martes, 5 de julio de 2011

LEONOR ISACSON


La escultura, con alma y vida

Leonor Isacson es una prestigiosa escultora, con una interrumpida trayectoria de 42 años. Su taller está situado –desde hace dos décadas– sobre la Avenida Corrientes, a cincuenta metros del Shopping Abasto. Marcaron su vocación los vínculos estrechos de su familia con el arte: su madre era una muy buena pintora, su padre un afamado violinista y su tía –hoy de 93 años– es compositora y, según Leonor, toca el piano “como los dioses”.

A Leonor siempre le atrajo más la escultura que la pintura: “Desde que tengo uso de razón dibujo y pinto, pero siempre me interesó mucho más la forma, el espacio y el volumen que las dos dimensiones que pueden darme la pintura o el dibujo. A mí me interesa el atrás, los costados, el arriba, el abajo, o sea, el volumen, que comprende profundidad y movimiento”, afirma entusiasmada.

Estudió en las escuelas de arte más importantes del país y, gracias a una beca del Fondo Nacional de las Artes, cursó el Master de Escultura en l’ Università alla Sapienza, en Roma, lugar soñado para un artista. “Obtuve varios premios que consistieron en becas, por eso viajé tanto, estuve casi la mitad de mi vida viajando”, comenta. Su primera exposición fue en 1955, era una muestra itinerante, durante la cual presentó sus obras en Israel, Roma, París y Madrid. La última exposición que realizó fue en el Hotel Hilton, a fin del año pasado.

Según la escultora, una obra de arte debe reunir ciertas condiciones para ser considerada como tal: “Hay dos pautas fundamentales: la forma dentro de la forma está el equilibrio, la armonía, el color y el contenido. Si no hay un contenido o no me manda un mensaje, no es una obra de arte”. Se declara surrealista; recurre a la abstracción aunque no le gusta convertir la obra en algo geométrico. “La idea es mostrar algo que no existe, pero que sí existe para mí porque lo veo”, explica.

Entre sus mayores referentes menciona a Rodin, por la potencia, a Maillol, por realzar la estructura corporal femenina y a Miguel Ángel, a quien define como el escultor. De entre los pintores rescata a Paul Gauguin.

Tuvo renombrados maestros como Berni, Pujía y Mariano Pagés, autor de la estatua de Gardel emplazada en el Abasto. Su material preferido es la piedra, porque le resulta más cálida, mientras que el mármol, la madera y el hierro le parecen fríos, “que no trasmiten”.

Si bien la mayoría de las veces es la institución la que propone la temática, Isacson persigue el abordaje del torso femenino, porque permite mostrar las marcas que la vida va dejando en el cuerpo, el paso del tiempo.

Todas las obras que engalanan su taller fueron premiadas. Entre ellas, observamos una pieza inquietante: es un hombre muy triste que sostiene una máscara mentirosa, risueña, alegre, y que está a punto de colocársela. Su título es Me estoy vistiendo, se está vistiendo para salir a la calle no con su cara verdadera, sino con una máscara. Otra obra conmovedora es Siempre volaré; se trata de torso femenino, una mujer que está quieta, con los pies apoyados en la tierra pero que nos da la sensación de estar volando hacia sí misma. Una más, El ser y sus circunstancias, muestra tres momentos en la vida de una mujer. Otros trabajos relevantes son: Yo soy, Los sonidos del silencio, La mujer y la luna, Semblanteos, Tango del 900 y Libertad. Tiene también realizados varios grandes murales.

Algunas de sus esculturas se constituyeron en Premios Adquisición, por lo cual pueden apreciarse en el Fondo Nacional de las Artes, en la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos (SAAP) y en el Museo de Bellas Artes de La Boca, donde en la década del ochenta se efectuó una retrospectiva.

Evoca con placer la experiencia de su paso por el mítico Instituto Di Tella, en la década del sesenta: “Me acuerdo que la gente hacía cola para entrar. Los artistas plásticos estábamos en la planta baja, armando, haciendo, inventando. ¡Toda la creatividad que salió de ahí…! Surgieron muchísimos escultores y pintores, que trabajamos en el Di Tella cuando teníamos menos de treinta años. Fue una explosión, una transgresión que movilizó mucho las distintas formas del arte”.

Isacson ama la docencia. Tiene taller desde hace cuarenta años y actualmente cuenta con aproximadamente 35 alumnos. La artista describe así su misión como profesora: “A mí me pone muy orgullosa que el alumno pueda llegar a mostrar aquello que tiene dentro, que le está trabajando en el alma, y concretarlo. El docente debe darle el cómo y las técnicas de trabajo para alcanzar tal fin”. Nota que hay germen para el surgimiento de nuevos valores, entre los cuales nombra a Basia Cuperman, Emilio Ronzoni, Mónica Caputo, Arturo Aguiar y Ana Laura Viotti, una alumna suya que fue premiada.

Laura Brosio

No hay comentarios: