EDITORIAL (AL Nº 198 AGOSTO DE 2011)
“Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable.”
Eduardo Galeano
La mayoría de los países de Latinoamérica conmemoraron entre 2010 y 2011 el bicentenario de sus revoluciones emancipadoras, que en su momento auguraban una federación de Estados Sudamericanos Unidos. Aquello resultó ser un ensayo frustrado, pero también una asignatura pendiente hacia el futuro.
El siglo XXI despertó nuevos intentos, que se fueron afianzando en el tiempo, hasta llegar los días 5 y 6 de julio pasado, cuando en la Isla Margarita se inauguró la conferencia fundacional de la CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Este conglomerado de 33 países es una nueva instancia continental llamada a reemplazar a la desprestigiada OEA, regenteada y manipulada por los Estados Unidos.
La CELAC no incluye al gigante del Norte, que hegemonizó a la OEA desde su creación el 30 de abril de 1948 y la utilizó como un ministerio más en favor de sus propios intereses económicos y políticos. Tampoco incluye a Canadá, un oscuro país siempre ladero, manso y seguidor de los Estados Unidos.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños comprende una superficie de 21.400 Km2, con 600 millones de habitantes, que representan el 8,5% de la población mundial. El PBI es de 5 billones de dólares, lo que es un 8% del total mundial, y reservas internacionales por 1 billón 937 mil millones de dólares. Es un poderoso grupo que autónomo e independiente puede jugar un importante papel en el mundo.
Concentra la mayor cantidad de materias primas estratégicas, el 40% de las especies animales y vegetales, y el 50% de los bosques primarios del mundo. Tiene biodiversidad, agua, minerales e hidrocarburos (el 28% de las reservas de agua del planeta y el 17% del petróleo).
Por ello, el área se torna una presa apetecible para el hemisferio norte (EE.UU. y Europa), hoy enfrascados en una crisis de difícil pronóstico final. El objetivo de los imperios siempre fue descargar las crisis sobre sus colonias y países dependientes, sometiéndolos primero militarmente y por fin económicamente, mediante los nefastos FMI y Banco Mundial.
Se valen de la guerra y el negocio de las armas, el consumo de drogas y el tráfico de personas que importan desde los países dominados, aunque renieguen teóricamente de ello y declamen sobre la necesidad de terminar con estos flagelos.
Los tiempos cambian y “…aunque sea un poquito, ─como lo expresa Galeano─ es la única manera de probar que la realidad es transformable.”
En la dinámica de la CELAC se inscribe la muerte del ALCA, ocurrida en nuestra Mar del Plata hace poco más de cinco años, y el nacimiento de otros organismos que trabajan para cambiar una realidad que venía siendo desfavorable a los pueblos al sur del Rio Bravo. Tales el MERCOSUR, El Banco del Sur, El UNASUR y la creciente ALBA, Alternativa Bolivariana para las Américas.
Esta última es una alianza conformada hasta el momento por nueve países: la República Bolivariana de Venezuela, la República de Cuba, la República de Bolivia, la República de Nicaragua y la Mancomunidad de Dominica, la República de Honduras, la República de Ecuador, San Vicente y las Granadinas y Antigua y Barbuda. Es el motor liberador del resto del continente y al que debiera adherirse la Argentina.
Falta avanzar hacia una moneda común, el SUCRE (divisa del ALBA), lo que evitaría recurrir al dólar como moneda de cambio y garantizaría un comercio más transparente y equitativo de nuestros países.
El Banco del Sur puede y debe sustituir en el corto o mediano plazo al FMI, para terminar con su chantaje y avanzar así hacia un futuro que consolide este conglomerado de naciones, que bien podría denominarse Estados Unidos Latinoamericanos.
Hasta la Próxima
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