉS NOTABLES




Es común pensar que el concepto “pulpería” tiene exclusivamente un origen campero, rural, y es cierto, ya que este tipo de negocios “fueron el primer techo cobijador que encontró el hombre en su difícil soledad pampeana”. Pero también es cierto que durante un gran período desde los primeros años del naciente territorio de “Las Provincias Unidas del Río de la Plata” las había en las metrópolis, como el actual Distrito Federal de la Ciudad de Buenos aires, hasta bien entrado el siglo XIX, cuando la ciudad apenas llegaba hasta “La Calle de Las Tunas” (hoy las avenidas Callao-Entre Ríos), y no era otra cosa que una prolongación del campo en la actual ciudad.
 Hacia el año 1821 Nicolás Villaun pionero, inmigrante italiano, como tantos de los que forjaron nuestra ciudad instalará una pulpería utilizando los restos de una vieja ballenera, encallada en el fondo rocoso del Río de La Plata, que compró, desarmó y transportó en una carreta por el antiguo Camino Real (hoy la Av. Rivadavia) hacia su destino final: la intersección con Emilio Mitre (primeramente denominada Polvorín, por la fábrica de pólvora allí instalada, en la parte sur de lo que es hoy el Parque Chacabuco).





Luego comprará una veleta de latón con el formato de un caballito para colocarla en la parte más alta de su pulpería, la que estará vigilante durante muchísimos años y que le dará el nombre al barrio de Caballito.
 Hoy aquella veleta se conserva en el Museo de Luján; una verdadera curiosidad y reliquia del patrimonio barrial y de la ciudad.


QUÉ ERAN LAS PULPERÍAS

Hasta los inicios del siglo XX, eran los establecimientos comerciales típicos de las distintas regiones de Hispanoamérica, encontrándose ampliamente extendidas desde Centroamérica hasta los países del Cono Sur. Su origen data de mediados del siglo XVI y proveía todo lo que entonces era indispensable para la vida cotidiana, en lugares alejados de las grandes urbes, como: comida, bebidas, velas, carbón, remedios y telas, entre otros elementos primordiales.
Fueron verdaderos almacenes de ramos generales con una importante provisión de todo lo necesario para el abastecimiento del campesino de zonas apartadas. El pulpero solía tener el don de la yapa, el fiado, el trueque y el cuaderno de anotaciones. Sin embargo abundaron también las de los patrones que les pagaban a sus empleados con vales que sólo podían canjearse en la pulpería de su estancia, una práctica que le reducía aún más el efímero salario que pagaban a la peonada indefensa, como por ejemplo las de “La Forestal”, y los ingenios azucareros, entre otras súper explotaciones rurales.
 Hubo a su vez otras, muy precarias, llamadas pulperías volantes, que se trasladaban siguiendo la ruta de las cosechas temporales que sólo vendían lo más primario como: aguardiente de caña, grapa, ginebra, vino, yerba, tabaco, sal, galletas y azúcar. Pero en general las más completas vendían todo lo que necesitaba el campesino para su subsistencia: materiales de construcción, artículos de ferretería y para el trabajo en el campo.


LAS PRIMERAS PULPERÍAS EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

Una de las primeras pulperías instaladas en nuestra actual ciudad, fue la inaugurada por Ana Díaz, una de las mujeres que acompañó a Juan de Garay en la segunda fundación de Buenos Aires, allá por 1580; la instaló en el lote 87 de la repartija de tierras que éste realizó, se encontraba en la hoy esquina sudoeste de Florida y Corrientes.
Por el año 1810 existían en la provincia de Buenos Aires (que por entonces incluía a la capital) unas 500 pulperías. Casi la mitad eran atendidas por gallegos. Una de aquellas, en el barrio de Almagro, entonces territorio bonaerense, perteneció a don Francisco Alén, abuelo de Leandro N. Alem, el fundador del partido radical. También su hijo, el mazorquero Leandro N. Alén, instaló su pulpería en la esquina de las hoy Rivadavia y Matheu, frente a otra, apostada en 1778, en la misma calle en su encuentro con Azcuénaga, por otro gallego: Don Antonio González Uria, junto con su sobrino Antonio González Varela (apodado El Miserere, por sus dones caritativos), ésta también le dio el nombre a toda una amplia zona.
Vale recordar a su vez, la famosa Pulpería de Barracas, a metros del actual cruce de la avenida Montes de Oca (llamada inicialmente Santa Lucía y luego calle Larga) y la avenida Martín García, la que hizo famosa a “La pulpera de Santa Lucía”, aquella rubia cuyos “ojos celestes que reflejaban la gloria del día”, inmortalizada por el vals de Héctor Pedro Blomberg con música de Enrique Maciel a fines de la década de 1820, todo parece indicar que se llamaba Dionisia Miranda, allá por los años ’40 del siglo XIX, los años del “Restaurador”.
Más tarde se le asignó una vital importancia en la historia a los almacenes de campo, que en siglo XIX y comienzos del XX fueron favorecedores de las comunicaciones al ocuparse a su vez del correo, ser proveedores de mercaderías, y por sobre todo centros de reunión del poblador rural, que encontraba en ellos el único sitio de esparcimiento y regocijo en los días festivos.
 Estos almacenes, herederos de las antiguas pulperías, se fueron diseminando por el país buscando los puntos estratégicos que les ofrecieran las mejores oportunidades de comerciar. Sus propietarios fueron pioneros del poblamiento en las zonas rurales y también factores del progreso en su zona.
 Aparecerán entonces los “Almacenes Despacho de Bebidas”, los viejos estaños, en su mayoría sobre las esquinas, con un pasadizo entre ambos locales, para hacer posible su atención simultánea por un solo dependiente que se desplazaba entre ambos, por las noches apenas alumbrados exteriormente por la “luz mortecina de un farol” como lo pintara el poeta José González Castillo.
El café, la fonda o el estaño, en su naturaleza, comienzan a diferenciarse según quienes los fueron frecuentando, los de categoría, los solo frecuentados por hombres, los tangueros, los cabarets, etc.
 En la primera mitad del siglo XX, los cafés eran más bien machistas, ya que era anómalo ver mujeres en los bares y confiterías que no tuvieran su típico “salón para familias, o “reservado”; en aquellos primeros bares primaban las mesas de madera, algunas quemadas en sus orillas por el clásico pucho, por entonces de consumo masivo e irrestricto.
 En un rincón del piso afloraban, en aquellos locales, unas visibles rejillas, que indicaban el estrecho acceso al infaltable sótano, en la absoluta oscuridad, donde descansaban las reservas de mercaderías, envases vacíos y cajones, que despedían su clásico e inconfundible hedor húmedo, mezclado luego con el tufo del cigarrillo y el del café quemado.
 Hoy el estaño casi no existe, los viejos cafés transformaron su semblante. Es otro Buenos Aires, ni mejor ni peor, simplemente distinto. Lo que nos obliga solo a rememorar aquel pasado, para mantenerlo latente en el recuerdo.
 Los cafés, así como las relaciones sociales, fueron evolucionando en el tiempo, según la época; aunque el típico “café” o “estaño” frecuentado por bohemios, almas solitarias y poetas, en busca del famoso y cariñoso “cafecito”, que eran lugares de reflexión, de amistad, de encuentro, de paréntesis, fueron los que dieron origen a letras tangueras, muchas también machistas, ya que por entonces era un tema naturalizado y que pintó un Buenos Aires de época.
Vale recordar algunos de aquellos más famosos como: lo de “Hansen”, “El Kiosquito” y “El Tambito” (los 3 en el Parque Tres de Febrero); el “Garibaldi”, ubicado frente a la Plaza Lavalle y el “Guaraní” en la esquina de Corrientes y Esmeralda; además El Tortoni de Av. de Mayo al 800. Hubo también algunos importantes en el barrio de Parque de los Patricios (“El Benigno” en Rioja 2177), en el barrio de San Cristóbal (“El Estribo”, “El Caburé”), en el barrio de Boedo (el famoso “El Aeroplano” de San Juan y Boedo donde escribían Julián Centeya y Homero Manzi). No se puede olvidar el de la esquina sudoeste de Corrientes y Esmeralda, Café “Cabildo” con el Teatro Odeón (inaugurado en 1891), el Royal Hotel y el “Royal Keller”, un bar nocturno ubicado en el sótano; El Británico, La Humedad, Café Domínguez, de García, Oviedo, por solo poner algunos ejemplos, aunque hay uno que fue el más mítico y emblemático, el café La Paloma, de Juan B. Justo y Santa Fe, a orillas del Maldonado, donde paraban aquellos guapos que inspiraron a José Luis Borges y Evaristo Carriego.


LOS BARES NOTABLES

Son los reconocidos oficialmente como “patrimonio cultural de la ciudad de Buenos Aires” por su permanencia en el tiempo, por estar vinculados a la historia viva de su gente, por haber contribuido a hechos culturales e históricos relevantes, por su diseño arquitectónico conservado, son un patrimonio vivo y a la vez ritual cotidiano; punto de encuentro con amigos, o con uno mismo, los “Bares Notables” son hoy un emblema de la ciudad. Son más 90 en la actualidad los que a consideración de la Municipalidad de Buenos Aires han alcanzado esa jerarquía, por ser representativos de una identidad barrial, como reconocimiento a su antigüedad y a su estrecha vinculación con la historia del barrio donde se hallan.
 En junio de 1998 se aprobó la ley 35/98, que creó la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables de la ciudad, integrada por cuatro representantes del Poder Ejecutivo porteño, seis de la Legislatura, uno del Consejo Asesor del Área de Protección Histórica, uno de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de Buenos Aires y tres de organizaciones empresariales vinculadas al sector.
En 2014 se sancionó la ley Nº 5213, que estableció el Régimen de Promoción para los Cafés y Bares Notables de la ciudad, que fija la tasa del 0% de Ingresos Brutos para los comercios de este tipo que tengan una facturación mensual de hasta $ 120.000; para los de mayor facturación están vigentes las alícuotas que prevé actualmente la ley tarifaria.


NÓMINA DE ALGUNOS VIEJOS CAFÉS DE BALVANERA

-Fonda del Antiguo Cepo, Bmé. Mitre a media cuadra de la Plaza, abrió en 1856.
-Almacén Suizo, esquina NO Corrientes y Pueyrredón, abrió hacia 1900.
-El Almacén de la Viuda, Humahuaca y Gallo, con riña de gallos.
-Chanta Cuatro, abrió en 1893 en Anchorena y C. Gardel, hoy reciclado.
-Café El Ñato, en Anchorena fte. Al Abasto, abrió en 1907.
-El Abasto Bar Billares, Corrientes 3240.
-Bar León, Corrientes y Pueyrredón esquina NE.
-Café Gariboto, San Luis y Pueyrredón, frecuentado por Juan Maglio Pacho.
-Café de Los Angelitos, Rivadavia y Rincón esquina SE, demolido y reconstruido.
-Café El Gigi, Corrientes y Azcuénaga, donde se conocieron Gardel y El Cachafaz.
-Café El Estribo, Entre Ríos 763, café tanguero donde en 1911 actuó el dúo Gardel-Razzano.
-Café Restaurante El Tropezón, Callao y Mitre, luego Callao 248.
-Café El Responso, Córdoba y Bermejo (hoy Ecuador).
-Confitería El Molino, Rivadavia y Callao, actualmente en refacciones.
-La Perla Vieja, Rivadavia y Jujuy, donde nació “La balsa” de Litto Nebbia.
-La Perla Nueva, en Rivadavia entre Jujuy y Catamarca, antigua residencia de los
Grimoldi, hoy convertido un supermercado.
-El Cantábrico, Corrientes y Ayacucho.
-La Legal, Sarmiento y Callao,
-Dos Leones, Belgrano y La Rioja esquina SO.
-El Ciervo, Corrientes y Callao.
-El Olmo, de Bmé. Mitre y Pueyrredón, esquina SE (s/Recova).
-El Feminista, Pueyrredón y Córdoba.
-El Gran Sótano Argentino, Lavalle y Andes (hoy Uriburu).
-Cinco al Plato, fonda en Anchorena y Corrientes, todos los platos costaban 5 centavos.
-El Universal, Anchorena 533.
-El Torino, Anchorena 541.
-Café Roma, de Anchorena y San Luis Esquina NO, aún existe como “Notable”.
-Café La Academia, Callao 368.
-Hotel Savoy, Callao 181, hoy Bar Notable.
-Restaurante O´Rondemán, Agüero y Humahuaca, esquina SO, donde se inició Gardel. Lugar aún no señalizado cono sitio de interés histórico.
-El Bar de los Hnos. Cao, Independencia y Matheu esquina SE, hoy notable.
-Los Galgos, Callao y Lavalle esquina NE.
-Bar Victoria, Entre Ríos 110, nació como pulpería en 1860 y en 1930 se convirtió en bar.
-La Pulpería, luego convertida en café, que resistió durante largos años en la esquina SE de Rivadavia y Catamarca, recién fue demolido en el año 1972.

 Miguel Eugenio Germino


Fuentes:
-Bossio, Jorge A., Cafés de Buenos Aires, Plus Ultra, 1994.
-Bouché, León, Las Pulperías Mojón Civilizador, Ed. República de San Telmo, 1970.
-Cutolo, Vicente Osvaldo, Bs. As. Historia de las calles y sus nombres, Elche, 1994.
-Periódico Primera Página nº 56, septiembre de 1998.
-Revista Buenos Aires nos cuenta, nº 8 de abril de 1988.
-Todo es Historia nº 282, diciembre 1990.
-Todo es Historia nº 333, abril de 1995.





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