viernes, 4 de noviembre de 2011

WALL STREET: INDIGNADOS


WALL STREET: CALLE TOMADA

Entre los paisajes impensados que nos presenta la crisis económica mundial, hay uno que no deja de sorprender y de desatar polémica: la creciente presencia de indignados en Estados Unidos que ocupan las calles y plazas aledañas a Wall Street, centro económico y financiero del capitalismo globalizado.

La primavera árabe y la crisis europea nos hicieron saber de la existencia de movimientos sociales que no se resignan a aceptar los ajustes económicos propuestos por los gobiernos para enfrentar la debacle que ellos mismos provocaron. Pero pocos imaginaban que esta modalidad de protesta se extendería como un reguero de pólvora por el territorio del país más poderoso del planeta.

Los ocupantes no sólo se hicieron fuertes en Nueva York, sino que ya se expandieron a casi 60 ciudades de Estados Unidos. El problema ya no pudo ser ignorado por los medios de comunicación yanquis, siempre reacios a sacar a la luz a cualquier cuestionamiento del sistema imperante.

La creciente desocupación y la enorme masa de pobres que crece sin pausa, motorizan una protesta que rechaza la especulación financiera, causante de la crisis de las deudas subprime. Estas manifestaciones cuestionan la creciente desigualdad y quieren que el empleo no siga cayendo. Pero estos postulados, evidentes y de sentido común, son rechazados por los más ricos de Norteamérica, que no quieren resignar ni un centavo de sus fabulosas ganancias.

La estrategia de los sectores poderosos es clara: evitan hablar de sus privilegios y descalifican a sus opositores tildándolos de “anti-norteamericanos”, por cuanto no aceptan que tradicionalmente en Estados Unidos los intereses económicos de los ricos son defendidos por todos los gobiernos. Así, es normal que los millonarios norteamericanos se lleven las ganancias del sistema y que el resto de la población pague los costos; tal ecuación no debe ser modificada por ningún político.

Esta realidad abre una oportunidad para el presidente Obama. El mandatario puede aprovechar la ola de protesta para imponer algún tipo de reforma impositiva que empareje un poco los tantos. No es tarea fácil, ya que la sociedad yanqui es tan conservadora, que cualquier gobernante que quiera modificar la situación, enseguida será calificado de comunista o de nazi. Además, el escenario político es complejo ya que a la crisis económica se le suma el intento reeleccionista de Obama y la creciente derechización del electorado que encarna el Tea Party.

El futuro cercano dirá si la reacción de la Casa Blanca será buscar la solución del problema o dejar librada la lucha contra la ocupación de las calles a las policías de los distintos estados.

Pablo Salcito

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