miércoles, 2 de octubre de 2013

BUENOS AIRES ES HISTORIA



BUENOS AIRES CINCO SIGLOS

LA HISTÓRICA "PORTEÑA" PRIMERA LOCOTORA

El crecimiento poblacional y edilicio de Buenos Aires fue desorganizado y desigual durante sus casi cinco siglos. Desde la “pequeña Aldea” que fundara Garay en 1580, hasta la “Gran Aldea” de la época del Virreinato del Río de la Plata, creado como consecuencia de las reformas borbónicas, provisionalmente el 1º de agosto de 1776 y definitivamente el 27 de octubre de 1777, por orden del rey Carlos III de España.
Con la revolución de  1810 y la independencia de 1816, la cuestión no mejoró, ya que en principio fue la guerra de la Independencia, y luego las reyertas internas de unitarios y federales las que obligaron a colocar en segundo lugar el “Planeamiento Urbano”.
El crecimiento fue grande en cuanto a población, pero desordenado respecto a su ubicación en el damero porteño. Todo fue anárquico y dejado a la mano de la gestión particular que solo veía poco más allá de su miopía.
La primitiva cuidad llegaba inicialmente hasta la calle de la Tunas (hoy Callao-Entre Ríos), y luego hasta las hoy Medrano-Boedo-Avenida Sáenz. Este límite se prolongó hasta la unificación con los Partidos de Flores y Belgrano en 1880, durante el gobierno de Nicolás Avellaneda, cuando fue federalizada, convirtiéndose en el principal destino del movimiento inmigratorio.
El primitivo ejido urbano creció de 327 hectáreas en 1580 a 3.963 en 1867 para llegar a 18.141 hectáreas con la federalización en 1880. Solamente entre 1810 y 1850 la población creció de solo 40 mil almas a 80 mil. Apenas 40 años después, hacia 1890, se produjo el “gran salto poblacional” con un aumento del 600%, cuando Buenos Aires llegó a tener 530.000 habitantes.
A partir de 1850 comenzaron a dividirse las grandes quintas y quintones que abrazaban el casco urbano como un apretado “Cordón Verde” hacia el sur, el oeste y el norte, límite físico del despoblado y los partidos de Flores y Belgrano.
El Ferrocarril impulsará en 1857 la apertura del “Camino de Hierro al Oeste”, el agreste corredor que traerá un nuevo aumento de la superficie poblada. A la vera de su recorrido surgirán nuevos poblados, nuevos emplazamientos y también muchos comerciantes “visionarios” iniciarán un nuevo negocio de tierras y emprendimientos inmobiliarios.
El grueso de la población que se concentraba en las parroquias de los barrios sur y céntricos, iniciarán un lento deslizamiento que acompañará al ferrocarril y al loteo de las quintas.
La epidemia de fiebre amarilla de 1871 provocará un éxodo de los sectores más acomodados que abandonarán sus residencias de San Telmo y aledaños y se refugiarán en sus quintas de fin de semana de Recoleta, Palermo y Belgrano.
El barrio sur y sus adyacencias vivirán un nuevo fenómeno asociado a la fuerte inmigración: nacerá “el conventillo”, otro negocio inmobiliario, esta vez para lucrar con los sectores más desprovistos de la sociedad de entonces. Eran aquellos que llegaban al país para “hacer la América”, miles y miles de italianos, españoles y polacos, que huían de la crisis y la guerra para probar fortuna en estas ignotas tierras.
Aquellas residencias abandonadas, sumadas a otros viejos inmuebles, se convertirán en lugares de hacinamiento. Una concentración no planificada ni por ellos ni por las autoridades, que habían esperado una corriente inmigratoria de técnicos y expertos europeos. Se equivocaron, llegaron sectores humildes desplazados en sus países, además corridos por cuestiones políticas allí donde proliferaban las nuevas ideas del anarquismo, el socialismo y el marxismo.

LA QUINTA DE LANGE DE H. YRIGOYEN Y LINIERS

Así se conformará el “crisol de razas” tan mentado en nuestro pasado, y tan denigrado hoy con la llegada de inmigraciones de nuestros países limítrofes.
Del conventillo se pasará al inquilinato y de allí a las casas económicas municipales, o a la casa propia al costado del ferrocarril, en terrenitos comprados en un centenar de cuotas; la tierra resultaba accesible sin importantes sacrificios.
Más tarde, y para algunos sectores menos proletarizados, llegará el departamento en propiedad horizontal, siempre sin planificación de las autoridades. La metrópolis comenzará a tener sectores con altas edificaciones que taparán los rayos del sol y obligarán al arbolado urbano a estirar sus brazos al inalcanzable cielo.
Llegarán otros problemas, el de la ocupación indiscriminada de la ciudad, sin planificación alguna, y la consecuente superpoblación, que provocará la carencia de espacios verdes y el colapso de los servicios urbanos, pero esto será motivo de otras notas del periódico.

 Marta Romero




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