EDITORIAL (Al nº 196 Junio 2011-05-17)
El histórico discurso de la Presidenta, del mes pasado en José C. Paz, disparó una catarata de aclaraciones, explicaciones, declaraciones y acomodamientos. Parece ser que los díscolos entendieron el mensaje y se llamaron a sosiego, al menos por el momento, visto que el fantasma de las traiciones ronda de cerca el campo oficialista.
Lo cierto es que no existe dentro del peronismo quién se aventure a desafiar el liderazgo presidencial.
Del lado opositor, la cuestión es aun más preocupante. El otrora poderoso Grupo A, hoy en proceso de disolución, no articula reacción alguna; se encuentra desvencijado y desarticulado, y no constituye peligro alguno para una segura reelección de Cristina en primera vuelta, a pesar de no haber presentado la candidatura. ¡Es un caso inédito en la historia electoral del país! Las encuestas vislumbran un 50% de intención de voto.
Sin embargo existe gran inquietud dentro del oficialismo ante una inimaginable posibilidad de renunciamiento de Cristina Fernández de Kirchner, lo que imprimiría un escenario incierto. No se vislumbra en las filas del Frente para la Victoria un potencial candidato que iguale la imagen de la Presidenta.
Pero volviendo al ya famoso discurso, ¿hacia quien fue dirigido? Quedan pocas dudas del destinatario principal, el apetente Hugo Moyano, quien desde su discurso en la 9 de Julio propaló a los cuatro vientos su intención de que un hombre de su riñón ocupe un cargo prominente, que podría ser sin mencionarlo el de Vicepresidente, nombre éste que Cristina guarda bajo siete llaves y cinco candados.
Todavía se escuchan los ecos de la arenga del Secretario de la CGT cuando dijo; “Estamos listos para ocupar cargos…” Pero la cosa no terminó allí, en la alocución presidencial hubo a su vez otros destinatarios, como los del Peronismo Federal y de otros sectores que intentan poner piedras en el camino. Es consciente de que tuvo presiones desde el primer día de su mandato, y se agudizaron después de la muerte de Néstor Kirchner, pero parece ser que de golpe reaccionó y las denunció públicamente.
La derecha está que trina por las todavía tibias medidas presidenciales en pos de un cambio sustancial de las políticas liberales que imperaron en el país durante la dictadura, los gobiernos de Alfonsín, Menen, De la Rúa y Duhalde. Se sirve de un multimedios como Clarín, acompañado por La Nación y otros medios menores que no dejan de complotar y desestabilizar, buscan “un paso atrás”.
Pero no lo conseguirá si todo el “campo popular” se muestre unido, defendiendo y ampliando los logros alcanzados desde el gobierno del Frente para la Victoria.
Ahora bien, el tema pasa fundamentalmente por la distribución de la riqueza, el conocido “fifty-fifty” en el reparto de la torta. Deben sumarse también la renacionalización de las empresas públicas y la recuperación de las riquezas estratégicas como el petróleo y la minería.
Otra cuestión es la tenencia de la tierra, los 170 millones de hectáreas cultivables que se encuentran en gran parte en manos de terratenientes, de los que el 20% son magnates extranjeros y empresas multinacionales.
Es un hecho que otros vientos soplan por América Latina: vientos del UNASUR, del ALBA, del Banco del Sur, de la desalineación automática con el imperio de turno, del rechazo a la condición de patio trasero imperante durante décadas. Es el momento de la integración latinoamericana. Por allí pasa el miedo de la derecha que presiona y presiona, no solo desde su campo de acción, lo hace desde un amplio sector que aún permanece en la nebulosa política, sin definir claramente de qué lado colocarse.
Este es unos de los dilemas principales de hoy, y para resolverlo hace falta encarar una profunda campaña de esclarecimiento, entre una porción de población seguidora de los programas de Tinelli, Gran Hermano y Susana Giménez, lo que no será tarea fácil.
El futuro de América es promisorio, sin embargo depende en mucho de la participación popular y de su involucramiento en la cosa pública, desde los barrios, a través de las Comunas, desde las pequeñas a las grandes decisiones, para profundizar el modelo.
Fue el sueño de Moreno, Castelli, Belgrano, San Martin, Bolívar, Artigas, Martí y tantos otros que dieron la vida en pos de una América libre y verdaderamente independiente. Es el momento de reescribir la historia que nos legaron nuestros “mayores”.
Hasta la Próxima
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